viernes, 27 de agosto de 2010

683.- JOSÉ CARLOS CATAÑO


Poeta, novelista y ensayista español nacido en La Laguna, Islas Canarias, en 1954.
Comenzó estudios en la Escuela Superior de Bellas Artes de Santa Cruz de Tenerife y más tarde
se licenció en Filología Románica por la Universidad de Barcelona. Vivió por corto tiempo en Marruecos, Israel y Martinica, regresando posteriormente a Barcelona donde reside actualmente.
Es colaborador habitual en diversas publicaciones internacionales, tales como, Atlántica Internacional de las Artes, Àrtics, Clarín, Gaceta del FCE, Ínsula y Letras Libres,
Ha llevado a cabo una intensa labor en aras de la difusión de la cultura canaria, presentando escritores y artistas a través de instituciones culturales de la Generalitat de Catalunya y de la Fundación La Caixa.
En 1974 obtuvo el Premio de Edición Benito Pérez Armas de Novela con "El exterminio de la luz". Es autor, entre otras obras, de "Jules Rock" en 1973, "Disparos en el paraíso" en 1982, "Muerte sin ahí" en 1986, "El cónsul del mar del Norte" en 1990, "A las islas vacías" en 1997, "En tregua" en 2001, "El amor lejano" -Poesía reunida, 1975-2005- en 2006 y "Desdende" en 2007.

Amores ilustres

Yo también podría decir algo acerca de eso. Guardaos
vuestras estrellas polares, vuestras interminables
noches de amor, vuestras damas exquisitas, vuestras
hembras calientes como una mañana por Nyangabulé.
Tanto me da.

Acaso el amor sea el instante en que tiemblan dos
cuerpos demorando derramarse el uno en el otro, los
ojos en los ojos, la lengua en el secreto previo al
desfallecimiento.

Su rostro no era hermoso y era persona de pocas
palabras. Tenía desde noviembre no sé qué semilla en
agua, y ayer, como quien dice, se convirtió en un
tallo finísimo, imparable, en la alegría de la casa.

Tanto me río de lo que sobrevive al verano, que ya sé
lo que es suficiente.

De "El cónsul del mar del Norte", 1990







Concédenos, oh Señor

CONCÉDENOS, oh señor, la medida de nuestro infierno
O, si no, una lucidez para vivir tranquilos.
No esta desazón de la barca sin mar
Ni puerto que la ampare?
Que el amor también ha muerto.
Haz de nosotros
Tu pasto de sabiduría. Sángranos hasta amasar
La alegría de la sangre con lo que del dolor nos
queda.
Configura nuestro cuerpo único
A la medida de nuestra muerte única.

De "Disparos en el paraíso", 1982







El amor lejano

INMÓVILES os abandoné
De cara a la desafiante luz de entonces.
Si vuelvo
Sin voz miráis
En el fondo cada vez más lejano
De aquello que envié en mi busca?
Que conmigo partió a la deriva.
Si vuelvo
La vista atrás
Una enamorada constelación me aleja
De las palabras.

De "Disparos en el paraíso", 1982







Elegía marina

Imperceptible, un sol
Declina por las ramas de la costa
Hasta las ondas de poniente
Que agitan los insectos.

Aquí reposa el cuerpo en la húmeda
Tierra de la memoria.

Un grito hubiera roto la distancia.

El único retorno
Murmura en lo más alto de la densa arboleda
De eucaliptos bajo el cielo cubierto. La sombra
Del volcán vertida al mar es el último mar
Que se cierra a los ojos en medio de un gran sueño.
El mar que penetraba por el borde más alto
Del sol, será el último mar
Para dorar tu frente. Como
Si el mar que terminara
de un golpe
Cumpliera tu figura

De "Disparos en el paraíso" 1982








En noviembre

Al fondo de esta tarde de tormenta
Nada huye del sabor a duelo
En las nubes que pasan.
La confianza de que vendrá
Otro amanecer, la cabaña
Entre los sombríos redobles
Del viento,
Como invitando a danza
O fin de asedio.
No puedo darte nada más
Que este ahora de todo en abandono,
Como si cumpliera una respuesta o un deseo
Que ya no importa.
Montón de labios, presencia de cosas
De repente, vislumbres que se apagan,
Desolada siembra en los bordes de la crecida
Avalancha que trastoca y confunde,
Y todo lo inunda, y también termina.

De libro inédito







En Zanzíbar no hay trabajo

Carece de importancia cómo dicen que me llamo.

Carece de importancia la reputación que me sostiene.
El primer cuerpo con que tropiece será el primero y el
más hermoso, si no quiero morir bajo un montón de
lealtades.

El auténtico perdedor debe de ser un ganador nato,
pues sólo así se entiende la insistencia, la
meticulosidad que pone en la derrota.

Nada, nada es en vano. Todos cumplen con su deber,
todos tienen razón. Soy lo que me he dejado hacer y
valgo lo que la longitud de un sable.

Después de todo, la vida es un puente hacia la verdad,
cuyo peso se enamora del abismo.

De "El cónsul del mar del Norte", 1990







Fuera de juventud

FUERA de juventud
Nace la vida verdadera.

Infancia sólo es tierra,
Ya sólo tierra lo que beso.

Si yo abro la memoria
El aire allí su tumba encuentra.

De "Disparos en el paraíso", 1982







Ligero como el canto

LIGERO como el canto que no acaba
Se ondula tu recuerdo en el verbero.
Regresa y es el mismo.
Despierto y no es un sueño,
A tu vuelta inocente encadenado.
La voz no sabe lo que canta.
Tallas mi vida y no lo advierto.
Hablo,
Y siempre ignoro de quién hablo.

De "Muerte sin ahí", 1986







Nos obligaron a olvidar...

Nos obligaron a olvidar
Dónde estábamos
Tan sólo dónde estábamos.

¿Es mi patria la lengua?
¿Habita
En la ciudad que ya no existe?

En la memoria,
Silencio de un cielo sin despedidas.
Al pie de otro volcán,
¿Hay patria que cantar?

Trazamos
El color de la sombra
De los cuerpos ausentes y nombramos
Lo que la aviva
Con los restos de los borrados
En la lengua de sus verdugos.

De "En tregua", 2001








Nubes en la noche

Nubes vanas en la noche,
Así pasan las palabras
Por la aurora irreversible de las cosas.

Todo pensar se declina
En el grito oscuro de lo pleno.

Y yo entre las vorágines te buscaba
Como si así pudiera con tu rescate
Cumplir un luminoso pasado.

De "A las islas vacías", 1997







Por salvarte del horizonte...

Por salvarte del horizonte
Enterré mi cuerpo una tarde de mar en furia,
Incluso sin vestigio
De isla fatal,
que a ti y a mí
Debió a lo lejos de iluminarnos.

Ausencia y temblor enhebré,
Ceguera e ignorancia en cruz,
Por hacer entera en mis ojos
Tu primera mirada.

De "En tregua", 2001







Proemio al abrazo

SI fuésemos algo
Seríamos dos abismos,
Nada más que dos abismos?
En el tuyo arrojaría
La sombra vertiginosa de mi ser.

De "Disparos en el paraíso", 1982







Sensación de la distancia

VIENDO el revuelto manojo de las palmas
Acuciadas por las sombras multiformes
Siento en el combate la blancura de tu imagen,
Los suaves y agitados muslos cuando
Con la fuerza de mi aliento los palpaba.

De "Disparos en el paraíso", 1982







Siempre serás para un amor lejano y escondido

A lo mejor uno se enamora para la despedida, para
cuando llega la estación seca y los hombres se besan a
la luz de Venus.

A lo mejor, para que aquella frase (tu cuerpo húmedo
contra el cual aprieto el mío recobra los días que se
fueron) subraye que estás solo.

Pero cuando surja de nuevo ?la veranda llena de
alegría, los cuerpos abrazados girando en la
penumbra?, volverás a decir:

Luz del instante, tus ojos. En ellos me veo por
primera vez.

No vengas con más mentiras, malasangre.

De "El cónsul del mar del Norte", 1990







Tu casa ahora

Tu casa ahora es la celeste,
El cielo desplomado bajo el agua,
Casa del padre que apenas ha sido,
Sólo un puñado de reflejos
Traídos y llevados por el aire,

Todo el cielo amansado,
Por encima y por debajo del cielo,
Tu imagen en las olas que se vierten,

Todo el mar en silencio,
Las olas deshojadas, sin volumen,
Todo el mar sin sabor,
Entero, ignorándose.

Enséñame la luz,
Enséñame el valor de la luz, tú, que no sabes.

De "En tregua" 2002





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