Hebe Solves, argentina, poeta, narradora, escritora e ilustradora de literatura infantil, docente y autora de libros pedagógicos. NACIÓ en Vicente López, en 1935 Y MURIÓ EN 2009. Vivió siempre en Buenos Aires, salvo el tiempo en que trabajó como maestra rural.
Libros publicados
Poesía
En lugar del piano, 1977
Sombra ajena, 1981
Fruta de invierno, 1985
Desalojados, 1989.
El fiel de la memoria, 1994
Monólogos de mesa, (con ilustraciones propias). 2001.
Poesía para niños
El caracol mochilero, 1983 (libro y CDR)
-Poemas:
UNA MÁS, UNA MISMA
(2006)
-Vos, mamá ¿por qué no trabajás
de vendedora de café?
-No, yo a la cancha no voy
detrás de una moneda
que desprenda el estadio
al ritmo de los goles.
No soy mesera, cafetera, moza
ni bajo la cortina metálica del bar
para beber el resto de las copas
a solas. Soy un ama de casa.
una más, una misma.
Pude haber sido una poeta
profesional/confesional/neo-barroca/
experimental/existencial/neo-romántica/social
suicida/iluminada/conceptual/espiritual.
Y preferí ser una más,
oscura, pensando cosas
mientras se quema la comida.
Surcos/arrugas producidas
por maquilladoras sutiles
me atacan
y soy siempre la misma, una más.
Digo que es el mapa de mi piel,
la memoria del mundo
que tuve y que no tuve.
Pero… ¿qué pasa conmigo?
_
Pude ser la mujer de un líder,
la pareja periodística
del noticiero de tv o de radio
(“A ver… ¿qué temperatura tenemos hoy?”).
Pude ser la compañera
de un revolucionario,
la esposa de un médico exitoso,
la novia del masajista
o la alumna dilecta de un políglota.
Pero soy una más, una misma.
Soy una más, y a veces, una misma.
Olvido la cartera en el rellano
de la escalera, pierdo el tren,
bajo del colectivo
quizá en otra parada.
Cuento y recuento las bolsas de basura
en la calle, para ser una más
y camino en zig zag.
Olvido
los nombres de la gente,
sin llegar a loca/monja/puta/mendiga:
la que duerme en una cama de cartón
no soy su misma, no. La nombro
solamente.
Pero desato una granada
de recuerdos cuando me piden
documentos.
Mi identidad se fuga en los caminos
de las que fui y siguen siendo
sin mí.
Soy una más, soy una misma.
Me entrego a la memoria de los otros
y al olvido.
Hijos, amantes, nietas, nietos y maridos:
como todas las mujeres –mis amigas-
soy “el amor que mueve el mundo”
de pañales, alcanfor, serrallos,
perfumes, pan y vino.
Soy una más, soy una misma.
Igual pero distinta,
la escultora que clava
espátulas de luz
para tajear la sombra.
(Me exalto, me defiendo, soy la otra, ¿me reivindico?)
Sí. Soy una cada vez, una vez más.
Soy una misma.
POBLACIÓN
Hay en mi casa plantas indefensas
crecidas en la distracción.
Hay panales de avispas
solidarias y cascarones blandos,
polillas que esperan nacer.
Hay una paloma demorada en el techo,
lechuza de la siesta y antena
de plumas y pico.
Y yo camino
arrastrando las palmas de las manos
por las aristas de los muebles,
las barandas, un imaginario balcón
que improvisa el domingo.
Somos una legión de seres sin destino
dispersos los unos en los otros,
dibujados por la casualidad.
Somos lo que decimos: avispas.
polillas, cascarones, plantas, picos
de la siesta en los destellos de un vidrio.
INDOLENCIA
¿Quién nos ata a las cosas y a mí,
compaginándonos a deshora,
sino la imagen de todas las imágenes
de mí sin mí?
La multitud escancia
una posible voz, un gesto indivisible
en los reflejos del aire,
una historia propia (¿real?)
Y yo también me miro
como si mirara las caras
de un retrato
infinito y único.
Al fin, un desorden ingobernable
reúne la vida y el olvido;
peligran en la indolencia los víveres
y se anulan las razones de saber
y las de morir.
EL GOLEM
El Golem no era
correr caer rodar: el barro
no tiene nombre para el que cae.
¿El llanto?
Nadie escucha el barro la voz
la boca
se abre en la oscuridad
el silencio.
El Golem
conociendo siendo
era la soledad
el que sale y aúlla
llevándose a sí mismo
con los ojos abiertos el blanco
de los ojos entre pestañas pegoteadas
y la boca abierta en la sombra
en la trampa de los tamariscos
en la alambrada
del pasado en la orilla en el tiempo
de alguien
que se separa del resto y vuelve
para mostrarse como culpa
y solicita
escupiendo frío desnudo
górgola de dos
en un abrazo corriendo rodando cayendo
el barro
no tiene nombre para los que viran
el llanto nadie
escucha la boca se abre
en la oscuridad el
silencio.
Y el hombre y la mujer
el Golem abrazados
conociendo siendo la soledad
los que aúllan anillándose llevándose
a sí mismos en los brazos del otro,
con el blanco de los ojos
en el patio de tierra
donde las piedras tienen diez mil años y son
pan de ayer
rodar correr caer raspar más allá
en el bañado de la lluvia
en el pasado.
Así somos ropa del otro, brazo
abrazo barro
del que debe nacer y se retarda y alarga
el ceroso cordón de parir barro somos
el hombre para la mujer
para el hombre capa oscura de envolver
los cuerpos para sí
noche y blanco
del ojo donde se ve el que ve y
resucita.
LA POSESIÓN, EL NOMBRE
El ganado a la orilla del monte
cielo manchado
que ha de volver a la aguada
la querencia
el rodeo la ejecución.
La tierra tiene un límite:
el regreso, el amor,
otra intemperie sin camino
donde estar y morir.
Veo el agua del balde
echarse como río
en el polvo amarillo de la siesta.
La picada del perro
respirando la tierra.
Prisionero, el cazador.
También las avestruces en tropel
entre dos pozos ciegos,
los corrales del tiempo
husmeando el pedemonte de la soledad.
Las marcas son la piel de las crías,
los nombres y los hombres
aullidos de la cordillera
donde el rebaño sopla,
se expande.
(Selección de poemas del libro El Fiel de la Memoria
editado por Libros de Alejandría en 1994.)
UNA MÁS, UNA MISMA
(2006)
-Vos, mamá ¿por qué no trabajás
de vendedora de café?
-No, yo a la cancha no voy
detrás de una moneda
que desprenda el estadio
al ritmo de los goles.
No soy mesera, cafetera, moza
ni bajo la cortina metálica del bar
para beber el resto de las copas
a solas. Soy un ama de casa.
una más, una misma.
Pude haber sido una poeta
profesional/confesional/neo-barroca/
experimental/existencial/neo-romántica/social
suicida/iluminada/conceptual/espiritual.
Y preferí ser una más,
oscura, pensando cosas
mientras se quema la comida.
Surcos/arrugas producidas
por maquilladoras sutiles
me atacan
y soy siempre la misma, una más.
Digo que es el mapa de mi piel,
la memoria del mundo
que tuve y que no tuve.
Pero… ¿qué pasa conmigo?
_
Pude ser la mujer de un líder,
la pareja periodística
del noticiero de tv o de radio
(“A ver… ¿qué temperatura tenemos hoy?”).
Pude ser la compañera
de un revolucionario,
la esposa de un médico exitoso,
la novia del masajista
o la alumna dilecta de un políglota.
Pero soy una más, una misma.
Soy una más, y a veces, una misma.
Olvido la cartera en el rellano
de la escalera, pierdo el tren,
bajo del colectivo
quizá en otra parada.
Cuento y recuento las bolsas de basura
en la calle, para ser una más
y camino en zig zag.
Olvido
los nombres de la gente,
sin llegar a loca/monja/puta/mendiga:
la que duerme en una cama de cartón
no soy su misma, no. La nombro
solamente.
Pero desato una granada
de recuerdos cuando me piden
documentos.
Mi identidad se fuga en los caminos
de las que fui y siguen siendo
sin mí.
Soy una más, soy una misma.
Me entrego a la memoria de los otros
y al olvido.
Hijos, amantes, nietas, nietos y maridos:
como todas las mujeres –mis amigas-
soy “el amor que mueve el mundo”
de pañales, alcanfor, serrallos,
perfumes, pan y vino.
Soy una más, soy una misma.
Igual pero distinta,
la escultora que clava
espátulas de luz
para tajear la sombra.
(Me exalto, me defiendo, soy la otra, ¿me reivindico?)
Sí. Soy una cada vez, una vez más.
Soy una misma.
POBLACIÓN
Hay en mi casa plantas indefensas
crecidas en la distracción.
Hay panales de avispas
solidarias y cascarones blandos,
polillas que esperan nacer.
Hay una paloma demorada en el techo,
lechuza de la siesta y antena
de plumas y pico.
Y yo camino
arrastrando las palmas de las manos
por las aristas de los muebles,
las barandas, un imaginario balcón
que improvisa el domingo.
Somos una legión de seres sin destino
dispersos los unos en los otros,
dibujados por la casualidad.
Somos lo que decimos: avispas.
polillas, cascarones, plantas, picos
de la siesta en los destellos de un vidrio.
INDOLENCIA
¿Quién nos ata a las cosas y a mí,
compaginándonos a deshora,
sino la imagen de todas las imágenes
de mí sin mí?
La multitud escancia
una posible voz, un gesto indivisible
en los reflejos del aire,
una historia propia (¿real?)
Y yo también me miro
como si mirara las caras
de un retrato
infinito y único.
Al fin, un desorden ingobernable
reúne la vida y el olvido;
peligran en la indolencia los víveres
y se anulan las razones de saber
y las de morir.
EL GOLEM
El Golem no era
correr caer rodar: el barro
no tiene nombre para el que cae.
¿El llanto?
Nadie escucha el barro la voz
la boca
se abre en la oscuridad
el silencio.
El Golem
conociendo siendo
era la soledad
el que sale y aúlla
llevándose a sí mismo
con los ojos abiertos el blanco
de los ojos entre pestañas pegoteadas
y la boca abierta en la sombra
en la trampa de los tamariscos
en la alambrada
del pasado en la orilla en el tiempo
de alguien
que se separa del resto y vuelve
para mostrarse como culpa
y solicita
escupiendo frío desnudo
górgola de dos
en un abrazo corriendo rodando cayendo
el barro
no tiene nombre para los que viran
el llanto nadie
escucha la boca se abre
en la oscuridad el
silencio.
Y el hombre y la mujer
el Golem abrazados
conociendo siendo la soledad
los que aúllan anillándose llevándose
a sí mismos en los brazos del otro,
con el blanco de los ojos
en el patio de tierra
donde las piedras tienen diez mil años y son
pan de ayer
rodar correr caer raspar más allá
en el bañado de la lluvia
en el pasado.
Así somos ropa del otro, brazo
abrazo barro
del que debe nacer y se retarda y alarga
el ceroso cordón de parir barro somos
el hombre para la mujer
para el hombre capa oscura de envolver
los cuerpos para sí
noche y blanco
del ojo donde se ve el que ve y
resucita.
LA POSESIÓN, EL NOMBRE
El ganado a la orilla del monte
cielo manchado
que ha de volver a la aguada
la querencia
el rodeo la ejecución.
La tierra tiene un límite:
el regreso, el amor,
otra intemperie sin camino
donde estar y morir.
Veo el agua del balde
echarse como río
en el polvo amarillo de la siesta.
La picada del perro
respirando la tierra.
Prisionero, el cazador.
También las avestruces en tropel
entre dos pozos ciegos,
los corrales del tiempo
husmeando el pedemonte de la soledad.
Las marcas son la piel de las crías,
los nombres y los hombres
aullidos de la cordillera
donde el rebaño sopla,
se expande.
(Selección de poemas del libro El Fiel de la Memoria
editado por Libros de Alejandría en 1994.)
**********
SOMBRA AJENA
Hebe Solves
1981
ELPOEMA
Palabra indiferente.
Siempre la misma piedra
que no importa.
Palabra entre las otras
que tiene por memoria
la señal de durar.
Piedra invariable
en tanto el que la dice
cambia y hace
de piedra su memoria.
EL JUGADOR DE BOCHAS
La mano cuelga o cae obedeciendo
a la bocha engarzada entre los dedos.
Se balancea el brazo se desprende
la bocha de madera y golpea
otra bocha rayada indiferente.
Dan las cuatro.
Nadie mira el reloj pero se siente
una señal de radio. Cuatro bochas
descansan opacas y redondas y
el jugador se sienta, solitario,
con las manos abiertas.
Las bochas y el bochín amontonados
en un canasto viejo.
Y volver a rodar después de un rato
buscando estar más lejos.
El tiempo de la tarde
desde la radio rueda y vuelve.
La rueda, el jugador, la suerte.
RETRATO DE UNA VIEJA
Que no le quiten nunca esta final locura.
¿Por qué una vieja habría
de obedecer a la cordura?
Está sentada
al costado del río
y el tiempo se le escurre
huyendo con el agua y por su hechizo.
Es una iglesia
asentada en las nalgas
y no está allí
para mirar su propia cara:
no es Narciso.
Se abre una puerta y entra
el Viento a las entrañas.
Suenan campanas y está tensa
la lira del oído.
Es una iglesia vieja, abandonada.
Muros de charque
que suspiran viento y frío.
Para quebrar
ese silencio de atrios
que una hoja quebrada anida,
deberían regresar los hijos.
Que no le quiten, no, la ausencia a ella
que es de ausencia y dolor
su último tejido.
Y conoció el amor
de tal manera que recobró el olvido.
Pero ya nadie puede
quitarle este presente
que es memoria en la forma
del cuerpo. Si está loca
su locura es estar:
que no le digan nada.
Ella que dio el dolor y su consuelo
dio el deber de crecer
y el engañoso aliento,
puso el mantel sobre la mesa
y dio alimento, espera.
Si el río se detiene entre dos aguas
que huyen, un instante,
es sólo por mirarla.
0 por verse a sí mismo
en un agua estancada.
Si se detiene el tiempo
si regresa el río.
ESCENA
Como al descuido quiso
vaciar el vaso de agua que restaba
pero regó una planta.
Y puso un vaso nuevo sobre la mesa
dejando que otra noche
lo colmara.
Sin darse cuenta
por regar una planta quitó los restos
de una noche sedienta.
Para decir verdad
vertió muy poca
como si alguna sombra
le cayera en el alma
a medida que el agua
caía, gota a gota.
Hizo una pausa
con el vaso en la mano
y en un sueño vacío
miró desde el balcón el cielo claro.
Al fin, como al descuido
tiró lo que quedaba
tal vez para mojar con esa luz del cielo
la sombra que su mano derramaba.
Vacío del dolor, el vaso, el hombre,
sobre la mesa el cielo y una gota
de sombra detrás de otra el amor.
DOBLE REFLEJO
-El agua desvanece las maderas de la costa
en un sólo remolino. Hundir allí los cuerpos.
Lo que era es apenas temblor, duda y olvido.
El pie tantea el único lugar
donde la sombra es clara. Y en el río,
los matices del aire nunca están
desligados de aquello que vivimos.
El velero que pasa entre las lanchas
cruza ansioso de viento, más ligero
que el tiempo de mirar sus alas blancas.
Este momento es todo lo que veo
y nada más. Busca mi tiempo el agua
con su doble reflejo y yo le creo.
SOMBRAS AJENAS
Hay puentes que se aferran a la tarde
cuando la calle es sombra, Pura sombra
extendida en la luz que ya no arde.
Miro hacia atrás. Mi sombra, que es tan poca,
porque todo es oscuro y se confunde
con las sombras ajenas que yo espero
sin vacilar, se marcha, negra y hunde
su pie en la oscuridad. Soy yno muero
cuando dejo de ser en la mirada,
reposo del horror, que va creciendo
como crece el amor, desde la nada.
Será por eso que la noche es puente
entre los dos, y abarca otra mañana
donde nos mira un sol más inocente.
ELOGIO DEL OLVIDO
Qué silenciosa la vida
que ha de quedarle al olvido
viviendo.
Aunque me parezca incierto
y sin nombre
el ocupar un lugar por callar.
Si aprendemos de las cosas
por su falta
el olvido es la lección y medición
del infinito, es la parte
de pasión con que amarte
presencia que estás conmigo
y olvido.
Y olvidarte
como se ignora el dolor
más certero
cuando el amor es entero
y sin nombre
en la mujer
y en el hombre.
QUÉ MIDE LA SOMBRA
Mide el tiempo minucioso del día
como un alma que quiere abalanzarse
sobre la oscuridad porque la noche
la agiganta. Crecer, esa señal altiva
de estar vivos, es la sombra.
Y porque muere cuando el sol la mata
renace adivinando la presencia
de su propio asesino. Su destino añade voces
a la voz de las cosas y otra voz
a la voz que la nombra.
La palabra universo es reducida.
La nombra la alegría, el salto ciego.
0 hacen falta dos nombres para hallarla
yacente y fría al pie de los jardines,
más grande y propia cuanto más vacía.
DUPLICIDAD
Si Dios no viera a sus criaturas en el barro.
Si no existiera un gesto doble en cada humano
y el que atrapa no fuera nunca el atrapado.
Si no hubiera trazado sobre el frágil velo
de la soledad su espejo, sombra de Dios,
¿a qué balcón me asomaría con los codos
a modo de sostén para dejar que pase el día?
Tengo dudas de aquello que somos y no somos.
Tal vez, si no existiera Dios.
INTERIOR
No se sabe si el viento tiene forma
entre los palos y las vetas del moblaje,
voces de luz y sombra entre las cuatro
paredes de la casa. Mientras baje
el antiguo sillón hasta la alfombra
y el mantel de la mesa hasta la base,
no se sabrá si el tiempo es este rato
colmado de fantasmas o es el polvo
de luz que va midiendo la región
de la sombra. Tal vez sólo este gato
indescifrable escuche el interior
del espacio y las cosas que no nombro.
y el olor de naranjas o de rosas
que trenzan el tapiz donde mis manos
se sostienen, dejadas por error
sobre una manta peligrosa. Santos
serían los deslices y el terror del alba,
si escuchara sus cantos.
INTERIOR
Qué indefinida escoba
puede barrer la sombra
de esta pieza de hotel
sin respirar la tierra
posada sobre todas las cosas
de ella y de él.
Una ventana
es una buena nueva
equivocada y rara
que quiere amanecer
y dar a luz la oscura nada
entre ella y él.
Teje la lana de los días que prepara,
la escoba, que no sabe si podrá barrer
la espera del polvo que ha de tapar las cosas
o el recuerdo que hiere el centro de la cama.
Pena por ser una aventura con dos caras
ella y él se evaporan una madrugada
y de aquella pieza se adueña la cocina.
Quién sabe si se amaron
para poder comer
los dos la misma pena
o la misma comida.
RETRATO
´Él, que está colmado de afectos y pasiones,
ama la inteligencia,
maquinaria encendida en todos los anhelos,
flor tardía de un viejo y saturnal verano.
Juego cerrado en una doble fantasía:
la que pudo haber sido y la imposible
sólo en su nombre cierta y acabada.
Ama la inteligencia y la desprecia
el hombre que no está del todo vivo
cuando piensa, nublado de prudencia y olvido.
Los días de la inteligencia pasan:
vivir es renegar de lo querido.
Y el hombre terco que la guarda en casa
sueña que vive afuera,
en el sol del olvido.
NATURALEZA MUERTA
Rota la simpatía, el don profundo
de una amistad que niegue con astucia
la misma diferencia que nos ata.
Rota la soledad, cierra la puerta del ventanal
que liga la aspereza de la calle
y el río, entre las plantas.
Y ni siquiera sola está. Pereza
de una manzana entera que fue abierta
sobre el mantel, al filo de la espada.
Y cayeron al suelo dos manzanas.
Para escapar del antro, el calabozo,
la fiesta moribunda o de la eufórica marcha
de dos en dos del cuerpo roto, para morder
aun con más cansancio el bienhechor hogar,
la terca esclava del amor, de la nada,
ver la mágica semilla de manzana
y el más rancio lugar donde fue olvido,
la manzana.
Y ese viejo reproche: ¿Me dejé
o me dejaron aquí los que yo quise
mientras se marchaban? Solos están
y están más solos mis pedazos. Rogué,
seduje y engañé. Que nadie pise
este lugar donde una fruta amarga
dejó de ser, partida en dos. Y es larga
la senda que bifurcan las palabras.
Vuelva a la cesta y sea, la manzana.
LO INSISTENTE
Se negó a la amistad, estaba atada
por el requerimiento de los lazos
de la vida en común. Tal vez la nada
del tiempo sin amor borró sus pasos.
Ni siquiera un papel, con vagos trazos
que marcaran sus lunas, o las cuentas
del debe y el haber, dejó, pedazos
de una red que tejió con hebras sueltas.
Se dice que está muerta y sin embargo
el silencio del campo insiste y canta
su nombre indescifrable. Nombre amargo
como una hierba que el olvido arranca.
Mas su destino vuelve en este largo
camino de regreso que me espanta.
DEJARSE VER
La mentira no tiene dos caras. Ni siquiera una.
Porque mira sin dejarse mirar, omnipotente.
En la ceguera de los amantes, se sosiega. Viven,
y el silencio los ata más que el habla.
La ceguera es verdad:
abrir los ojos y dejarse ver
la luz que mana
de unos ojos que no pueden mirar. Y ver.
REPETICIÓN DEL ADIOS
Después de aquella lucha ajada y larga
El hueco de los cantos, los indicios,
la desaparición que el hombre carga
con el curioso nombre del olvido.
La despedida oscura como sombra
del ocaso, vacila y en la noche
retrocede el amor, sordera ronca
que sólo escucha el odio y el reproche.
Postrados los amantes por servirlo,
son la repetición de aquel adiós
y ya no resucitan sin oírlo.
Y no cuenta la ausencia ni los guía
el deseo de amar. Sólo perdura
el disparo del alba sobre el día.
LOS SOLITARIOS
Porque no parece cierta la soledad
del que no tiene temores ni enfermedad.
Y es al revés: la desgracia siembra amistades
y arrima un poco de todos, en partes iguales,
Sobre el filo de la noche se hace la cuenta
y los peligros se anudan cuando se encuentran.
Sobreviene así la culpa de haber atado
con la cuerda del temor, el posible amor.
La entereza de los solos teje quimeras
que el tiempo vuelve reales por duraderas.
Sin darse cuenta, ellos buscan lo que separa
como partes de un acorde que los ligara.
Oyen su propia voz distante de otras
voces casuales, en el amor y el goce halladas
y están solos, en una turbia niebla espesa
donde el sueño los convida a la nada.
POR MITADES
Nada sucede totalmente, solo a medias
poder rozar el abismo de la nada.
El vacío no puede ser nombrado
sin que lo llene una dulce palabra.
Estarse quieto en un lugar y de costado
ver conformarse la figura ausente,
tenue, dudosa y al mismo tiempo fuerte q
ue nos da la certeza de mirar lo amado.
No poderla tocar ni remover: la sombra
se desvanece a nuestro paso y cambia.
Inventar la palabra con que la nombramos
cada vez con solo la mitad de frente.
Nada sucede al mismo tiempo, ni siquiera
la imagen y el lugar que están afuera
silencios que sólo con la muerte hablan.
Hacer de nuestra vida una total espera
y no encontrar ni fondo ni celeste
lugar donde volver eternamente
fuera de la pared que estamos escalando
y que nos ve caer, indiferente.
Quedémonos aquí charlando simplemente.
Tejamos esta red que nos atrapa
y que es también la nada, arriba de la nada
o abajo de una cumbre inexplorado o yerta.
Tampoco hagas demasiado caso de estas
palabras locas que decimos aquí para encender
un fuego en la distancia
o refrescar una ficción ardiente.
TRES DOS UNO
El número rasga el papel que lo archiva.
Así queda en mí el amor de los otros.
Yo solo soy de la cifra que resta.
El número doble del don Juan errante
condenado por dos veces seguidas.
El y su muerte suman tres condenas
y una sola libertad escrita
Igual que la memoria de los amantes
separados por el signo y la calle,
por el río donde el amor se hunde
y se desahoga en la despedida.
La que mira se aísla del aire
-más que llama que arde es su testigo-
lejos de aquello que podría tocarse.
Fueron tres, hubieran sido dos y es una
la que escribe estos males
para sumar y atar una mirada,
dos poemas de amor, tres libertades.
SERÁ POETA
Hará futuro del misterio.
El pasado viene a atropellar la misma sombra
que persigue y que anota.
Hará de lo negado el retorno
y abrirá el destino
-para cambiarlo-
a un espacio existente
isla sin contorno ni límite:
todo es posible y configura otra vida,
otros días ilusorios donde
asentarse y rodear nuevos caminos.
Hará vidas con el resto de estas vidas.
Inventará en la oscuridad, otra sombra.
Será la disciplina que renuncia
al Poder, para vivir y respirar
en otro tiempo alado, otra inocencia.
Si la porción final de nuestras vidas
prepara las siguientes con substancias
de un recuerdo que anima y reverdece otra fuente,
dará, abonará, verá con sueños ya soñados
otro sueño viajero, emigrará de sí con el alna
prieta de sí mismo en la mano.
Tiempo de olvido el que será. Tiempo volcado,
brumosa línea material de recuerdos
que se adelanta a la poesía y la crea.
ANIMAL VERTICAL
El hombre está de pie. La línea entera
que descarga la cabeza en la espalda,
la espalda en la cadera y la cadera
en los dos pies, dibuja en él al doble.
La tela cae, pero el hombre se sienta.
Le pesa el pie, la pierna y lo recorre
la división simétrica del alna.
Con una mano, el hombre archiva el tiempo y
simula una espiral alzada al cielo, de humo.
Con la otra mano descansa.
Y el espejo de una mano en la otra
no se rompe a pesar de la distancia.
Esa línea que pasa por la espalda
le da la erguida simetría del habla
y es culpable de encender la memoria
y el olvido. La línea es la cadena.
Tan atrapado en su duplicidad
el hombre entero lanza afuera al Otro
y lo contempla. Ahora son dos hombres:
¿o uno es la mujer? Los dos heridos.
La espalda inquieta busca inútilmente
aquella línea donde estar de pie
que es la línea del Otro, siempre ausente.
Los dos se invaden en su soledad.
Y sin embargo las cadenas fluyen
a pique sobre la tierra, dadoras
de una oferta constante. Vibraciones
que coinciden con el eje del hombre.
Con la posición erguida de un hombre
que accede casualmente a la nada.
La línea que separa en dos al hombre
y a la tierra, se coloca en su sitio.
Elegido -si el azar eligiera-
comparte el hombre ese andar en el aire.
Pero las manos luchan para ser diferentes:
manos horizontales
se trenzan con las manos de otros hombres.
Se hace al fin la distancia en que una mano
es extranjera de la otra. Y sueñan,
la derecha y la izquierda, soledad
de la unidad primera. Es el azar:
conocimiento de la diferencia
y espejismo simétrico de unión
que no a aplaca el sueño: ¿dónde apoyarse?
LA LINEA DE LA ESPALDA
El hombre a veces se divide en dos.
Cada cual anda a tumbos, solitario.
Nadie puede reencontrar su otra parte
y el deseo se burla de los varios
objetos que señala tapando. Dos figuras
ladeadas y lejanas de a dos,
no saben que se buscan.
Y la cabeza en dos partida, alzada.
Los dos fugados de derecha a izquierda
o de izquierda a derecha: la atadura.
Ah, mal divisorio que ni siquiera reconocen.
Cada uno se piensa
completamente solo sin saber
que el pensamiento de la soledad sólo es posible
en ellos que son parte de otra parte.
De pie, no lo recuerdan,
Sólo en el bosque ortogonal de Mondrián
el hombre está de pie y no sueña nada
en la experiencia de la unión, casual,
cuando el olvido es una posición
que se divide en dos en la memoria.
La línea de la vida está en la mano.
Pero la línea de la humanidad
es el reverso del hombre, su espalda.
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