RURIKO MIZUNO
Nació en Tokio, en 1932. Se graduó en el Departamento de Literatura Francesa, Facultad de Letras, en la Universidad de Tokio. Reside en la ciudad de Yokohama. Miembro de la Asociación de Poetas Contemporáneos de Japón, de la Asociación de Poetas de Yokohama y del Pen Club de Japón. Miembro de la revista de poesía Hyoutan (Calabaza).
Entre sus poemarios destacan: La enciclopedia ilustrada de los animales (1977), La isla de Hänsel y Gretel (1983, Premio del Sr. H), El caballo de Rapunzel (1987), Hermana menor de los ojos avellanados (1999), Mondaorejas de ballena (2003) y Noche de la marca conejo (2003, poemario en CD-ROM). Ha traducido al idioma japonés: Décimas. Autobiografía en versos, de Violeta Parra (1987) y una serie de libros ilustrados, Ungeheuerlich (Ana y el dragoncito verde) de Klaus Baumgart (1992). También ha publicado el libro de ensayos Las veintitrés jóvenes que hablan de sus madres (1991) y un volumen que contiene poemas y ensayos, titulado Para las mujeres matriarcales, entre otros.
Se han incluido en el libro Th e Secret Island And Th e Enticing Flame (La isla secreta y la llama seductora) (marzo de 2009, Cornell University, New York) de Edwin A. Cranston, sus poemas traducidos al inglés y un comentario sobre ellos, titulado “Th e Dark At Th e Bottom of Th e Dish –Fishing for Myth in the Poetry of Mizuno Ruriko (La Oscuridad en el Fondo del Plato– Pesca del mito en la poesía de Ruriko Mizuno).
EL CABALLO DESBORDANTE
Es un terreno fangoso de primavera.
De la superficie nacen caballos,
con brío, como los melones que se maduran.
Cuando flamean sus crines,
se mueven como cachipollas...
Se meten en mi sueño,
y atraviesan todos los rincones,
dejando una sensación de fuelle vivo...
(Hay un caballo que, borrado en un recodo,
se convierte en una mata amarga de ortiga).
Yo siempre pensaba que
la primavera llegaba así de afanada.
(Al desplazarme en medio del sueño,
dándome vueltas, uno de mis ojos
reconoce una luz de la casa vacía que desconozco,
y el otro una vela encendida
que se consume al lado de la cama,
tambaleante).
De muchas partes,
se levanta el aroma vegetal hacia la ventana,
y ahí al lado, desamparado,
relincha un pequeño caballo.
(Acaso... ¿le di agua?),
me quedé con la duda.
La sensación de pelaje... parecida a la costra del árbol,
la llegada de los caballos... tan abrupta.
La tierra se crispa como pellejo...
En el sueño de primavera
se extienden pisadas dispersas de los caballos
que no volverán jamás.
(2007)
EL REPOLLO PRIMAVERAL
Aunque de parte en parte
se han dispersado en el aire,
al subir la escalera larga,
tejida con fi bras de yerbas,
se ve el interior del repollo
a través del resquicio del cielo.
Si es en primavera,
al fondo del establo verde,
los caballos
incuban como polillas.
Los cascos transparentes
rascan con insistencia
el interior de la cáscara del huevo,
y los tentáculos en forma de plumas
se estiran hacia el cielo.
(El día del repollo es interminable...)
Gira el sol trigueño.
Sobre el corazón grueso
se sienta un hombre pequeño.
Se ve algún objeto en sus manos cerradas con
distracción...
¿Será una trompeta?
¿O un látigo?
Mientras el hombre está de guardia por cien años,
el repollo aún se va madurando despacio.
Con el oído aguzado,
escuchas sin cesar el sonido con que las hojas se envuelven
en algún lugar de la bóveda celeste,
y el corazón del repollo
permanece en la oscuridad de la nebulosa
(1987)
EL UNIVERSO LECHUGA
En la penumbra del sueño
se vislumbra el cielo color yerba.
Los objetos interplanetarios con color verde claro
forman torbellinos vehementes,
y luego se inclinan como soñando
para coagularse en estrellas parpadeantes
que llenan el cielo.
Ese es el universo lechuga en estado primordial...
En esas estrellas
todavía no se han instalado las mesas de los humanos,
ni se han sembrado las semillas del apetito...
Las lechugas, que todavía no toman formas vegetales,
se arraigan con elementos químicos
en el terreno de las plantas oscuras
como permeándolas.
(Sin embargo, ya en ese instante,
revolotea una polilla en la bóveda celeste,
intentando poner nebulosas de huevos
sobre una hoja medio enrollada con ternura...)
¿Desde cuándo sería?
Una oruga azul
mastica con chasquidos rítmicos
el interior de la lechuga,
llenando el intestino verde claro
de la penumbra cósmica
sin cesar.
(1999)
EL CIELO DE LA NEVERA
Un bocadillo de invierno en un plato
en cuyo extremo
sin cesar
está nevando.
(El mundo es mítico.)
Una noche así,
en un rincón del cielo,
agoniza un gigante,
con su campo de cultivo manchado de sangre...
Una noche así,
en el revés de las estrellas
el sol del ocaso burbujea susurrante,
mientras la madre difunta da a luz un bebé
sobre la sábana ondulante color rosado.
(El mundo gira varias veces).
Cierro la puerta,
y en la cocina, lejos de la bóveda celeste
lavo las fresas del invierno pleno.
Bajo el encierro del cielo nocturno,
el plato helado
se atrasa
en el sueño.
(1999)
LOS HUEVOS
Mamá apaga en la cocina el incendio de mediodía; dentro del horno queda el rescoldo del cielo anaranjado; debajo del cielo hay una mesa, donde papá come de espalda un omelet, mostrando un crepúsculo profundo. Mamá arranca el rescoldo de la hoja de almanaque; anda descalza; bajo la sombra del delantal gris los pájaros ponen huevos sin cesar; se asoma la luna dentro del nido.
Los niños sueñan en el huevo; no se sabe dónde están las cejas y los labios, tan borrosos que no se distinguen de las nubes y ramas lejanas; dentro del huevo reina la oscuridad verde; los niños repiten con las extremidades cortas el mismo ejercicio de nacer; unos están a punto de convertirse en serpientes, otros en peces; sus cuerpos ya se ven oscuros.
Abuela atisba el interior de los huevos; sus dedos se ven transparentes bajo la luz lunar; en un huevo llueve sin parar; en otro pululan helechos; en otro hay un torbellino de arena; cada uno tiene un paisaje distinto; pero se ven todos iguales cuando abuela los coloca en el sitio original; juntándose con discreción, se inclinan hacia el centro de la luna llena.
Papá se levanta arrastrando la sombra, que se asemeja al caballo mojado; el caballo no obedece; al lado de la ventana, papá, cansado, tropieza con los huevos, que se desmoronan uno tras otro con leves susurros; permanecen ambiguos los suspiros de los niños, pero papá, sin percatarse, se mantiene inmóvil, cabizbajo junto a la ventana; el caballo vuelve a la cama de la luna llena, pasando por encima de la sombra de papá.
(1983)
LA ISLA DE DORA
Me dijo mi hermano que fuéramos a buscar a Dora, que era un elefante de la isla, que quedaba cerca del atardecer. En el centro de la isla había un día vacío, y el cielo escondía el pueblo, que a su vez escondía las ventanas; mi hermano miraba hacia el punto por donde desapareció Dora en el bosque después de saltar de la ventana del hospital; Dora
era perseguida.
Me dijo mi hermano: Dora es un arquetipo infantil del mundo; se ven escalas musicales en forma de espiral, que se trasmiten del elefante al pájaro, del pájaro a la lagartija, de la lagartija a la concha, de la concha al ser humano; la serie infinita de vocales verdes se trasmite desde Dora para volver al oído de Dora, que escucha; el suave ritmo vocálico recorre el cielo esférico, sacudiéndonos la A interior, seduciéndonos la I viajante.
La isla fl uía hacia el fi n del verano; los elefantes perseguidos se enderezaron para convertirse en panes, látigos, sillas; sólo el recuerdo de Dora nos hizo cómplices; los dos seguimos caminando en medio de las extremidades redondas, botadas en todas partes; los elefantes perdidos se convirtieron en plantas verrugosas sobre el barranco; yacía un árbol seco de elefante en el cabo en forma de V; medio hundido en la
arena seca, el árbol nunca tiene anillos anuales ni da frutos; se ve como algo mineral; un día de viento oscuro, la playa se llenó con los gritos intermitentes de los elefantes.
Los adultos profetizaron la muerte de mi hermano; en el centro del cielo el mundo retumbó como un órgano roto; durante el verano mi hermano y yo nos arrimamos gradualmente al sitio donde estaban las orejas grises con vellos ásperos, siguiendo la pista a Dora; el camino se cortó
al margen del oído frío, cubierto por musgos; los pedazos de todos los sonidos y palabras familiares confl uyeron en una corriente de arena para luego desaparecer al fondo de la oreja grande en forma de jarra; el mundo se quedó en silencio y se disipó la pista de Dora.
En el vacío sonaba tan sólo el latido de mi corazón, que era el único ritmo que recorría el cielo; al lado de la muerte había tanta oscuridad como si se despertara de un sueño para ingresar en otro; los ojos de mi hermano se clavaban en mi rostro; miraban la ventana a mi espalda a través de mi cuerpo; la isla de Dora se hundía en el mar que espumaba en la ventana del crepúsculo.
(1983)
Poesía contemporánea del Japón Tetsuo Nakagami y Yutaka Hosono
Antología Coordinación editorial Gregory Zambrano
Los poemas incluidos en esta antología fueron traducidos por Ryukichi Terao.
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