Fuad Rifka nació en el Líbano en 1930. Es poeta, ensayista, traductor y uno de los principales innovadores dentro de la poesía moderna árabe. Ha sido profesor de Filosofía en la Universidad Libanesa Americana de Beirut y en la Universidad Estatal de Indiana. En 1957, fue uno de los fundadores de Shi’r magazine. En sus poemas, a menudo aparentemente sencillos, se esconde el pensamiento del sufí contemporáneo. Su poesía ha sido publicada en varias lenguas. Ha traducido 140 libros de poesía: del alemán al inglés, del árabe al alemán y del árabe al inglés. Ha traducido poetas alemanes al árabe, entre ellos Goethe, Hölderlin, Novalis, Rilke y Trakl. Ha publicado 16 libros de poesía y 4 de prosa. Algunas de sus obras son: Ancla en la bahía, 1961; La añoranza del umbral, 1965; La hierba agonizante, 1970; Signos del fin del tiempo, 1975; Ríos salvajes, 1982; Diario de un recolector de leña, 1989; La cesta del jeque derviche, 1990; Poemas de un indio, 1993; Van en solitario los mirlos, 1999. A lo largo de su obra poética, Rifka perpetuamente busca el “poema absoluto”. Él se abstiene radicalmente de la ornamentación. En breves, concisos versos, expresa tanto su amor por la naturaleza como su sentido de transitoriedad. Usando un lenguaje desnudo y esencial intenta penetrar las profundidades del significado más allá de las palabras mismas. "En toda mi poesía he estado escribiendo un solo poema, para conquistar lo más noble, la más noble claridad". Dos de los reconocimientos en poesía más importantes que ha merecido son los Premios Friedrich-Gundolf Award 2001, otorgado por la Academias Alemana de la Lengua y Mediterranean Award for poetry, 2008, en Italia.
CAMPESINO
Cada mañana hacia la pradera,
hacia la sombra de los granados,
hacia las fuentes de agua,
al fin del día hacia la cabaña,
se apoya la cabeza en el buey
y se duerme.
Él y el buey son amigos,
desde años se hacen viejos juntos,
mañana, cuando uno se vaya,
¡ay! ¿quién salvará al otro?
NADIE
En las ciudades de hierro y de los bancos
brillan solitarios los brotes,
maduran solitarias las parras,
van en solitario los mirlos,
vigila la nieve en solitario.
En las ciudades de los números
no hay nadie en la ventana
ni un cuerpo se apoya al otro.
LOCO
Después de la puesta del sol
se entregaba a la locura,
su provisión de viaje
un bastón, una vasija de piel con agua.
En su camino hacia los montes le ceñían las
serpientes,
le resguardaban las águilas,
le protegían los lobos.
Cuando llegó al monasterio,
sonaron las campanas.
Al muro un monje,
en sus arrugas
la hierba de la jungla.
Se acostó en su sombra;
cuando se despertó,
hablaba a las cosas,
en aquel momento se inclinaron los árboles,
y el agua se convirtió en vino.
LA RUINA DEL SUFÍ
En estos montes
desde hace treinta otoños,
con gavilanes y águilas.
su sombrero el sol y el viento,
sus cabellos las nubes
su vientre punto de reunión de animales
salvajes.
Está sentado inmóvil
en un sitio cubierto de musgo;
no cansado del sentarse
calla.
Dos piedras: él y la piedra.
SUEÑOS
Por la mañana sueña el atardecer
al atardecer sueña la mañana,
y entre el uno y el otro sueño
cierra los ojos y sueña.
Él sabe, quién no se fue al mar
en tiempos de tormenta,
nunca más irá al mar.
Cabeceará durante mucho tiempo
pero nadie llama a la puerta.
DESASOSIEGO
Delante de él el Este
a su derecha el Sur,
detrás de él el Oeste,
a su izquierda el Norte.
¿Adónde pues?
Cuando el camino le envuelve
y el bastón le acompaña,
¿cómo volver atrás?
El olor del invierno alarma al pájaro,
desasosiega los árboles.
Del libro Van en solitario los mirlos
Traducción Germain Droogenbroodt - Fco. Javier Barbero
OFRENDA
Ansío volver
A los campos verdes
Recién arados
A sembrar la historia del tiempo.
Oh amada, quisiera decir,
Que, antaño, partí
Dejando atrás mi pueblo.
Con una espiga de trigo en mi mano.
Y mi alma apagada.
Traducción de Jaime B. Rosa
EN EL FILO DE LA TORRE
La niñez que le amó
en los cauces de los ríos
la Mujer que le amó
en la oscuridad de las raíces
los Amigos que le amaron
en los barcos de las cenizas
los Poemas que le amaron
en los pinchos de la horca
En el filo de la torre
solo él está,
sin sombrero, ni abrigo
Traducción de Hussein Al-Duweiri
UNA ÚLTIMA PALABRA
Dices:
“Derroché mi primavera
y el fruto de mi verano,
derroché mi otoño
derroché mi invierno,
y en cada valle
se esparció mi vida.”
Dices:
“Portaré mi semblante y me iré,
puede que en montañas lejanas
haya nuevos aires.”
Y pasarás
por todos los territorios
por todos los valles,
y cuando ya sea demasiado tarde
lo verás todo
y sabrás que las montañas están lejos
siguen lejos,
y que se camino
es fuego, humo.
AGOSTO 2, 1984
¿Qué le ha sucedido
al recogedor de leña?
Antaño solía cantar
como un pájaro en la cima de una montaña
temprano en la mañana.
Pero ahora ya no habla,
se volvió mudo
como una piedra en una caverna.
¿Quién podra saberlo? Tal vez se cansó.
Cuando el río se cansa
se complace en las tierras planas
y en la oscuridad del mar.
EL TIEMPO
El tiempo es un guardián confiable.
Nunca se cansa,
nunca se retira,
nunca envejece.
A través de las edades,
cada vez que tañe la campana
despierta un cuerpo
y lo pone en el camino.
SUSURROS
A quien pasa
el río le susurra:
Yo soy el viaje.
Al río
el mar le susurra:
Yo soy el barco.
Al mar
la distancia le susurra:
Yo soy el capitán.
HIROSHIMA
En el principio fueron los elementos
y fue el amor,
así que se mezclaron.
Se convirtieron en un olivo
y Dios lo llamo Hiroshima.
Y a su sombra, durmió.
Al final del invierno
Dios se dijo:
Llega la primavera,
iré a los campos,
pues los azadones están calientes
y el deseo se estremece bajo el suelo.
Las edades pasaban
mientras Dios cultivaba la tierra
esparciendo semillas,
recogiendo las cosechas maduras.
En las jarras
vertía el vino, el aceite.
Una vez hecha la cosecha,
vio que todo era bueno,
y dijo:
Ahora es el tiempo del descanso.
Iré al olivo
pues su sombra es oscura y vasta.
En el camino
olió humo.
Miró hacia arriba
y vio al olivo ardiendo:
una sombrilla
un hongo se expandía,
el polvo borraba los rostros,
y sobre las aguas
soplaban los vientos de Sodoma.
ENTRE LA ALDEA Y LA CIUDAD
Hace mucho tiempo
se viajaba.
Las provisiones para el camino
eran el canto del gallo,
los pájaros de la neblina del ocaso,
el bastón de día,
la hoguera de noche.
Y ahora
los carros de acero
y los humos de la velocidad,
las hojas de los sentidos se han marchitado,
las ventanas del cuerpo se han cerrado.
LAS CONTRADICCIONES DE LA VIDA
Añora el hogar
y lo teme.
Añora los viajes
y los teme.
Añora la locura
y la teme.
Añora el destino
y lo teme.
Entre el golpe de un hacha y el otro
las canciones resplandecen.
EL ESCENARIO DE LA MEMORIA
Caras atraviesan
el escenario de la memoria,
tras una cortina de hierro
hilan telarañas.
Pero desde la oscuridad dentro del cuerpo
en el sagrado momento del silencio
una cara se asoma,
se acerca,
se posa en el ojo
y en el cielo del corazón
se convierte en las estrellas.
SERENIDAD
De las hojas de laurel y de albahaca
las suaves brisas,
De las fuentes en tierras escabrosas
los hilos de agua,
De las eras del sol
los rayos de sol,
De las manos de la tierra
las rosas.
Lejos de las bocanadas de las chimeneas
y de las columnas de humo,
aquí en estas montañas
cocina raíces
y se viste de follaje.
PALIDEZ
¡No por el hambre
no por la sed
no por el frío
no por el amor
no por estar enfermo!
Es por el soplo de la brisa de la poesía
esta palidez,
amigo mío.
LA CIVILIZACIÓN
Fronteras,
retenes,
alambradas de púas,
pasaportes.
Y sin embargo hasta los confines de la tierra
sin paredes,
la golondrina la atraviesa
y el zorro corre de aquí para allá.
DIOS DEL TIEMPO
Incesantemente construyes
tu casa dentro de nosotros,
piedra sobre piedra.
Te elevas como distantes follajes de árboles
en busca del borde del cielo,
y brillas, estrella verde en el aire verde.
Con las manos a la deriva
nos dormimos.
Todavía,
abriéndose paso en las arboledas de la noche
tejes nuestro mundo,
débilmente,
¡Oh, Dios del Tiempo!
INTRODUCCIÓN
Sin fin apuntas
hacia una estrella,
hacia las páginas del poema
en tus ojos, una nube
de las pinturas de lo profundo
de una nueva tierra.
Pero la vida se estrecha en torno tuyo,
el poema
te tienta para siempre,
y la linterna se rompe,
gastada por el tiempo.
SATISFACCIÓN
Al comenzar los días…
Iba a sus campos cada mañana
Su camisa, los pliegues de la tierra,
sus zapatos, las grietas del tiempo.
Al comenzar los días…
y luego a su casa cada tarde,
en una silla de madera
el pan y el vino sagrados.
UN PARPADEO
Un roble marchito
piensa en su vecino verde.
Un roble verde
piensa en su vecino marchito.
Entre los dos se levanta el telón.
UNA FLOR
Desde el fondo
del pozo en el campo
surge una flor.
Desde la superficie del pozo
las cejas revelan
una isla para las abejas.
SED
Da un traspiés.
Se mira los dedos,
las arrugas de las manos,
el bastón.
En sus dedos crujientes:
una sed de sol
de fuego en el hogar.
UN ROBLE
En el roble de su vida
abundan las hojas.
Las cuenta,
avergonzado por los amigos que pasan
y por sus nietos.
Año tras año,
la fiesta de la muerte,
y no se muere.
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