viernes, 27 de agosto de 2010

WERNER ASPENSTRÖM [697]



Werner Aspenström



SUECIA.(1918-1997). Es el poeta nórdico que habla de la naturaleza como algo cercano al hombre, es el hombre preocupado por el medio ambiente y el poeta de los llamados sin voz, lo que le llevó a ser uno de los poetas más queridos de su país. Nacido en 1918 en Norrbärke, un pueblo del centro de Suecia, estudió en la universidad de Estocolmo, donde se licenció en literatura y teología comparada.
De joven se rodeó con otros destacados poetas de su generación, la llamada generación del pesimismo, imponiendo un canto particular que ha sido definido como el de los poetas de la melancolía. Pero Aspenström es un poeta distinto, único, porque no interpreta la realidad, sino que la muestra y la plasma con sus palabras claras y directas, cargadas de sutiles ambigüedades y saltos desconcertantes.
En sus poemas, donde presta su voz a tantas personas diferentes, Aspenström asume las contradicciones del hombre contemporáneo con múltiples registros y matices. Desde el compromiso personal con la historia que nos toca vivir, hasta el íntimo contacto que mantiene el poeta con la naturaleza de su región natal, el suave humor y la melancolía embargan finalmente su visión poética del mundo.
En su obra poética, notable por la invención de imágenes y situaciones novedosas, destacan libros como Snölegend en 1949, Unter Tiden en 1972 e Israpport en 1997. Escribió también piezas teatrales, varios volúmenes de cuentos, ensayo y literatura infantil. Creía en el hombre, amaba la vida, desconfiaba de las grandes palabras, escribió poesía y amaba a los gatos.




Amor

Cuaderno 2: Mientras tanto

Ella se preguntaba si podía acariciar al difunto.
La enfermera le dijo que podía.
¿No se envenenaba una de cadáver?
No, no se envenenaba.
Habían estado viendo una reposición en la tele,
él había hecho una profunda aspiración
y entonces había ...ocurrido.
Lo ideal sería que los dos nos fuésemos juntos
habían dicho muchas veces.
Ahora quedaba allí sola
como una rebanada de pan olvidada en el tostador.
Usted, enfermera, ¿me entiende?
La entiendo.
¿Tal vez podría lavarme la mano después?
Claro que podría.
Pero no es necesario ¿verdad?
No, no es necesario.
Bueno, pues voy a acariciarlo, sí, al difunto.



El ave

Cuaderno 2: Mientras tanto

¡Nadie pregunta ya por el ave Fénix,
tan hermosa y tan bien esmaltada
y que existe en tres tamaños!
Cada mañana descienden con sus aves
la empinada escalera que lleva al puerto,
con la esperanza de que atraque allí,
como antes, algún barco con compradores
y turistas de tierra firme .

¡Nadie,
por muy enérgicamente que gesticulen!

No faltan gentes con gran habilidad artesanal.
Podrían fabricar armas de fuego,
chalecos antibalas, máquinas tragaperras
y otras cosas que pide a gritos el mercado.

Por ahora siguen copiando,
cociendo y dorando el Ave,
que se levantará de sus cenizas.




En la esquina, camino de correos

Cuaderno 2: Mientras tanto

¿Desenchufó la plancha?
A ella suele olvidársele.
¿Cerró bien el grifo del agua?
En eso es bastante descuidada.
¿Ha escrito la carta?
¿Ha pagado el alquiler?
En la esquina,
camino de correos,
se le aparece un trigal,
ella cree ver claramente el saludo de las espigas.
Las recoge con la mirada,
las muele con sus ansias,
amasa en su cabeza un gran pan
y se lo come lentamente.
Después entra y paga el alquiler.



La cárcel
Cuaderno 2: Mientras tanto

1790, en el mes de mayo.

El preso que raspó con la uña.
El carcelero que comió del pan.

La rata que hacía crujir la paja
El monótono cascabel del corazón.

¡Cerrojos más gruesos que muslos de mujer!

Murieron y tú no estuviste con ellos.
Van a morir, madrugada tras madrugada
y nunca estarás con ellos.

Los hombres de la belleza y de las profecías
siempre están en la lejanía.

Sólo la temblorosa mariposa nocturna
encuentra la entrada a través de la reja.




La infinitud y el pan

Cuaderno 2: Mientras tanto

Enfermo en la cama, atado a dos tubos,
trato de imaginarme la infinitud.
Levanto el tejado del hospital
como el astrónomo abre de noche
la cúpula del observatorio.
La eternidad no ha cambiado mucho
desde la última vez que pensé en ella:
cabello blanco, sin arrugas, ni hombre ni mujer.
A lo lejos en la inmensidad de hielo de la infinitud
el astrónomo ve acercarse a alguien.
Es su mujer, que respira serena.
También respira lo que lleva en la mano,
un pan, recién horneado, con pasas de Corinto.

Södersjukhuset (Hospital del Sur) 28.09.96



La niña y la araña

Cuaderno 2: Mientras tanto

La manera de doblar el periódico del padre
revela su preocupación por la situación mundial.
Con el ruido que hace al fregar trata la madre
de silenciar sus propios pensamientos.
¿Quién se ocupa de la niña
que no puede dormir?
Una araña se ocupa de la niña
que no puede dormir,
se descuelga y se balancea como un péndulo
delante de ella— hasta que mece
su solitaria cabecita al mismo ritmo
y entra en la pequeña y bondadosa muerte.



La sardina en el metro


Cuaderno 2: Mientras tanto

No quiero lavarme con ese jabón.
No quiero lavarme los dientes con ese dentífrico.
No quiero dormir en ese sofá cama.
No me hace ninguna falta ese papel higiénico.
No me interesa esa póliza de seguros.
No pienso cambiar de marca de cigarrillos.
No tengo ninguna gana de ver esa película.
Me niego a apearme en Skärholmen.

La sardina quiere que la lata se abra hacia el mar.



Los remos

Cuaderno 2: Mientras tanto

Heredé una barca pero no tenía remos.
Elegí dos tablones sin nudos,
los dejé en la buhardilla a secarse.
Poco después se abrió la corteza de la tierra,
salieron demonios eléctricos,
arañas eléctricas y Dios sabe qué.
Treinta años después la corteza terrestre se cerró.
Le di la mano a la enfermera y le di las gracias.
Le di la mano al doctor y le di las gracias.
Me deseó un feliz viaje.
Vi bosquecillos, vi tractores rojos
que avanzaban a trompicones por campos amarillos.
Me sorprendió su número.
La verja de casa de mi padre estaba recién pintada.
Le di la mano a mi hermano e hice una reverencia
Le di la mano a mi cuñada e incliné la cabeza.
Bajé los dos tablones de la buhardilla
y me hice un par de remos.
Entonces me faltaba la barca.

Me senté en el resquebrajado embarcadero
y me puse a contar los años de mi vida.
Los arrojé a las golondrinas de mar
que se alejaron volando con ellos sobre los juncos
y los dejaron caer, uno tras otro,
como trozos incomestibles.



Los triunfadores

Cuaderno 2: Mientras tanto

¿Es que no va a acabar nunca la época bizantina
en que el emperador se sentaba en trono de oro,
los generales en sillas de plata,
en torno a mesas de crisólito
y hasta la servidumbre llevaba medallas al valor

y después de la cena se reunían todos
en los jardines de los señores de la guerra
para escuchar a los ruiseñores
que dominarán con su voz el silencio
de los campos de batalla
y el de las ciénagas y el de los desiertos

con sus recientes huellas de los vehículos
que retiran los despojos de soldados
y los restos de mujeres y de niños?

19 / 6/ 1991

día en que los soldados norteamericanos que volvían
de la guerra del Golfo desfilaron en Nueva York



Oruga medidora

Cuaderno 18: ¡Crea, creador!

Me asomo a mi hoja de cerezo
y oteo hacia mi eternidad:
hoy la eternidad es algo demasiado grande,
demasiado azúl y kilométrico.
Creo que voy a quedarme en mi hoja
midiendo mi verde hoja de cerezo.



Pueblo de montaña

Cuaderno 2: Mientras tanto

Una puesta de sol aterradoramente hermosa
hizo arder los cristales de las ventanas
y centellear los cántaros de la leche
en un pueblo de montaña austriaco,
visto desde el tren.
Seguramente tenían vacas allá arriba,
ovejas y cabras allá arriba,
perros fieles allá arriba,
soñaban de noche allá arriba
con precipitarse por abismos perpendiculares
y a diez metros de la tragedia
convertirse en golondrinas.



Puedes decírmelo

Cuaderno 2: Mientras tanto

Si Dios está en todas partes
y todo descansa en Dios...
Si la mariposa diurna aletea
en una luz divina
y la mariposa nocturna vuela a tientas
en una divina oscuridad,
si el hipopótamo se revuelca
en un barro divino...
Por qué se aferra el perezoso
con tan convulsiva firmeza
a la rama propiedad de Dios
en el árbol enraizado en Dios ...

¿Puedes decírmelo?

*

Si la nada es todo
y todo está en la nada...
Si, como Leonardo nos enseña,
fluyen fuerzas,
surgen obstáculos,
emergen remolinos,
y esos remolinos del río Arno
o los prismas del alma
danzan sólo su tiempo
y luego se apagan...
¿Por qué imita Leonardo
a los pájaros de la nada
en Toscana?
¿Por qué sueñan las rocas del Arno
con soltar amarras y navegar
hacia un puerto inexistente?

¿Puedes decírmelo?



Teoría de la alimentación

Cuaderno 9: El almodrote y otros poemas

Cuando la fantasía se ha hartado de fantasías
crece el apetito por lo real.
Ahora vuelve a saber bien el pan duro como la piedra.
Ahora casi nos contentamos con piedras.


Todas las traducciones son de: Francisco Uriz




Werner Aspenström

Por Enrique Saínz

La poesía sueca del siglo XX cuenta con nombres de talla universal, leídos y admirados en toda Europa, Estados Unidos y América Latina. Las obras de figuras como Pär Lagervist y Gunnar Ekelöf, ambos de la más alta jerarquía literaria, han enriquecido de manera notable la gran tradición de occidente y han llegado a constituirse ellas mismas en magníficos exponentes de una manera de escribir y de interpretar la realidad. Entre esos poetas que ostentan una obra de calidad y de fuerza expresiva está Werner Aspenström, nacido en 1918 en un pueblo de Suecia llamado Norrbërke. Su educación formal transcurrió, a sus inicios, en una escuela primaria como tantas y más tarde en un centro especial para campesinos con características que los destacaban en los estudios. La triste experiencia de la muerte de su padre y el dolor de su madre por esta pérdida y la de un hermano marcaron los primeros años de su vida, por lo que muy pronto el niño percibió esas formas del sufrimiento, pasos preliminares de una sensibilidad que posee, como uno de sus rasgos distintivos, el cuestionamiento de la existencia y cierto sabor irónico en su diálogo con la realidad. En la universidad de Estocolmo obtuvo el grado de licenciado en Literatura y en Teología Comparada. Por entonces, comenzó su obra con narraciones, poemas y artículos para la prensa. Su entrada en la creación artística estuvo matizada por posturas y gestos de índole política ante ciertos acontecimientos de la época, como la guerra de Corea, la que generó la iniciativa suya y de otros poetas (Artur Lundkvist, Karl Vennberg) de publicar un libro –Tercera posición– con sendos artículos de rechazo a Estados Unidos y a la Unión Soviética, en tanto representantes de la llamada Guerra Fría. Perteneció al grupo que redactaba la revista La década de los 40. En 1980 ocupó un asiento en la Academia Sueca, más tarde abandonado como protesta por la actuación de esa institución en el caso de las amenazas recibidas por Salman Rushdie de parte de ortodoxos islámicos. Recibió el título de Doctor Honoris Causa por la Universidad de Estocolmo como reconocimiento a su rica y dilatada obra literaria, constituida por obras de teatro, poesías, cuentos, ensayos y textos para niños ilustrados por él mismo. 

Su voz lírica, muy suya dentro de la propia tradición sueca y del resto de Europa, está reunida en varios volúmenes, entre ellos Snölegend (Leyenda de nieve, 1949), Litania (Letanía, 1952), Hundarna (Los perros, 1954), Dikter under träden (Poemas bajo los árboles, 1956), Om dagen om natten (De día de noche, 1961), Trappan (La escalera, 1964), Inre (Interior, 1969), Skäl (Razones, 1970), Under tiden (Mientras tanto, 1972), Ordbok (Diccionario, 1976), Tidigt en morgon (Una mañana temprano, 1980), Sorl (Susurro, 1983), Varelser (Seres, 1988), Enskilt och allmänt (Privado y público, 1991), Ty (Parque, 1993), Israpport (informe sobre hielos, 1997). Se ha señalado que la crítica de su país lo situó como representante del pesimismo que caracterizó a  la generación de 1940, década en la que comenzó a hacer su obra más notoria, cuyo volumen inicial fue el que apareció en 1949. Sin negar en sus mejores textos la presencia de esa visión pesimista que también se evidencia en creadores de otras latitudes, sometidos, en muchos casos directamente, a los rigores de la Segunda Guerra Mundial –como sucedió a los autores franceses profundamente marcados por una filosofía de la vida que tuvo su más sustantiva expresión en las corrientes existencialistas de la segunda mitad de aquel decenio–, la palabra poética de Aspenström es mucho más que esa negación de las posibilidades del ser humano. En su obra, salpicada en sus más ricas páginas por una lucidez que enriquece notablemente sus apreciaciones y juicios acerca de la cultura y de la historia, hallamos una fuerza extraordinaria, sustentada por lo que podríamos llamar el relato de su cotidianidad, de calidades excepcionales por la frescura y la intimidad que nos comunica ese diálogo del poeta con sus circunstancias inmediatas, familiares, personalísimas. Si nos detenemos en su entrega de 1949 veremos imágenes inquietantes y escucharemos un tono matizado por una leve angustia más que por el pesimismo o la conciencia de un destino fatalista. Ahí está quizá lo mejor de su expresión de esos años, en esa contención de una sensibilidad que se ha cuestionado la vida y que ha percibido de manera singular presagios ante lo indefinible de nuestras vivencias. Veamos este fragmento de uno de los poemas de su libro Leyenda de nieve, el titulado “Hay en el rostro de los durmientes”, la primera parte:



Hay en el rostro de los durmientes una evidencia
que nos atrae y nos horroriza al mismo tiempo.
Hay una sonrisa inalcanzable: ¿es
la sonrisa de las quimeras o la del niño,
alguien que se cree transportado por alas
o que ha sido transformado en piedra?
Abrimos con cuidado la puerta.
Nos inclinamos sobre los que duermen.
¿Por qué calles pasean ahora?
¿En qué tiempo?
¿Estás crucificado en sus sueños?
¿Has resucitado en esa constelación?
Intacta
impenetrable se extiende la superficie del mar.
Contemplar
no es hundirse realmente.
Nos levantamos. Nos vamos
para regresar de nuevo.
Hay en el rostro de los durmientes
una evidencia que nos persigue constantemente1



Las líneas sucesivas hablan de un enorme desastre natural que el poeta ha visto irrumpir con devastadora fuerza, pero a una distancia que nos protege, si bien está presente además como una potencia que nos amenaza y que puede destruir todo a su alrededor mientras las aguas avanzan. Esa presencia del mar inundando nuestros paisajes y nuestra vida posee una carga de angustia harto elocuente y se erige como algo frente a lo cual nada podemos hacer mientras estamos sumidos en un letargo apacible, como nos dice el propio autor de sí mismo en este momento: “y ahora estoy en la ciudad dormida”, y más adelante: “¡Queridos oyentes / querida bandada de jaspeadas palomas callejeras! / Les arrojo un puñado de palabras. / El tiempo ya está medio desperdiciado. / Pronto hasta yo me veré vencido por esta somnolencia”. Hay un angustioso contraste entre el inminente peligro y nuestro estado de sopor, de sueño, un desasosiego inquietante, porque mientras dormimos no somos capaces de percibir el horror que nos acecha, la presencia de la muerte sustentada en un desajuste irrefrenable. Pesimismo y miedo se conjugan en este poema como figuras aniquiladores contra las cuales es preciso reaccionar adquiriendo una lucidez que hemos perdido, una conciencia de nuestro estado y de nuestras circunstancias reales. Ese sabor trágico de sus primeros textos relevantes reaparecerá en lo sucesivo, pero de manera más atenuada, como una fatalidad inevitable, pero con menos capacidad imantadora. Entran entonces en sus páginas realidades nuevas, si bien son las de todos los días, ahora presentes con otro significado y con mayor frecuencia e intensidad.  

Diversas y cuantiosas son las alusiones a la realidad que el poeta tiene delante, al día a día, al paisaje y sus habitantes cercanos o lejanos, visto todo ello con una resignación escéptica y otras veces como si quisiese iniciar un canto a la naturaleza que no acaba de realizarse porque el poeta siente el peso de la fugacidad, una experiencia que alcanza quizá su más alto momento en un magnífico poema titulado “La pregunta infantil”, perteneciente al libro Porque (1993), donde leemos:



[…]

Si la aniquilación no existiese
yo debería sentir a  través de la fina suela de las sandalias
la respiración de los muertos.

[…]

En su jaula encristalada, a mitad de camino del cielo,
el operario de la grúa tiene mayor perspectiva que nosotros.
Con su largo brazo va apilando piso sobre piso.
Para el otoño la casa estará terminada.
Más adelante, cuando el empapelado se haya descolorido,
la pregunta infantil volverá a surgir:
¿adónde fue a parar la llama apagada,
hacia dónde corrió en su vestido amarillo,
seguida por cálidas sombras?



Las propias vivencias y la percepción de un vacío que el poeta no logra colmar con su angustiosa metafísica, de un dinamismo que le hace volver la mirada hacia reflexiones desesperanzadas y acontecimientos que entrañan muerte y aniquilamiento, han transformado la cosmovisión de este creador desde una fe más o menos profunda en su primera juventud hasta un escepticismo al parecer irredimible. Los estudios que cursó de teología comparada tenían, al parecer, más razones exclusivamente culturales que religiosas. En el poema “En relación con el Ser Grande”, perteneciente al libro Seres (1988), se nos evidencia su radical incredulidad en relación con la vida trascendente, convicción que se hacía perceptible a lo largo de toda su obra, en especial por la reiterada presencia de esos paisajes nevados, de blancura invasora, signos de una Nada de la que ningún credo podría redimirlo. Esta página elocuente, “La infinitud y el pan”, del que haya sido su último volumen de poemas, Informe sobre hielos (1997), confirma ese rasgo decisivo de esta poética. Allí nos dice Aspenström:



Enfermo en la cama, atado con dos tubos,
trato de imaginarme la infinitud.
Levanto el tejado del hospital
como el astrónomo abre de noche la cúpula del observatorio.
La eternidad no ha cambiado mucho
desde la última vez que pensé en ella:
cabello blanco, sin arrugas, ni hombre ni mujer.
A lo lejos en la inmensidad de hielo de la infinitud
el astrónomo ve acercarse a alguien.
Es su mujer, ella respira serena.
También respira lo que lleva en la mano,
un pan, recién horneado, con pasas de Corinto.



Conversacionalismo, juego, ironía, cotidianidad, escepticismo, lucidez, metáforas inteligentes, desolación, angustia, inquietudes políticas que en verdad son inquietudes profundamente espirituales en busca de un orden que pueda darnos un sentido de la vida menos desesperanzado, todo ello está presente en la obra poética de este autor que nos conmueve y nos lleva a reflexionar de un modo diferente acerca de nosotros mismos y de nuestro destino.

      

Nota:

[1] Para esta y las restantes citas de poemas utilizo la versión de Francisco J. Uriz que aparece en Werner Aspenström. Uno tiene que saber dónde vive. Antología. Traducción [y selección] de Francisco J. Uriz. “La sardina en el metro” [por] Francisco J. Uriz. [S.l.] Ediciones Bassarai, 1999. De su prólogo extraigo asimismo los datos biobibliográficos que incluyo en este trabajo acerca del poeta.










No hay comentarios:

Publicar un comentario