Julien Kilanga Musinde nació en REPÚBLICA DEMOCRÁTICA DEL CONGO el 30 de diciembre de 1950. Poeta, ensayista y profesor universitario. Ha publicado tres libros de poemas. Es doctor en Lengua y Literatura Francesa. Fue profesor de Lingüística y de Sociolingüística en la Universidad de Lubumbashi (1984-2004) y rector de la misma universidad entre 1990 y 1997. Desde 2004, es Director de Lenguas y Escritos de la Agencia Intergubernamental de la Francofonía, en París. También se ha desempeñado como Secretario General de la Sociedad Congolesa de Lingüistas y como Presidente de la Alianza Franco-Congolesa de Lubumbashi. Su profundo interés en las lenguas lo ha hecho manifestarse en ponencias y debates acerca de “Los derechos lingüísticos de los ciudadanos”.
EL FRUTO
Dulce y suave
¿De dónde vienes?
Agrio y melado
¿De dónde sales?
Fruto del árbol plantado,
hijo del grano que muere
Imagen de la obra consumada.
Agrio y dulce,
¿Conoces la obra de tus padres?
¿Reconoces el sudor de ese rostro
que brilla y al mismo tiempo
se consume?
Dulce y suave
¿De dónde vienes tú?
JUSTICIA HERIDA
Gracias, grito de victoria sin moderación
Gracias, espíritus pestíferos,
A la sombra de obras mezquinas
Ofreciendo en holocausto
La justicia de nuestros padres.
Felices son ustedes rostros apestados
Dejando ensombrecer la justicia herida.
Gracias de vuestro mirar sin color,
Por el pesado clamor nacido del silencio,
Por el vértigo bermejo de vuestro rostro,
Gracias oh justicia herida,
Por esta obra reducida al humo,
Por el adiós a decir
A las bellas iniciales de su nombre
A esta cabeza que se aloca
En la marcha hacia su agonía.
¡Silencio!
Silencio, ¡oh justicia!
El barro no apaga las estrellas.
Una ráfaga basta
La máscara se descubre,
Es una vida que pasa
Es una vida que se mira
Por la belleza que seca
Por el ser que estalla
En el antro quebrado.
Gracias, grito de victoria sin moderación
Gracias, espíritus pestíferos,
A la sombra de obras mezquinas
Ofreciendo en holocausto
La justicia de nuestros padres.
Felices son ustedes rostros apestados
Dejando ensombrecer la justicia herida.
Gracias de vuestro mirar sin color,
Por el pesado clamor nacido del silencio,
Por el vértigo bermejo de vuestro rostro,
Gracias oh justicia herida,
Por esta obra reducida al humo,
Por el adiós a decir
A las bellas iniciales de su nombre
A esta cabeza que se aloca
En la marcha hacia su agonía.
¡Silencio!
Silencio, ¡oh justicia!
El barro no apaga las estrellas.
Una ráfaga basta
La máscara se descubre,
Es una vida que pasa
Es una vida que se mira
Por la belleza que seca
Por el ser que estalla
En el antro quebrado.
DICHA
En los rostros del universo,
Te busco, dicha de mis sueños,
Bajo los muros sangrantes del crepúsculo,
Quisiera en llamas verte.
Dicha
Huida corriendo sobre las colinas tristes.
De los bosques frondosos, inflados.
¿Qué me dices bajo los coposos árboles?
¿Qué me dices a la sombra de ese sol,
Gris de cólera ante este espíritu
Sin esperanza?
¿Qué murmuras al oído
De ese rostro deplorado
Que besa su imagen
Al llamado de la cruz de su tumba?
En cada rostro del universo,
Te busco dicha de mis sueños
Dicha esparcida en el cielo de ámbar,
Flotando sobre el ritmo ligero
De dísticos antiguos.
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