Javier Naranjo Moreno. Nació en Medellín (Colombia) en 1956. Poeta, director de talleres de poesía. Ha publicado los libros de poesía Orvalho (Ojo Editorial, Medellín, 1990), Silabario (Universidad de Antioquia, 1994) y Lugar de cuerpo ciego (Universidad del Valle, 2006); y el libro Casa de las estrellas (Universidad de Antioquia, 1999 y Editorial Alfaguara, 2005), que es una recopilación de expresiones infantiles. Dirigió por nueve años la Casa de La Cultura de El Carmen de Viboral, ha sido docente en áreas afines a la creación literaria, y tallerista en promoción de lectura y escritura creativa.
Fiesta en casa
En esta casa
todo lo que llega
se afantasma
y entonces no llega
o llega sin poner pie
y apenas un remedo de voz
sostiene
hilo delgado
y atento
a encontrar al otro lado
abismo
y bailamos:
formas de química azules
entre las patas
de los muebles
y entre las mesas
y en las copas firmes
en su certeza
bailamos el baile de la inexistencia
donde ningún pie tropieza
La vida
La vida es la que amontona
los platos sucios
en la cocina
la vida que come
que gasta
que no respeta
lo que se sirve
y va a ser devorado
Carreras
Una carrera es una cosa maravillosa
pero no sirve para acurrucarse
contra ella en una noche fría
Marilyn Monroe
Todos estamos de carrera
todo se debe a ella
nuestros gestos
las palabras
cualquier tentativa de ir hacia algo
es de carrera
carrera urgente hacia la nada
carrera de cuervos
que se arrancan los ojos
¿y después
del gran
del mejor
del que bucea en su lago interior
y se contempla el rostro
solo
en su pozo
y apesta?
……………………………………
El que nada se oye
en una alberca de sombra
Xavier Villaurrutia
Y no saber
si esa
es la mujer que amo
y no saber que amo
la risa
el desenfado
abandona la alberca
que soy
y se presenta a todo
con mi nombre
…………………………………….
Encender lo que se niega
Toda la luz se ha ido
en esta casa
ningún deseo la invoca
y ni la mano
pulsa
la orden correcta
encender lo que se niega
toda la luz
en un vacío
que no puede uno
penetrar
toda la luz
es exigua
pequeña
extraviada
y en los vericuetos
que ella entrega
y opone
nosotros
……………………………………………….
Dádiva
Lo que el día
puede hallar
para nosotros
abandonarse
morir
como en la hierba
un sol último
………………………………………
Cuerpos
El que naufraga
dando tumbos
en la noche
en el cuerpo
del sueño el que queda
anclado
* * * * *
«Cada minuto el último minuto» Denise Levertov
Lamer
lo que me ha sido
dado
como las bestias
que descienden
al agua lenta
de la vega
* * * * *
Toda la luz se ha ido
en esta casa
ningún deseo la invoca
y ni la mano
pulsa
la orden correcta
encender lo que se niega
toda la luz
en un vacío
que no puede uno
penetrar
* * * *
toda la luz
es exigua
pequeña
extraviada
y en los vericuetos
que ella entrega
y opone
nosotros
Baile de dos
El primer paso
en un baile de dos
alguien tiene
que darlo
la mano tímida
que busca
una mano
los pies
que deben encontrarse
pero no tropezar
el lento
juego de los cuerpos
el tanteo
para no hallar abismo
Hijos
Uno
los protege
de morir
uno les evita
el agua ciega
el agua
en la que ciegos
se abandonan
uno los alimenta
los disputa
al rostro
que los sigue
a la boca
ávida
que los llama
Los sin amor
Los sin amor
se acuestan a dormir
como a lo único
que pueden abrazar
los sin amor
aman el sueño
porque ahí
corretean libres
al otro día de lo atado
uncidos
al yugo de lo variable
cabecean prodigiosos
los sin amor
para hundirse
en su propia pavura
y sola saciedad
* * * *
Que la muerte
no venga
a acezar aquí
entre los cuerpos
que ellos solos
quieren devorarse
sin que otra boca
voraz
los halle
* * * *
Lo que el día
puede hallar
para nosotros
abandonarse
morir
como en la hierba
un sol último
ORDEN MUDO
“atención extrema a lo que se oye
y al cuidado máximo
puesto en el olvido de sí mismo”.
Emilio Adolfo Westphalen.
Afuera sobre el mantel de la mesa hay insectos muertos. Los cojo y los arrojo al suelo, no sea que en el orden mudo de la superficie, su muerte disuene. Cierro la puerta, me persigue el afuera que acabo de ver en todo lo que titila lánguido y empecinado. En los bombillos que defienden y guardan las casas de toda acechanza de lo oscuro. Cierro la puerta, la noche se arrastró conmigo, hincó su diente mórbido en mi pierna y ahora está al lado y mueve su cola. Doy vueltas en los cuartos, pongo música, suena algo delicado, veo los cuadros, el caminar de todo lo que entrega sentido: Yo.
Quiero tener momentos de comunión y que escribir sea un accidente. Las flores en las escalas, la sala sombría cuando nadie la habita, la sala que reclama. Los trastos en la poceta, luces. Todo lo que es voracidad.
EROSIÓN DEL YO
En la mesa del comedor, mi padre y yo vemos cómo mi madre desespera por hallar las palabras que saben decirla, el acuerdo entre la voluntad de pensar algo y lo pensado. La necesidad de que la conversación entre uno y uno no se extravíe.
Pero el encuentro es difícil, y alguno de los dos que es uno mismo, girará en un carrusel donde espera que el otro lo reciba. Y en la cabeza de mi madre se den un beso largo lo que busca y lo buscado. Y sean ella felices las dos, para que en la mesa recuperemos la cara de que todo está bien. Los rostros tranquilos del entendimiento.
EL ENAJENADO
Salir de sí para que la cárcel de verse cese.
Para el olvido, y ser todo, nadie y ninguno.
La embriaguez de no llamarse, de no decirse,
para que el silencio ocupe.
Ah,
y respirar.
Ah,
y respirar.
CONDICIÓN DEL AJENO
Me gusta llegar a un cuarto que no tenga nada mío, ni un cuadro, ni una sábana, mis huellas, ni mi olor. Me gusta saber que nada ahí es mío.
Todo es apenas el rato que duermo en lo provisorio. En la madrugada oigo pasos al otro lado de la puerta, el piso de madera retiembla y afuera en el lavamanos una boca anónima escupe.
Me gusta de ese cuarto de hotel el poco nombre que tiene, los todos nombres que tiene.
Reclino la cabeza en donde tantos la han reposado, y pensaron y sintieron la nada que hay de ellos en todo.
TELÉFONO
A veces sólo nos queda la noche para encontrarnos y decirnos y hablar desde el hilo que se tiende inseguro de oreja a oreja, de laberinto a laberinto del oído.
Puente endeble que cruza acantilados.
Y en las torres almenadas de las cabezas, ejércitos que se disputan el precario territorio del entendimiento.
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