Walter Iannelli, nació en Buenos Aires, Argentina, en 1962.
Es editor, periodista cultural, escritor. Actualmente a cargo de Letras/Arte y Cultura del Municipio de Morón y la coordinación de talleres de escritura particulares. Fue premiado por el Fondo Nacional de las Artes en los años 1995, 2000, 2001, 2003, 2004 y 2008 (organismo que también le otorgó la Beca Nacional de Creación este último año) y por el Gobierno de la ciudad de Buenos Aires con el 2° Premio Municipal de Literatura a Novela Editada bienio 2002/3. Publicó entre otros libros Alguien está esperando (cuentos), Sanpaku (novela), Zumatra y la mecánica de tu corpiño (poesía) y Metano (cuentos) e integró las antologías Animales Distintos, que reune la obra de poetas de España, Mexico y Argentina de la generación del 60, publicada por la editorial mexicana Arlequín; Cuentos de Cancha, cuentos sobre fútbol conjuntamente con Eduardo Sacheri, Carlos Marianidis y Cristian Garófalo y Narradores de Morón, compilada por la escritora María Rosa Lojo.
Su blog: www.sanpaku-sanpaku.blogspot.com
Tres poemas del libro inédito:
"La eternidad dura un ratito"
La eternidad dura un ratito
El mundo nos miraba
y éramos dos gotas de lluvia evaporándose en el asfalto.
El ocho infinito hecho con cáscaras de maní
sobre una mesa de madera.
Pero éramos también la persistencia y la insubstancia
la impermanencia y la concreción
la cara de Dios y el abismo.
Dos animalitos en la palma del secreto
dos secretos en el ojo del misterio
dos misterios en la boca de la vida.
Ay, cuánta vida hace falta para tragarse un segundo
cuántos segundos dura lo eterno
cuánta eternidad había en tu saliva.
El mundo nos miraba
pero no mirábamos al mundo.
Nuestra explosión era centrípeta
afuera los corazones golpeando el obelisco
la canción del guerrero que quería comerse el sexo
una piedra de soñar que arrojábamos al río
un botón escondido en el bolsillo que nos mostrábamos
en secreto.
Éramos de tierra cuando el mundo duraba
y ahora somos de cemento.
Ay, qué poco tarda lo eterno
qué cortito el infinito
qué cerca duerme la muerte cuando faltan mil años
para morirse de nada.
El mundo nos miraba
ahora ya no nos mira.
Era más larga la vida cuando duraba un ratito
Viste mi costado
el que muerde mi talón
rondándote como una bestia herida.
Viste todo porque miraste.
Porque miraste viste
una pequeña fracción del caos
el Aleph
su escozor
su maravillosa inmensidad
su infortunio
esta herrumbre en el fondo de la lata
la pregunta que no tiene respuesta
el hilo que se hace cuerda en el fondo de tu estómago
y te toca el sexo más íntimo.
A la hora de toda noche
venís por agua
a la cueva del cazador más peligroso
de la bestia más dolida.
Tu arena de criatura te hace percibir
el peligro en el aire
pero avanzás porque sos mucho más que una criatura.
No serías vos si te quedás en el camino
y preferís seguir siendo
antes de dejar que se adelanten sólo tus espectros
tus sombras.
Te dejo venir
porque me da hambruna tu olor a hembra
tu veneno occipital
tu brillo de saliva
el polvo de estrellas que desprende tu entrepierna.
Te dejo venir porque es mi naturaleza.
A la hora de toda noche
sabés dónde estoy
como si fueras vos la fiera.
A la hora de toda noche afilo el hacha
de mis dientes
te mastico antes de matarte
para que cuando muerda
ya no duela.
Te invento en el bosque
como si fueras un mapa
y vos que sabés donde estoy
aún no sabés
que yo no sé
dónde encontrarte
Escribir es un acto de fe
Sí
le escribo, Señora te escribo
le escribo metiéndole un dedo en la boca
con la mano en sus pantalones
le escribo mientras limpio la pileta y corto el pasto
le escribo mientras escribo.
Escribo la silla de su consultorio
y su oreja llena de maní con cáscara
y también le escribo cuando la miro con mi lamido de bestia
y le mido la sintonía para escribirla de vuelta.
Le escribo colgado del árbol, en la pecera
como si le inventara la soledad
las mentiras
los gestos.
El olor a hembra.
Te escribo el ruido a choque.
Le escribo antes de meterla en el ojo de la tormenta, Señora.
Le escribo desde el vértice
desde el candil que alumbra la cueva
desde el barco hundido sin tesoro
desde el freezer del supermercado
desde la penitencia.
Te escribo porque quiero que sufras
porque quiero que pruebes el ácido
porque quiero romperte
porque no quiero que me ames
sino que ames el modo en que te escribo sobre las partes escritas
sobre las partes en blanco
sobre las partes en las que me dijiste que estaba prohibido escribir.
Te escribo la cara, los ojos, las premuras, los agujeros
te escribo para que llores, grites y patalees
y tengas tantas ganas de quererme como de pegarme un tiro
y pidas
por favor
EscribiME.
Te escribo para que te bajes a mis lugares más oscuros.
Para que me mires como una ilusión prestada.
Para que me prestes tu ilusión ya escrita.
Te escribo con saña, con lujuria, con brutalidad
Te escribo con el aire limpio de una bicicleta
Te escribo desde el desconcierto con el entendimiento de una tostadora eléctrica.
Te escribo para enterarme del porqué te escribo.
(REVISTA LITERARIA REMOLINOS)
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El repasador de Mamá
Mamá hizo pollo al horno y se limpió las manos.
Si la historia del mundo está en la manija de una taza
el universo vive en el repasador de la vieja.
Un choque de Galaxias
un caldo primordial
la representación del total
en un cuadrado de tela.
(¿El ojo de mi hija visto por el Dr. Umpiérrez
a través de una lámpara de hendidura?
¿El ventilador centrífugo que convierte lo chico
en lo grande?
¿La piletita centrípeta llevándose las miguitas,
haciendo de lo grande lo chico?
Iguazúes que se comen la ceguera
la luz.
Una gota de sangre que de pronto es la pared roja
donde cuelga tu foto de casamiento.
Un mundo adentro de otro.
El dinosaurio Barney naciendo en el útero de una hormiga.
La ecografía de esa hormiga que pisó la cabeza de Dios.)
El repasador de mamá.
Qué grande la vieja.
Poema mínimo para mi sicoanalista
Por ansiedad
gozo
todos los días un poquito
por no poder
o no saber
esperar
el goce completo.
Y entonces algún día moriré
de sobredosis de abstinencia.
El carnicero de Zumatra
De día atiende una carnicería de barrio.
Corta milanesas
reniega con la grasa del asado.
Despacha el camión del matarife.
De día
malogra los mejores cortes
se mancha puerilmente con sangre
escucha a las viejas quejarse
de que el bofe para el gato
está abombado.
De noche escribe poemas en el lomo de las vacas.
La Mecánica de tu Corpiño
Conocer
con los ojos cerrados
la forma en que el mundo opera
es un suave secreto.
Decreto que en su mera operación
descifra la enjundia
la oscuridad de esos ganchitos
guardianes
ante la ley de tu espalda.
No hay mejor modo que
con los ojos cerrados.
La mecánica y la física en la sublimación
de pequeños metales incandescentes
negándose a liberar
las fuerzas ocultas de tu universo.
Mis dedos no ven.
Todo es olor
humedad
viento fresco que mueve las cortinas
en la ventana.
Será la imposibilidad
un roce de tela sobre piel
un ciego que disfruta ser visto.
(REVISTA ADAMAR)
_________________________________________
Del libro inédito “Paradojas Modernas”
Nene ponéte la camisetita
Si vas a leer poesía, Nene
ponéte la camisetita.
La poesía es fría Nene.
Ya sé que dicen que calienta el alma
pero qué alma Nene en la parada del colectivo
este invierno a las cinco de la mañana.
Ponete la camisetita Nene.
¿Y los guantes?
Cuidáte de los versos que cortan
de esas palomas
de la luna
del viento
del poniente Nene que se desangra sobre las
casas como una marea escarlata.
Nene: ¿No pensaste en la bufanda?
Ya van a venir a soplarte hielo al cuello
a afilar la palabrita
retorcerla como si fuera tu cogote.
Sabés cómo son esos tipos Nene.
Te dan la mano, te aplauden y después
te mandan de vuelta con el estómago vacío.
Y no me comiste nada antes de irte.
Ahí te dejé el guiso de papas y arvejas.
Si al menos te llevaras el añorak de tu difunto padre
o el sobretodo. Pero te vas sin darme un beso
Nene.
Cuántas veces te dije que tenés que encaminarte.
Estudiar abogacía, conseguir una novia que al menos
los domingos no esté borracha.
Pero Nene, vos andás con esos que viven del aire
revoleando las letras.
¿Dónde viste el fulgor del cosmos infinito?
¿Desde cuándo el fuego es una llamarada impúber?
Decime Nene, no te vayas todavía.
Llevate los zapatos Gomicuer
a ver si tanta imantación, si tanto voltaje te electrocutan.
Pero Nene: ¿No viste que estoy sola?
¿Que mamá te necesita más que todo el diccionario?
¿Que ninguno de la academia o de la SADE te va a tapar de noche?
Podemos jugar Buraco, terminarnos el strudel
ver sábados continuados al lado de la estufita de cuarzo.
¿Para qué el doble sentido
la metáfora
la sinécdoque
la metonimia, Nene
si me volvés con un resfrío?
Para qué la paradoja, Nene, el verso libre
La aliteración, la elípsis.
¿De qué sirve la otredad
o el misterio de la muerte?
Si es todo tan simple como que te vas desnudo
porque vivís una realidad hecha en pedazos.
¿A eso le llaman poesía?
Vení, Nene
que mamá te hace una sopa con galletitas Manón
en el té con leche.
No seas tonto
el mundo debería ser chico
el mundo no se conquista agrandándolo de sentido
ni doblándolo, ni pegándolo
ni siquiera tratando de romperlo.
El mundo es, mirá vos Nene lo que te digo,
el mundo es como el cajoncito de tu ropero.
Así, cuadrado, en el fondo de una habitación
en tu propia casa, con todo lo que hace falta.
Vení Nene, que ahí está tu camisetita nueva.
Mirá qué linda.
Se la compré a Don Samuel en dos cuotas.
Ponétela Nene.
No quiero que tomes frío.
Ella es feliz mientras baila
A ella le gusta bailar.
Y ella baila
con la misma fe
con la que el viejo de Hemingway
espera que la cuerda se tense
con el mismo tenor con que el viejo desea
que el tiritar de la perlita de agua
avise
saltando sobre el hilo
la presencia de la bestia sagrada.
Como si esperara a su gran pez
en el círculo de luces
Ella baila.
Dicen los que la han visto
cuentan
que el fulgor de sus brillos
y el menear de la carne un tanto descontrolada
no contaminan su certeza
dicen
que aunque parezca un afiche del Maipo pasado de moda
concentra en la baldosa de sus 15 centímetros de tacos plateados
toda la fuerza de un estadio de fútbol.
Ella baila.
Si hay petisos con peluquines
mudos
o bizcos
no importa.
Si hay Adonis hiperlíneos
ni los mira.
Sólo huele de su partenaire
aquello que el movimiento
le dicta al oído:
escultor que sopesa en el aire virgen
la suma de fotogramas de luz negra
que serán el corazón de su presa.
Y es así que Ella
como el viejo a la espera del pez escondido y brutal
tiene una ventaja.
Aún
no sabe del futuro.
No sabe que después de tanta vuelta
que después de tanto silencio entre ruido
todo giro y firulete se acabará en un chist
de fósforo apagándose
que todo ademán será apenas
un esqueleto vacío.
Por eso Ella es tan feliz mientras baila.
Retrato de un tipo odioso
Un tipo odioso, cuando va al almacén
pide 200 de jamón y 100 de queso
porque el queso es placer y el jamón alimento.
Un tipo odioso jamás va a tener un auto que en relación resulte
más importante que la casa
y fumará de garrón sus propios cigarrillos
si es plata que ahorró de evitar el taxi.
Un tipo odioso podrá portar una barbita triangular
como esos sátiros intelectuales
que de noche salen a corretear jovencitas.
Pero si no tiene barba será de más cuidado:
a la luz querrá todo de la carne
y cuando aquella se apague saldrá a hacerse el intrigante
con una valija colgada al hombro requisada en una tienda
de coreanos.
Un tipo odioso no entenderá ninguna discusión importante
ni alocución que merezca términos abstractos.
Sin embargo contestará a cada una de las requisitorias
con el aplomo del que se regocija de no tener certeza de nada.
Se preguntará cómo todas las mujeres
son hermosas y los tipos sabios.
Cómo catzo un protón se convierte en luz
cómo la luz viaja tan rápido
cómo el rápido a Liniers tarda tanto
cómo lo tanto nunca alcanza a ser el todo
cómo el todo es tanta nada junta
y mantendrá la mirada entre un horizonte imposible
y el borde de la mesa
con la esperanza de que ciertas señoras se mojen un poquito
y los hombres crean que está pensando en algo definitivo
e insoslayable.
Sin embargo es casi seguro que el tipo odioso
sólo sufre.
Le preocupan la moratoria de Arba
el coste de la carne
el viagra y el ibuprofeno
el premio Nobel
el concurso de poesía de Villa Ortúzar
el asesino de la esquina y la minifalda de la panadera
la basura que acaba de dejar en el tacho.
Y si tiene hijos llorará todas las noches
porque aún no cree en este mundo.
La gente lo verá por la calle para señalarlo con el dedo:
Acreedores, ex amigos, clientes de viejos rebusques
compañeros ocasionales de tuca, sauna y billar a tres bandas.
El no reconocerá a nadie, no por falta de memoria.
Un tipo odioso es despistado, egoísta y camorrero.
Está más interesado en ponerle el pie al mundo que
en pararse a charlar con el diariero de la esquina.
Sin embargo odia el panfleto
y se la pasa diciendo que es capaz de doblar al medio cada palabra
para ver si adentro tienen
otro jugo
para ver si saltan como conejitos sus corazones de mentira.
Un tipo odioso parecerá Impresentable
Aparatoso
Irresistible
Irreductible
Y amará a los animales que copulan en la calle
ellos le recordarán cuánta mierda le ha caído encima
como para necesitar aire acondicionado
y música de Air Suplair
para echarse un polvo.
Un tipo odioso
finalmente
espiará por la ventana del cuarto piso soñando con el césped
puteará al césped por tener que cortarlo
cortará el pastito añorando los sillones de estilo
y se levantará del capitoné ecológico con cariátides del siglo XVIII
para suspirar en la ventana
por el yuyal del linyera de planta baja que
matea en camiseta en una reposera oxidada.
(deseo desplazado, que le dicen)
Un tipo odioso arreglará siempre sus propios instrumentos:
los rulemanes del lavarropas
los cables pelados
el piano desafinado
los estantes del baño
la estufa
el calefón
con la convicción de que Dios ha pecado
por hacerlo tan perfecto.
Y cuando acepte al fin al service del televisor
o el plomero evite que la inundación de su baño ahogue al cocker del vecino
los sacará poco menos que a patadas en el culo
por querer cobrar 50 pesos por lo que a él le hubiera llevado
apenas
14 años en la facultad de ingeniería.
Un tipo odioso siempre estará al pedo
o tendrá veinte veces ocupado el mismo horario un mismo día.
Su agenda será como una tabla ouija o un viejo papiro deshilachado.
Un tipo odioso dará siempre en el clavo
porque el clavo está en la punta del martillo
y no en su mano.
Gran Hermano
Todos eran como un remolino.
Los pescamos en los lagos de Palermo
con un mediomundo de veinte centímetros de diámetro
previa erogación de ocho pesos a orillas del Planetario.
Eran como cien
mezclados en la desesperación de sucesivos exilios que terminaron
en una pecera donde alguna vez vivió un gueco.
Soportaron por un tiempo eso y mucho más:
El agua con cloro
la indiferencia mística de dos niñas aún antropocéntricas
la comida irregular que llegaba con la abundancia o la reticencia de la lluvia
la propia condición de peces alienados en un exilio que a los ojos de Dios
parecería poco menos que un capricho.
Algunos se murieron.
Cuando nos fuimos de vacaciones quedaron en manos de Alejandro
y de un aireador portentoso que sería
en escala
algo así como el terremoto acuático que habría hecho desaparecer
a La Atlántida.
Cuando volvimos, habían sobrevivido poco más de media docena.
Ahora queda uno solo.
Quizá el más grande
El único que soportó la vergüenza de no morirse en esa jaula de iguanas que
devenida en pecera
resultó al fin
un concurso ictícola y domiciliario.
Me mira desafiante. El ganador
con esos ojos unívocos
de a uno por vez
me mira desafiante
el muy turro
a pesar de saber que soy el único que lo ha cuidado.
Me mira como advirtiéndome de la tragedia de una naturaleza donde nada es personal
y en la que yo mismo podría haber sido un pez, una hormiga, un protozoario
un árbol en los bosques del chaco
una hojita, un pedacito de piedra
un alfiler, un miligramo de limadura de hierro
un tipo encerrado en una caja de cemento
nadando en su propia agua universal
sobreviviendo al misterio de estar aún en este mundo
sin saber
que eso solo es ya todo un milagro.
Peras limones manzanas
Y yo uno solo.
La bolsa, el dólar, el merval
Y yo uno solo
El Ace el Ala el jabón federal
Y yo uno solo
El amor los amigos los hijos el fútbol la literatura
Y yo uno solo
Margarita, Teresa, Paula, la rubia del fondo, la prostituta del barrio, Ella.
Y yo uno solo
¿Quién mierda soy ante la diversidad?
(Soy uno solo)
(un perfume viene de lejos a decirme que no soy otra cosa más que aquella bestia que
perseguía mamuts con el garrote)
Es lindo y es feo
Llorás la tierra como un pedacito de polvo
Pero te confundís en ella
Cuando quisieras ser la piedrita que brilla.
Un vaso de vino puede ser el secreto entre la voluntad y el estoicismo.
Sin embargo un secreto no es una cosa grande
es una feta ontológica rebanada entre los filos de esos dos que sos
1) La conciencia
2) La oscuridad que te habla como si tuvieras un diablito subido al hombro
y el deseo de perderlo todo como si fueras el jugador de Chejov.
(dame más vino,
Éste es un poema más largo que la mierda
Háganme acordar que no lo saque a la hora de publicar el libro)
Siempre aquello que nos avergüenza amenaza con ser lo único auténtico
La taza, el revólver, la mano en la masa
El modo de caernos
La foto del DNI 14 857 541
La cara que tenemos en la foto)
El ventilador me pega en la espalda.
La noche es una especie de polvo que te entra por todos lados.
Silla, carretilla.
Cuando mis amigos lean esto dirán: alguna vez escribió bien
pero acá estaba borracho.
¿Quién soy yo ante la adversidad?
Acto fallido.
¿Quién soy yo ante la diversidad?
Juan Pedro Saravia está en su tercer sueño
esperando levantarse a las cinco de la mañana
a juntar manzanas en los árboles de Río Negro.
Yo soy un pelotudo que crece y crece como un globo aerostático
y se achica
se hace ínfimo
sólo un puntito de oscuridad en el cielo.
Oblíguenme a publicar este poema
Los demandaré si no lo hacen.
¿A quién se lo voy a dedicar?
Al pastrón, al mantecol, al chinchulín bien cocido.
A los poetas que se caen a pedazos y a los buenos
(escribir es una mentira:
un enmascaramiento de lo único posible
el olor del lenguaje
la circunstancia
el circo
la belleza del deseo cuando te sacan la máscara).
Amigos, enemigos, beodos del mundo
Oblíguenme a publicar este (ya no sé cómo llamarlo).
No hay verdad sin artificio
la verdad es mentira.
(No estoy desilusionado.
Los cigarrillos
cuando estás bebido
se terminan demasiado rápido
y el mundo parece hecho de pitadas
de cosas contenidas que duran en el ladrido de un perro)
-voy al baño, hago pis.
Cuando el alcohol baja
se va en el orín
parece que una ráfaga de cultura te apaciguara-.
La cultura pone todas las cosas en orden, claro.
Menos una:
¿Quién soy yo ante la diversidad?
(Oblíguenme a publicar este poema).
El mecánico
El mecánico dice que
a mi auto
se le soplaron las juntas.
Parece ser mi error
no atender las luces del tablero.
Exceso de revoluciones
Dice.
Vuelvo a casa caminando
pensando en el presupuesto.
Ceno fideos con jugo
termino el flan de la heladera
y quiero olvidarme del asunto.
Juego al corazones
y quiero escribir.
Escribo y quiero dormir.
Me acuesto y quiero sexo.
Aquello que no supo calmar
ni la derrota
ni la fatiga
ni el hambre y su saciedad
aquello que
no pudo contener
ni matrimonio ni religión
ni cultura
como un sobrante institucional
me palpita en la entrepierna.
Exceso de revoluciones, pienso.
Energía que se va desplazando para terminar
acumulada
en el lugar más económico.
La naturaleza parece ser un error de Dios
me digo mirando al techo:
Mierda.
Se me soplaron las juntas.
Un lavarropas roto
Si el lavarropas no funciona
el teléfono con contesta
si el expediente no sale
si el kiosco está cerrado
las facturas duras
si la esposa no quiere
la amante impone condiciones
el jefe exige
la pelota pega en el palo
si el hambre no cesa
deberías pensar que
como señales divinas
insoslayables
esos síntomas
te hablan al oído.
Menos escondido de lo que parece
el hilo de Ariadna
el camino
la salida del laberinto
el mandala
(lo que vos quieras)
pueden encontrarse en el fin de la negación
en la aceptación de que el solenoide roto
la ausencia
la burocracia
las ganas de fumar
la oxidación de la harina
el sexo institucional
el sexo deportivo
la soberbia
el azar
y el deseo
son asuntos
que podrías conllevar
hasta con cara de felicidad
si te quedaras en casa
viendo en Geographic Channel
cómo un león africano
de 230 kilos
persigue a un ciervito de 35
y está en paz
simplemente
haciéndose cargo de
su naturaleza
y de su propio sino
sin intentar
(como vos, pedazo de papafrita)
meter un destornillador
Philips o Klein
en el enchufe del absoluto.
La tierra baldía
Ahora es un terreno vacío, un baldío.
17,32 x 40.
El acceso tiene un cerramiento de madera
tapado por carteles de oferta de productos de limpieza de Disco
y una promoción de Banda ancha.
Desde el colectivo se ven las medianeras desnudas
el comienzo de los tabiques que dividían los departamentos
las paredes pintadas de diferentes colores que
ahora
semejan un fresco callejero oculto a los ojos del peatón
pero desnudo al olvido.
En el fondo hay un cuadrado negro:
Ahí estuvo mi cuarto.
En lo que dura el semáforo
alcanzo a imaginar
algún clavo penitente
los agujeros de tarugos que sostuvieron la repisa de los libros
las muescas de la cabecera de mi cama
golpeando allí su fe
paradójica
en el futuro incierto.
Más allá
la pileta de cocina de doña Nelly
cuelga del cordón umbilical
como un fósil prematuro.
Mañana vendrán los muchachos, como todos los días.
Lindos pibes.
Vendrán de Liniers, de González Catán, del Once
de Barrio Norte, de las Cañitas.
Vendrán con sus bolsos de lona, sus tetra, sus cascos amarillos
su parrillas y diplomas de arquitectos.
Los Mamani, los Astudillo, los López Reboredo.
Vendrán con sus libretas sanitarias llenas de números y antecedentes
vendrán en el 146 o en sus camionetas doble tracción
a romper con el martillo, con la pala mecánica
a pegarle patadas en el culo a los fantasmas
a decir que nada ha pasado:
2 y 3 ambientes de gran categoría
piscina, gimnasio y lavadero en el edificio.
Visite de lunes a viernes de 8.00 a 18.00
Entrega: Diciembre del año del pedo.
Inmejorable ubicación. Libre de recuerdos
(DE POEMANÍA)
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