Djuna Barnes nació el 12 de junio de 1892 en Nueva York, Estados Unidos. Hija de una mujer inglesa y de un escritor poco exitoso llamado Wald Barnes. Su abuela, Zaled Barnes Gustafson fue escritora feminista y periodista y junto con su padre le inculcó el interés por las artes y la escritura. **No tuvo una educación formal porque su padre creía que el sistema público era inadecuado, y por lo tanto sentía que la enseñanza en el hogar era mucho más beneficiosa.
En 1909 fue dada en matrimonio al hermano de la segunda esposa de su padre. Inmediatamente después del matrimonio Barnes dejó su hogar y comenzó a trabajar escribiendo historias y haciendo bosquejos en color para diferentes diarios de N.Y. Durante los años de 1910, Barnes tuvo varias relaciones con hombres y puede haber estado involucrada sexualmente con mujeres. Se cree esto ultimo por el subtexto lésbico de sus poemas y cuentos cortos de la época, tales como “The Book of Repulsive Women: 8 Rhythms and 5 Drawings” (1915) y “Paprika Johnson” (1915).
En 1920 Djuna Barnes se asentó en París junto a su pareja la escultora y dibujante Thelma Wood. Estando en parís Barnes fundo una comunidad internacional de escritura y además una comunidad lésbica bastante dinámica, **estuvo inmersa en la escena modernista parisina, donde hizo amistad con Natalie Barney y Peggy Guggenheim. Este círculo de mujeres, que incluyeron escritoras como Janet Flanner, Dolly Wilde y Gertrude Stein, llegó a ser conocido como La Academia de Mujeres. Ladies Almanack de 1928, es una sátira juguetona de esta comunidad y el primer texto en el que la imaginación lésbica de Barnes se dirigió a un proyecto literario.
En 1931 después de el rompimiento con Wood, Barnes dejó París para pasar algunos años en Inglaterra. Fue en ese país donde escribió su trabajo más conocido “Nightwood” (1936).
Unos años después, en 1939 más exactamente, Djuna Barnes volvió a N.Y. donde vivió hasta su muerte en 1982.
Verso
Si alguien pregunta «¿cómo es enamorarse
De una que no puedes desechar,
al ser ella más joven?»
Cómo debería ser, contestamos,
Cómo debería ser, contestamos,
quién puede probar que
La caída del diente de leche en la lengua,
Es ya suficiente otoño en la boca.
(¿Los jóvenes?)
Transfiguración
El profeta cava con manos de hierro
En las inestables arenas del desierto.
El insecto vuelve a su larva;
Retorna a semilla la rosa trepadora.
Como humo hasta la vacía garganta de Moisés,
Irrumpen todas las palabras que dijo.
El cuchillo de Caín retira la estocada;
Abel se levanta del polvo.
Pilatos no puede encontrar su lengua;
Desnudo está el árbol del que Judas colgó.
Lucifer clama desde la tierra;
Cristo cae a su muerte.
A Adán vuelve la fastidiosa costilla;
Una criatura solloza en su flanco.
La extensión del Edén es espesa y verde;
El bosque se agita, no se ve una bestia.
Desencadenado, el sol, con rabiosa sed,
Alimenta al último día con el primero.
¡Ay, Dios mío!
¡Ay, Dios mío, qué es lo que amamos!
¿Esta carne puesta en nosotros
La caída del diente de leche en la lengua,
Es ya suficiente otoño en la boca.
(¿Los jóvenes?)
Transfiguración
El profeta cava con manos de hierro
En las inestables arenas del desierto.
El insecto vuelve a su larva;
Retorna a semilla la rosa trepadora.
Como humo hasta la vacía garganta de Moisés,
Irrumpen todas las palabras que dijo.
El cuchillo de Caín retira la estocada;
Abel se levanta del polvo.
Pilatos no puede encontrar su lengua;
Desnudo está el árbol del que Judas colgó.
Lucifer clama desde la tierra;
Cristo cae a su muerte.
A Adán vuelve la fastidiosa costilla;
Una criatura solloza en su flanco.
La extensión del Edén es espesa y verde;
El bosque se agita, no se ve una bestia.
Desencadenado, el sol, con rabiosa sed,
Alimenta al último día con el primero.
¡Ay, Dios mío!
¡Ay, Dios mío, qué es lo que amamos!
¿Esta carne puesta en nosotros
como un guante arrugado?
Huesos tomados deprisa de alguna lujuriosa
Huesos tomados deprisa de alguna lujuriosa
cama,
Y por ímpetu, el empujón del diablo.
Qué es lo que besamos con prisa,
Esta boca que busca la nuestra, o aún más ese
Pequeño ojo lastimoso en la engañada cabeza,
Como si lamentara aquello que a nosotros
Y por ímpetu, el empujón del diablo.
Qué es lo que besamos con prisa,
Esta boca que busca la nuestra, o aún más ese
Pequeño ojo lastimoso en la engañada cabeza,
Como si lamentara aquello que a nosotros
nos falta.
Este pálido, este más que anhelante
Este pálido, este más que anhelante
oído atento
Que oye de la lastimosa boca el suave lamento,
Para marcar la silenciosa y la angustiada caída
De aún otra caliente y deformada lágrima.
Brazos cortos y magullados pies muy separados
Para caminar eternamente con nosotros
Que oye de la lastimosa boca el suave lamento,
Para marcar la silenciosa y la angustiada caída
De aún otra caliente y deformada lágrima.
Brazos cortos y magullados pies muy separados
Para caminar eternamente con nosotros
desde la salida.
¿Ay Dios, es esta la razón que amamos
No son tales cosas golpes mortales al corazón?
Ocaso de lo ilícito
Tú, con tus largas y vacías ubres
Y tu calma,
Tu ropa blanca manchada y tus
Fláccidos brazos.
Con dedos saciados arrastrándose
En tus palmas.
Tus rodillas muy separadas como
Pesadas esferas;
Con discos sobre tus ojos como
Cáscaras de lágrimas,
Y grandes lívidos aros de oro
Atrapados en tus orejas.
Tu pelo teñido cardado a mano
Alrededor de tu cabeza.
Labios, mucho tiempo alargados
¿Ay Dios, es esta la razón que amamos
No son tales cosas golpes mortales al corazón?
Ocaso de lo ilícito
Tú, con tus largas y vacías ubres
Y tu calma,
Tu ropa blanca manchada y tus
Fláccidos brazos.
Con dedos saciados arrastrándose
En tus palmas.
Tus rodillas muy separadas como
Pesadas esferas;
Con discos sobre tus ojos como
Cáscaras de lágrimas,
Y grandes lívidos aros de oro
Atrapados en tus orejas.
Tu pelo teñido cardado a mano
Alrededor de tu cabeza.
Labios, mucho tiempo alargados
por sabias palabras
Nunca dichas.
Y en tu vivir todas las muecas
De los muertos.
Te vemos sentada al sol
Dormida;
Con los más dulces dones que tenías
Y no has conservado,
Nos afligimos de que los altares de
Tu vicio reposen profundos.
Tú, el polvo del ocaso de
Un amanecer húmedo de fuego;
Tú la gran madre de
La cría ilícita;
Mientras las otras se encogen en virtud
Tú has dado a luz.
Te veremos mirando al sol
Unos cuantos años más;
Con discos sobre tus ojos como
Cáscaras de lágrimas;
grandes lívidos aros de oro
Atrapados en tus orejas.
La soñadora
Cae la noche, en oscurecidas formas
Nunca dichas.
Y en tu vivir todas las muecas
De los muertos.
Te vemos sentada al sol
Dormida;
Con los más dulces dones que tenías
Y no has conservado,
Nos afligimos de que los altares de
Tu vicio reposen profundos.
Tú, el polvo del ocaso de
Un amanecer húmedo de fuego;
Tú la gran madre de
La cría ilícita;
Mientras las otras se encogen en virtud
Tú has dado a luz.
Te veremos mirando al sol
Unos cuantos años más;
Con discos sobre tus ojos como
Cáscaras de lágrimas;
grandes lívidos aros de oro
Atrapados en tus orejas.
La soñadora
Cae la noche, en oscurecidas formas
que parecen
Tantear, con misteriosos dedos
Tantear, con misteriosos dedos
hacia la ventana -luego-
Descansan en el dormir, envolviéndome,
Descansan en el dormir, envolviéndome,
como en un sueño
Fe mía -¡que yo pueda despertar!
Y gotea la lluvia con el mismo triste,
Fe mía -¡que yo pueda despertar!
Y gotea la lluvia con el mismo triste,
insistente ritmo.
Temblando a través del vidrio, inclinándose
Temblando a través del vidrio, inclinándose
lacrimosa,
Y suave golpetea, como pequeños
Y suave golpetea, como pequeños
pies temerosos.
Fe mía -¡qué tiempo este!
El plumoso fresno aletea; allí sobre el vidrio,
El fuego moribundo lanza un parpadeante
Fe mía -¡qué tiempo este!
El plumoso fresno aletea; allí sobre el vidrio,
El fuego moribundo lanza un parpadeante
rayo fantasmal,
Y luego se cierra en la noche y la lluvia cae suave.
Fe mía -¡qué oscuridad!
Descontento
En verdad, cuando me paro a pensar
Que con cuerda de cáñamo yaceré
Y luego se cierra en la noche y la lluvia cae suave.
Fe mía -¡qué oscuridad!
Descontento
En verdad, cuando me paro a pensar
Que con cuerda de cáñamo yaceré
ovillada a la cama,
Consciente de que las nacientes lágrimas
Consciente de que las nacientes lágrimas
de las plañideras
Son meras salpicaduras marinas de la agitada
Son meras salpicaduras marinas de la agitada
cabeza,
Entonces, como la ardilla que pelea
Entonces, como la ardilla que pelea
con su nuez,
Con mi acopio para el invierno
Con mi acopio para el invierno
disputo mi territorio,
Para que ninguno pueda hurgar
Para que ninguno pueda hurgar
dentro y compartir mi pan
Sátiras (Al retirar la Imposición...)
(Al retirar la Imposición de manos).
Tendría que haber jardines en este parlamento
de moscas
Y este viejo tonto, mientras vive el tiempo
Como si fuera su gimnasio -no sobrevivirá
¿Por qué debe hacerlo?, grave en su terror
Vuelve a Jesús hacia adentro.
Versión de Osías Stutman y Rosa Lentini
Una víctima es un estado de declinación
Hay esa verdad que sólo la víctima saborea,
Cuando es joven, y aún toda impregnada de lluvia,
El triturar la pulpa del níspero en la lengua
Que, sin embargo, deshace la boca-
En una vigilia de la tierra
Imbuida de algún tema más importante
Y algún acuerdo más tardío-
Pero en una palada de la tierra
Y de algún tema sutil imbuida,
El vencedor ofrece a la víctima, su Madre.
Ataviado de sigilo,
Doblegado y sacudido por la carnicería (la risa)
Camina alejando de sí, en sí mismo sus huesos.
Versión de Osías Stutman y Rosa Lentini
Llorado (Y otros preguntan…)
Y otros preguntan. ¿Cómo es ser poseída
Por una que no puedes retener, al ser ella vieja?
No hay pájaro en mi ojo construyendo un nido
Para una novia que tiembla contra el frío,
Ni hay allí una garra que pueda detenerla
-Yo evito que la pezuña pise su aliento-
La enmarañada señal que cuelga ensuciando
Sátiras (Al retirar la Imposición...)
(Al retirar la Imposición de manos).
Tendría que haber jardines en este parlamento
de moscas
Y este viejo tonto, mientras vive el tiempo
Como si fuera su gimnasio -no sobrevivirá
¿Por qué debe hacerlo?, grave en su terror
Vuelve a Jesús hacia adentro.
Versión de Osías Stutman y Rosa Lentini
Una víctima es un estado de declinación
Hay esa verdad que sólo la víctima saborea,
Cuando es joven, y aún toda impregnada de lluvia,
El triturar la pulpa del níspero en la lengua
Que, sin embargo, deshace la boca-
En una vigilia de la tierra
Imbuida de algún tema más importante
Y algún acuerdo más tardío-
Pero en una palada de la tierra
Y de algún tema sutil imbuida,
El vencedor ofrece a la víctima, su Madre.
Ataviado de sigilo,
Doblegado y sacudido por la carnicería (la risa)
Camina alejando de sí, en sí mismo sus huesos.
Versión de Osías Stutman y Rosa Lentini
Llorado (Y otros preguntan…)
Y otros preguntan. ¿Cómo es ser poseída
Por una que no puedes retener, al ser ella vieja?
No hay pájaro en mi ojo construyendo un nido
Para una novia que tiembla contra el frío,
Ni hay allí una garra que pueda detenerla
-Yo evito que la pezuña pise su aliento-
La enmarañada señal que cuelga ensuciando
un hilo,
El que la une al mundo terrenal. Yo contesté
en un suspiro
Mantengo una mujer, como todos lo hacen,
nutriendo la muerte.
Versión de Osías Stutman y Rosa Lentini.
A una de otro humor
¿Oh amada querida, debería dejar
De mirarte, siempre con ojos húmedos,
Y quejumbrosos besos de estos labios
El que la une al mundo terrenal. Yo contesté
en un suspiro
Mantengo una mujer, como todos lo hacen,
nutriendo la muerte.
Versión de Osías Stutman y Rosa Lentini.
A una de otro humor
¿Oh amada querida, debería dejar
De mirarte, siempre con ojos húmedos,
Y quejumbrosos besos de estos labios
donde yace
Más miel que en tus áloes? ¿Debería romper
Aún más oscuras hierbas,
Más miel que en tus áloes? ¿Debería romper
Aún más oscuras hierbas,
y suspirando no perder de vista
Con fingida lamentación y gritos temerosos,
Rodeándote lentamente con blasfemias
Porque estaría bailando? No, me falta
La necesaria torpe salmodia
Con fingida lamentación y gritos temerosos,
Rodeándote lentamente con blasfemias
Porque estaría bailando? No, me falta
La necesaria torpe salmodia
de la desesperación.
No resuena en mí tu sombrío humor,
No está en mi corazón. Ni en ningún lugar
Dentro de mi carne, la misma carne
No resuena en mí tu sombrío humor,
No está en mi corazón. Ni en ningún lugar
Dentro de mi carne, la misma carne
que enamoraste.
¿Entonces para qué aflojar mi trenzado pelo
Ocultando mis ojos, y pretender que cavilo?
Versión de Osías Stutman y Rosa Lentini
Discante
Su madre dijo
(La que se ocultó mucho tiempo en su madre)
"Yo soy el lugar del nacimiento y los muertos."
"En efecto" dijo él
"Que así sea;
Cedamos cada uno al otro nuestro tigre."
Versión de Osías Stutman i Rosa Lentini
¿Entonces para qué aflojar mi trenzado pelo
Ocultando mis ojos, y pretender que cavilo?
Versión de Osías Stutman y Rosa Lentini
Discante
Su madre dijo
(La que se ocultó mucho tiempo en su madre)
"Yo soy el lugar del nacimiento y los muertos."
"En efecto" dijo él
"Que así sea;
Cedamos cada uno al otro nuestro tigre."
Versión de Osías Stutman i Rosa Lentini
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