jueves, 5 de agosto de 2010

JUANA VÁZQUEZ MARÍN [325]


JUANA VÁZQUEZ MARÍN

Salvaleón (Badajoz).
Doctora en Filología Hispánica y Licenciada en Ciencias de la Información, por la Universidad Complutense de Madrid.

Catedrática de Lengua y Literatura, ha publicado varios libros, entre ellos, una edición crítica de San Juan de la Cruz, El Madrid de Carlos III, El costumbrismo español del siglo XVIII, Zugazagoitia precursor de la novela social, y La Literatura del siglo XX. 

Asimismo, ha publicado los siguientes poemarios: 

-Signos de sombra, (Cuadernos poéticos de Kylix, 1993).
-En el confín del nombre, (Huerga y Fierro editores, 1998)
-Nos+otros, Editorial Sial, 2003
-Gramática de Luna, Ed. Huerga & Fierro, 2006 
-Escombros de los días, (Huerga & Fierro, 2011)
-Tiempo de caramelos, (Calima, 2012). 
-El Incendio de las horas, (Huerga y Fierro editores, 2015)
-La espiga y el viento. Antología poética (Ars poética. Colección BEATUS ILLE, 2017)

-Las novelas Con olor a naftalina (2008) y Tú serás Virginia Woolf, y el ensayo, El Madrid cotidiano del siglo XVIII (2011). 

Por otro lado, ha colaborado en el (CSIC), en la Colección Historia de la Literatura Española e Hispanoamericana, en el libro Historia literaria en el siglo XVIII y en el ensayo colectivo: El Quijote en clave de mujer/es. 

Asimismo, ha sido crítica literaria en el suplemento Culturas de Diario16 y, en La Esfera, de El mundo. Lo fue también de ABCD, Cultural. En la actualidad colabora en Cuadernos del Sur y El País.



*Signos de sombra (1993). Cuadernos poéticos de Kylix, 1993




*En el confín del nombre (Huerga y Fierro editores, 1998)

NO SER

IMPOSIBLE romper el anillo de bruma
que teje alrededor
la sanción de tu olvido.
Imposible la luz
en este territorio
de palabras de sombra...
¿para qué, pues, la gesta,
el linaje, la estirpe,
la herencia...
de esta especie inconclusa,
de esta región silente,
que impone el sello
de la ausencia, de la máscara,
del tiempo, y de la muerte...?
Recorreré el camino
de la nada a la nada,
sin azules preguntas 
ni versos verticales,
renaceré a los signos de
sombras y silencio,
aceptaré que soy
identidad  de número,
y viviré mis días
en ritual mecánico,
cortados a la hechura del vacío,
de lo incierto, de lo efímero...
¡Pero deja que el brillo de la luna,
en la noche de pozos, teja mis sueños!



SUEÑO DE UN SUEÑO

TENGO miedo de ser
solo sueño de un sueño,
miedo al laberinto
y miedo al silencio...
Desnuda de señales,
confundida en lo eterno,
tengo miedo a quedarme
perdida entre los velos,
entre la niebla oscura,
entre el misterio...
Huérfana de contornos,
vertida en el paisaje,
transformado mi nombre
en juego de vocales,
tengo miedo a quedar
atrapada en el aire 
y vagar sin caminos
en soledad errante,
sin memoria de formas,
fugaz como el instante...
Yo que quise abarcar
a todas las edades,
y traspasar confines
del fondo de los tiempos
con mi nombre grabado
en el fuego del Verbo,
yo que rompí el conjuro
de la palabra efímero
con la mágica luz
de mis poemas plenos...
sagrada, en posesión
del absoluto acento...
hoy tengo miedo de ser
solo sueño de un sueño.



DESDE MI MISMO

PONME el velo en la mirada
y no me hagas confidencias,
pues quebrada la luz,
desmesura primaria de contornos,
ya no sé sostenerme sobre
el vértigo negro de los días.
Aunque mis dioses sean menores
y nunca descubra el asombro ,
aunque mi liturgia sea
el agua del rocío,
el fuego de la leña,
y un puñado de tierra,
vacíame los arcones de la memoria,
y que mis pasos no rompan
el cristal de mis velos,
que no se entere el tiempo,
que se quiebra en la muerte,
que soy cuerpo de tiempo.
Yo sólo quiero andar en blanco,
que se me queden en blanco las palabras,
que mojada de luz no me moje la sombra,
que no me llueva dentro,
que el pan de lo diario alimente mi voz.
Ya que nada es,
solo tu mirada,
déjame en lo blanco
quiero estrenar todos los días la luz del sol.



METALENGUAJE

Y es que quiero buscar ese metalenguaje
que me explique, sin más,
quien soy yo, y  que hago
en este fluir sin cauce
que brota desbocado
desde las cimas de lo ignoto
hacia ninguna parte.
Pues ni siquiera sé
por qué me regalaron los sueños,
ese hondón oscuro, desmesurado,
que se me escapa detrás de la mirada,
y se diluye entre la niebla oscura de lo vago,
ni por qué me fue dada la palabra,
si tras ella queda el desamparo
del silencio de los símbolos ciegos,
del enigma, de lo innominado.
¡Qué regalo de arena
en las manos del viento,
que se mueve al albur de lo nombrado...!
Si fue para loarte,
¡Oh, Tú el Innombrable !
el esfuerzo fue vano,
pues solo me fue dado el murmullo vacío
que se pierde en la orilla de los ríos de sombra,
que no alcanza la esfera de la luz de tu Voz.
Y si se extingue en viento
y no llega a plegaria,
¿para qué la palabra?.
Y si cierras la puerta a tus ecos,
mis sueños,
y sólo me regalas las voces del silencio...
si apenas soy un nombre que cambias al azar,
en la rueda incansable del impasible tiempo,
dime, ¿para qué sueños?
Y si me dejaste fuera de este tan amargo juego,
¿por qué me diste el dolor de la búsqueda baldía,
del ensimismamiento,
de querer ceñir los límites
de la palabra "cierto"...?
si no me pertenezco... 
Apenas soy imagen que se repite en serie
en los haces de luz de tu infinito espejo .
Deja ya de jugar o enséñame ese juego,
y no me condenes más al extrañamiento...



PUENTES DE OLVIDO

COMO puentes de olvido
que conjuran la nada,
presagio de señales, de avisos, 
remembranzas, como la voz del mar
en esas noches bravas
de rugidos vacíos, se yergue la palabra,
que impotente espejea en ritual de gestos,
ante el silencio
opaco del universo.
La realidad sujeta a 
esta polifonía que trenza el viento ...
¡Qué asombro de juego sin bases, reglas,
ni referencias !
¡qué absurda esta liturgia
sin ampararse en augurios, 
oráculos ni profetas...!.
Pero ante la nada, frente a la nada,
y en el silencio,
tenemos que jugar al acto
e inventar día a día
el mundo, desde una página en blanco.



*Nos+otros, Editorial Sial, 2003


MUJER ENSIMISMADA

Me arranqué la mirada de hembra dolorida
que inquiere sus contornos
su identidad su signo
herida por milenios de
silencios espesos
rotos y sin azules
los mensajes primarios.
Me arranqué la mirada de hembra dolorida
para entrar en la niebla del enigma del “otro”
y solo recorrí sus contornos
y el polvo acumulado de tiempos sin fronteras
y el bálsamo de lágrimas oscuras disfrazadas
de sueños de futuro.
Me arranqué la mirada de hembra dolorida
y divisé a los otros
fango de bruma densa
marcada en sus rostros sin rostros.
Sin dioses ni absolutos entre  quincalla rotos
caóticos
perdidos
mendigos
 locos.
¡Qué rico es el hombre
en el prisma de luz
suma de sus carencias!
Kilómetros de angustia
y auras de veneno
sonrisas- mariposa
aparecían redondas
al limón de mañanas.
Me arranqué la mirada de hembra dolorida
y me acerqué a los otros.
Tuve que detenerme era tal el olvido,
tan frágiles sus sueños 
tan perplejos y atónitos...
¡Qué extenso es el hombre
en el fugaz destello de lo efímero!
Buceaba entre esquinas como espadas de canto
y quedaban en sombra sin posible salidas
penas entrelazadas con abismos sospechas
en laberintos-locos
en contrarios con rejas.
Me arranqué la mirada de hembra dolorida
y entré en su noche 
allí donde donde  llovía
y arrinconaban cosas
artefactos inermes flores y rosas rojas
 y sueños
blancos y negros y abispas- mariposas ...
!Qué escaparate de miserias
nunca hubiera entrado en galerías como esas!
Versiones de bondad
claridades de nada
los despojos
el temor y lo angosto
el miedo la esperanza y  el tedio
pánico locura fabulación espanto…
¡Qué inmenso es el hombre
que variedad de tonos!
¡cuántas huellas de tiempo
cuántos espacios blancos
sin estrenar …tinieblas!
Sacrificio
piedad
besos
miseria...
Me arranqué la mirada  de hembra dolorida
y en  los despojos de otros
encontré mis heridas
desmesuradas ralas… regadas por mi lupa- palabra
de noches y de lirios entre versos-poemas
de gritos en la página.
Me arranqué mi mirada de hembra dolorida
y descubrí el dolor
pequeño
mustio
callado  y  blando de los otros.
No tenían voz ni verso
ni poema ni grito 
ni página
ni espacio.


“YO ”  “MI”   “ME” “CONMIGO” 

Quizá  sea  tarde para dejar mi ombligo
desenredarme entera ,  para no ser dominio.
Pacté  amorosamente con mi propio  terreno
y tengo mi mirada  perfilada de tedio
atada  a los extremos de mi espacio
envolvente
desmesurado
a mi tremendo yo
a dulces vocablos:
violetas- lilas-rosas- pétalos...
al aroma  impartido
por tarros perfumados.
Y  los otros lejos desvanecidos
invisibles
atrapados
todos en montón informe
indiferenciados...
entre murallas
muros
nudos.
Y se me agrandan los espejos
repitiéndome infinito
y estremeciendo  su espacio
entre duna y laberinto.
Quizá ya sea tarde para no ser desierto
para parir el mar  para salir de adentro.
Todo es mío, el amor
la alegría y el pan
todo me crece  y aumenta
se desborda ,me desbordo…
no existe  “más”.
Muda y despalabrada de
“este” “ otro” “además”
me expando  entre  paraísos 
 tierra aire fuego mar…
Y  soy  muy grande
y muy triste
y estoy  lejos
y muy atrás
y muy abajo
y muy ciega
 y desmesurada ya…
¡que soy universo andante que atropello a los demás
que tengo mil cachivaches todos los días que cuidar
que solo veo siluetas
sombras brumas sin nombrar
puesto que mi mundo oprime
su olvido y mi soledad!
Quizá ya mi palabra se hizo silencio
mientras gritan los otros sombras-veneno
y en mis  manos vacías  crecen las rosas
y mis hombros los pueblan las amapolas
pues soy  de los elegidos
a quien la tierra cobija
con sus mieles y trigos
con sus carnes sus pieles y abrigos
sus frutos sus flores  las lilas
los amarillos de luz... delicias…
Los demás... pagar tributo
y dormir sin noche
y comer sin comida
y vivir sin sal
y reproducirse
locos
huraños
vacíos…
Qué más da mientras tengamos políticos
leyes y seguridad
y parlamento y justicia y en la conciencia paz…
mucha paz
 de esto se encarga el sistema.
Por eso...¿ que más nos da?



LO TENGO ANOTADO QUE EXISTEN LOS OTROS 

Como piedras opacas en remolino y viento
iniciamos  verbales ceremonias
en círculos  concéntricos 
de  incienso-promesas
y la lluvia benéfica de besos y versos
dan rango de dioses al ritual de esperma.
Pero hay  ausencias  en el laberinto
de escaparates y esquinas 
lastres y rémoras que agostan la luz
eslabones perdidos
cuerpos  sombra
puertas que se cierran
cuerpos- sin azul.
Este ser-no ser se diluye en otros
brota de los otros
es junto a los otros…
lluvia resbalando
por el alero de  milenio siglos años…
¿Por qué sin embargo
perfilo memorias de la luna negra
apago  cenizas  señales de humo
y escondo  sonrisas
flores, trazos, lirios? ... y escribo:
"Ya vendrá el punto en que yo me acuerde
que existen los otros”
pero es que esta sombra de mi ser pequeño
se agranda en los pozos y los borra pronto.
Me achican
me  estorban
me agobian
los cambio
me lloran
los mando
 y son de mi ego ruido de pasos
y enlazan mi tiempo cadena de brazos.
Y es que ellos me libran de abismos  y páramos
de invisibles  ciénagas
pues el yo pequeño crece en su mirada
que proyecta lunas y días sin pausa.
Ellos son el hilo de luz de mañanas
y  ahora que soy ellos
que tengo
sus voces
sus ojos 
sus máscaras
que  conjuran el terror de estar sola, la  huella vacía
el frío de la llama
se quedan hambrientos  de ausentes palabras
sin voz ni memoria
cuando el viento-tiempo ladra
en  pieles prestada de siglos y lluvias
y deshace nuestros cuerpos-paja
dejando en el aire silencio de ceros
de nada…



BORRACHA DE MÍ 

A tientas viven los otros escondidos  absortos...
brecha abierta en el sistema
invisibles
huraños
hoscos...
sin pequeñas luciérnagas
ni grandes focos.
Su sombra va cosida
a sueños  bohemios locos
para que muestren  su bonhomía
los escritores 
sacando del estiércol  las negras flores
entre  modas-placeres  vino-utopías…
mientras  sorda y dormida en el perchero
cuelga la vida.
Y se arrodillan los tiempos
tras  la asepsia informativa
que el Partido Popular...
que el Partido Socialista...
que el Congreso y el Senado...
y luego
unas cucharaditas de guerra y hambre
para que los elegidos se emocionen un poco
se aburren  “las barrigas ”
con tantas risas y  focos…
Los otros son solo imagen
de un viejo espejo oxidado
que proyectan sus sombras  distantes
al capricho de los hados.
Invisibles en el  trato
se queman en los  incendios
mueren entre terremotos
en  diluvios  de tristeza
huracanes y  mandangas de devotos.
Tal vez esto se ordenó en los principios del tiempo.
Habrá que despalabrar
“yo tengo remordimiento”
pues nacen  letanías en mi conciencia:
ellos... los disueltos en la niebla
fragmentos sombras chinescas
patéticos en el arte
con olor a tinta vieja
desconocidos
rezumando ausencias
generaciones anónimas
sin  panoplias ni arengas
que nacieron con el signo de generaciones muertas.
No hay duda pues mis pasos  se enredan en zarzas  secas
y me hieren oblícuas-densas-tinieblas.
Asimismo... despalabremos  “conciencia”
y estallarán los caminos de verdes-aromas- hierbas
que me cubran  la frente de 
flores y laureles... de enredaderas.



EL MAL

Malditos los retoños  de
la cópula de un pobre mendigo
con una infeliz indigente
condenados a soportar la sed del mal
la cara oculta del horror infinito.
Están manchados con el hedor de la pobreza
De la mugre y el dolor.
Malditos los que cada día nos hacen
pensar que Dios no existe,
y que el caos ha dominado
el orden interno de las cosas
malditos los que entristecen la belleza de las perlas
que resbalan por sitiales dorados
las flores de turbador aroma
la hierba   de terciopelo
las sedas...
Aquellos por los que el hombre descubre
la imperfección y el caos
¿Los culpables?...
si sólo conocen  los largos inviernos
sin color
ni rosas
ni aromas
ni incienso...
Ellos los  desheredados
los otros
los ciegos
¿serán invertida la luz del espejo?
¿El espejo opaco de un tramo del
tiempo que cambia al azar su terrible péndulo?
¿Quién hizo la ley?
¿Quién fijó que ellos serían los primeros
en ser atrapados en los recovecos
de sangre-veneno
sin un primer juicio
sin fijar las normas que aplican torturas- tormentos?
No quiero pensar
que el viento de horrores que impone en el caos
agujas de miedo
se mueva al capricho del tiempo.
Que ellos
los malditos
los otros
los ciegos
sean del azar inmutable un triste capricho
o peor aún,  un simple concepto .



*Gramática de Luna, Ed. Huerga & Fierro, 2006 


Los gatos negros corren entre los pies de la noche
tienen las llaves de las cosas ocultas
que se desenredan entre milenios verticales de sueños
en zonas de vida no escritas.
¿Acaso somos sueño de tu Sueño de alturas?
¿Sólo medio ojo visible?
¿Palabra dislocada y puta?
Ruinas de araña soplan en el sueño-viento del día.
Déjame sola sentada entre la luz y el humo de la noche
no me lleves hacia el murmullo  de las albas oscuras…
allí la dicha suena a ignorancia y a sombras
y su voz se me abre en abismo de pozos
donde se deshace la justa palabra
y brota el silencio opaco de la puta palabra

Confundida entre las  letras del universo
germinada en el iris de  de las sombras
yo no sé adonde lleva este camino
nunca lo sé y siempre sigo y sigo...
Quizá me perdí al principio
entre  los aullidos de las palabras  amnésicas.
No entiendo por qué sigo.
Tampoco entiendo las voces mudas 
que emergen en bullicio sordo
a lo largo de la estepa
ni  los muros extendidos de los días
donde crecen flores amargas.
A veces me pregunto si me hallo entre los sueños
o en la vertical mirada del ocaso
que hace miope los pétalos crucificados de las rosas.
Pero nunca he dejado de caminar
y no sé decir el lugar donde  estoy.
Algún día quizá despierte
Y  los lagartos se irán hacía el mar
por la garganta profunda de la noche
y acaso yo me quede en un lugar indefinido
que rompa la silueta de la suma de albas…
No sé de verdad donde estoy
ni para qué sirve la trama de las palabras
que me causan ausencia y amnesia.
Debería callar  y  tirarlas al vertedero del olvido.
Así podría comenzar a vivir...
¡He hablado  tanto en total silencio...!



  Juana Vázquez Marín / Fernando Sabido Sánchez



Llegan los perfiles de las albas
en   la amalgama lúcida de mis noches
se interrumpe mi “mirada” y no “amanezco” jamás.
Y a pesar de la profecía del canto de la corneja
de saber que estoy dormida
con la cabeza de la serpiente decapitada
de que  no existe la contraseña de los latidos
ni la caricia armónica de los planetas
ni los conjuros de  los centones…
A pesar de que hay premoniciones
que borran las claves del tiempo
en el vacío que  deja  el musgo de los sueños
de que he caído en todos los pozos secretos de las palabras
librándome de sus lenguas bífidas
ordenando meticulosamente mi ignorancia
sigo contando los dedos para no perderme en el tiempo
 y acecho mis pupilas alquilando párpados sombríos
 para controlar la luz del día
 Me espanta... es ciega.





Siempre estuve aquí nunca he muerto
recuerdo estas azucenas y los lirios secretos de los rincones.
Recuerdo las voces quebradas que a menudo me llaman
sin tener un nombre que me descifre
ni años que perfilen mis aristas de tiempo.
Siempre estuve aquí  como huerto
indefinido que se hace bosque
sin la contraseña del espacio.
Acogí sonrisas de miles de bocas.
A nadie y a todos pertenezco.
He coronado todas las montañas…
Me dicen que mi nombre se perdió
en el cuenco del espacio de los nombres.
Repartí mi sabiduría entre un asceta un libertino y un chamán.
Llevo a cuestas la nada de mis miles de vidas
pues ya estaba aquí antes del tiempo.
Algún día me cansaré de llevar esta carga vacía
y no volveré más a oír los vaticinios de los dioses
que siempre te llevan a la esquina del  enigma,
para decirte majestuosamente:  “nada”.

    



El día que amanecí fue un día cualquiera
mis sueños no eran de colores
y nada cambió en los relojes del mundo
ni en el libro del paisaje.
El día que acaricié a las flores
nadie me miró y  todo lo que me rodeaba no mudó de sitio.
Cuando apuré de un sorbo bocas y más bocas
y me creció la luz
en núcleos  de lejanas estrellas
 nadie me pidió que pagara
tampoco me pagaron
cuando me mordió la bestia del dolor y el desamor.
Nadie lloró al verme en la calle gritando al horizonte
para que me abriera la puerta
que corona de sueños los caminos.
Dormí a la intemperie  y nadie me ofreció
ni siquiera un puñado de estrellas.
El día que amanecí será igual  que el día que anochezca
no vendrá el infinito en mi busca
pues montones de olvidos nos ciñen
en esta vertiginosa espiral de sombras.
en este páramo  que inquiere al silencio.





Surgen murmullos en el alba del tiempo
y se imprime la contraseña  de la ausencia y el olvido
pero nada percibo en el paisaje.
Miro por los agujeros de los siglos y me envuelve la niebla…
un recuerdo de anémonas en el confín de la memoria
y el estupor del desarraigo y la amnesia.
Debo estar muerta
pues el agua que baja de la montaña
me acaricia en forma de nube y no la siento.
Hablo con los pájaros de  lluvia pero no me escuchan.
Grito en las praderas
y nadie viene a plantarme una flor para que  me acompañe.
No oigo a los arroyos bramando de coraje
por no transportar magnolias y olas de arco iris.
Llego a la fuente del principio y se ha secado.
Voy al final de la desembocadura del río y no la hallo
se hizo mar 
mar impotente siniestro y silencioso...
Y la sombra se extiende a la vertical misma
donde se arrodilla el silencio.
He llegado a la conclusión de que  no existo
pero lo demás son  transparencias de lluvia
fantasmas de la luna
antiguas luminarias de los astros
en las que yo creía cuando estaba segura de vivir.
Las había construido
para no encontrarme cara a cara con la ausencia.
                


*Escombros de los días, (Huerga & Fierro, 2011)


Llena eres de gracia Juana
Vivo allá donde la palabra
sufre  autismo
y me crecen pozos 
en mis noches sin pecado mortal.
Descuidada
sin tacones
sin pintarme  los labios ni los ojos
sin mis vestidos blancos de gasa
ni manos masculinas.
En chanclas
sin ánimos para nada
ni siquiera para ponerme
los días festivos
en el ojal de la chaqueta.
Con el hueco de de la sombra en mis ojeras
desasistida de la luz
de mi móvil y ordenador.

Sin embargo
la literatura me  dice:
"Llena eres de gracia Juana "
y la poesía se viste
con traje  de gala
sombrero de encaje y tacones
para desfilar en la pasarela del poema.
Mientras  yo sigo con ánimo de andar por casa
ella va tan guapa y feliz...

¡¡¡Qué falsa eres puta poesía!!!

“Vendrá la muerte y tendrá tus ojos”



Se agotó la tinta de mi boli

Debo tomar la vida en dosis homeopáticas
por prescripción facultativa
si no puedo caer en el vacío.

Al parecer soy una ausencia
con los bolsillos llenos
de horas inmensas
y cuadernos en blanco
pues se agotó la tinta de mi “boli”
y no puedo escribir
el guión de mis días.



La asignatura de la vida

¿Qué hacer con la mañana que se disfraza de sombras
 sin ser carnavales?
¿Qué hacer con el costado abierto de la mudez del espejo
y los puntos suspensivos?
¿Quién me ofrece aunque sólo sea unos apuntes para
aprender la asignatura de la vida?
Los perdí cuando yo no estaba.

Y hay que levantarse
ducharse
tostar el pan
hacer el café
recoger
fregar
hacer la cama
coger el ascensor
...........................
...........................
..........................
Y correr correr correr
hacia un lugar
al que algún “sabio”  le puso nombre.

 ¡Vaya!... Ya sé algo para comprender la vida...
 Existe la calle Mayor de Madrid, la de Carretas, Montera
…………………………………………………….
…………………………………………………….
……………………………………………………..

¡¡Grandes verdades para entender el mundo!!



Mi vida en un bolsillo

Hay días...
en que mi vida
cabe en el bolsillo del pijama
de un niño huérfano.



Las maletas de mi vida

¡Cuántas maletas delante de mí!
El mozo del aeropuerto se acerca
y me pregunta si me falta alguna.
No le contesto y sigo a la deriva.

Mis ojos han comenzado a llover amarillo
su lluvia ha borrado la luz.

Por eso
voy  tocando los cuerpos
tiesos y fríos   de mis maletas...
Definitivamente están muertas.
Lo he comprobado y por eso no las quiero.
Al final el mozo del aeropuerto
con un esfuerzo  se acerca de nuevo cariñoso:
¿Se le extravió alguna de sus maletas señorita?
Y yo las cuento: una dos tres cuatro cinco seis  siete ocho…
mi vida se encuentra en ellas
y sigo contando ...Al final le respondo:
ninguna las tengo todas.
Él entonces me mira con extrañeza.
Evito su mirada y me voy hacia cualquier otro lado.

El mozo del aeropuerto  no puede saber
que quien se ha extraviado he sido yo
por los caminos de la tristeza tóxica
de las primaveras que me invento a base de química
y no quiero cargar con tantas maletas muertas
deambulando por las calles de la vida.
¡¡Pesan tanto!!



Viejos cuentos

La bruma  se desploma con indiferencia
a 240 kilos por milímetro cuadrados de mi cuerpo
y me hace rehén de su inercia
con su silencio de insecto moribundo.

Viejos cuentos de miedo entrechocan  en mi cabeza
y aparecen ogros fantasmas dragones...
confundidos  con las horas de los relojes invertidos
y los párpados violetas de días mutilados.

Conjuro de unicornio y palomas
de tierra piedra y plumas
se cristalizan al otro lado de mi mesa
 inmóviles.

Y a mi alrededor
todas esas butacas desocupadas
con el asiento bajado
me sacan la lengua de la soledad
con el logotipo de "vacío".

Mi único placer es la jarra de chocolate del desayuno.



¡¡¡ Qué descanso de mí!!!

Escucha
¿cómo poder parar la angustia
de vivir conmigo eternamente?...

Si yo pudiera
dejarme  en el umbral de mi casa
aunque fuera por unos minutos
para ir al bar de enfrente
a fumarme un cigarrillo
y tomarme unas cervecitas...

¿Te quedarías en el umbral a vigilarme
para que  no me siguiera?...
No te pido mucho tiempo
de verdad.

Gracias.
Enseguida regreso.

Estoy condenada a llevarme a cuestas indefinidamente
como Sísifo.


Como un cuchillo

¿Es que hay quizá palabras para sacar fuera todo esto?...
¿Cómo no viene alguien a salvarme de mí?
Estoy alojada dentro como un cuchillo.



Barrios de tiempo

Al fin ha surgido la periferia en mi vida
y el centro que recorría día a día como gacela
se desmoronó en barrios
entrelazados con material de segunda
y pájaros  trazando ángulos invertidos.

No me reconozco entre este montón de carcoma
pues es un barrio fuera de mí.

¿Por qué se perdió el claro tintinear del  cálido bar de al lado?
¿Ese trasegar de muchachas veloces
moldeando caderas en sus mínimas faldas
cuando el tiempo sentado sonreía y se tomaba un martini?

Estoy desorientada
entre bloques de edificios extraños
que en soledad crecieron
como un tumor maligno
invadiendo mi anillo de cintura
y mi playa de espalda.

¿Cómo vine a parar a estos barrios de tiempo?
............................................
..........................................
..........................................

Miro en las alcantarillas de las palabras
y se oye el paso cansado de los años
en remolinos de papel sepia.

¿Cómo llegué tan rápida  a estos barrios de tiempo?...



La luz de mi mesilla de noche

Déjame entre las flores de escarcha  de las noches
con el mando a distancia de la luz
tomándome un vaso de leche tibia.
Las ventanas cerradas.
Las cortinas echadas.
el brillo tenue de la lámpara de mi mesilla
y una novela romántica.

Que el viento errático y confuso
que teje arañas  en las madrugadas
se quede fuera y no me cubra de negros espejos
que me llevan por laberintos de voces frías
donde habita nada.

Entonces me duele tanto el pecho
que en él me anidan los nombres de todos los muertos.


Y desequilibra la danza de mis tacones rojos

Alguien me acecha detrás de la nuca
tiene la cara plana como los días de tedio
y se escuchan en  viejos calendarios
sus pasos sigilosos.

Alguien me echó mal de ojo
roba mis  primaveras
y desequilibra  la danza de mis tacones rojos.

Alguien se esconde
entre  las calles de Madrid  llenas de gente
y  empuja mi espalda erguida.

Alguien me anuda el viento
a la garganta
y mete la tormenta en mi cabeza
para que repita  el sonidos de  las palabras
vaciándolas  sin más de sus nombres.

Prometo ponerle un detective
que indague en hojas de calendario.
Y juro que  pagará sus delitos
y si es posible reparará los daños
aunque tenga que pagar a cirujanos plásticos
y a otros especialistas médicos de toda índole.



Soy mi propio fantasma

Creo que me estoy convirtiendo
en mi propio fantasma
y solo para asustarme.

Si alguien quiere hacer este trabajo
le pagaría con creces
y al contado.
Así podría huir de él
de vez en cuando.
Pues ser el miedo siempre
provoca tanta angustia
que abre  heridas en los costados
de los sueños
me bordea la soledad
y me huyen los besos.

Y yo me pregunto:
¿no me podría convertir en hada?..



Hoy estoy ciega

Hoy no tiene cataratas el visor de la vida.
Me levanto bañada en la luz
sin pasar por el misterio de las palabras
que se han olvidado
del amplio muro de sombra que las cubre.

Afilo el lápiz de los números:
Debo comprar
4 yogures
2 kilos de tomates 1 de arroz y 4 manzanas.
Cojo el bolso.
Está en el armario.
Lo recuerdo claramente.
El mundo es visible
lo abarco con mi mirada.

Se deshabita mi casa de susurros de eternidad.

Son las 10 de la mañana a las 12 tengo que estar en la facultad.
Debo darme prisa en corregir estos 20 exámenes.
Echo las cuentas de la vida
resto sumo divido...
Todo está desvelado
no hay penumbra
ni enigmas en lluvia de palabras.

Hoy veo todo con claridad pues todo cuadra.
Hoy estoy ciega.




*Tiempo de Caramelos (Calima, 2012)

Lo cierto es que yo no quería contar esto
es como desnudarme
y  parece mentira que
a estas alturas tenga pudor.
Pero desnudar a mi padre y a mi madre
verlos en paños menores
cuando la borrasca de sus vidas desapareció por el agujero de los años
es ganas de incordiar.
Además que sé que lo diré mal y no haré justicia.
Mi padre en la bóveda de su  autoridad
lo hizo amargo la maldita guerra
y no podía llevar colgada la sonrisa y
ponérmela como un lazo para ir a la escuela.
Se la robaron a punta de fusil.
Y mi madre
 para qué contar
 tenía tantas heridas
como los árboles hojas en el suelo cuando llega el otoño
pero eran de mirada pálida
y nada aventureras de viento y vuelo.
En definitiva
sus vidas eran tan sombrías que
me tropezaré con el equívoco en esta historia.
Además eran  tiempos de  llevar luto en la boca
y dibujar gritos con la voz.
Pero una cosa sé con certeza
que yo de niña no era una superdotada
y me agobiaba el empeño de mi padre:
tantas ganas de que me peleara con el intelecto
cuando apenas pasaba cuarto y mitad del suelo.
No era justo robar la infancia así
yo solo quería jugar y mirar los ojos de mi gato
y no aquellas líneas llenas de incógnitas y miedo
pues nunca sabía si cuadrarían a los ojos de mi padre.
Además que si cuadraban
no habría sorpresa. Era mi deber.
Y  yo que no era superdotada
me quedaba quieta 
y como era tan pequeña desaparecía
aplastada en aquella palabra tan grande…¡¡DEBER!!




Padre-madre estoy convencida
de que lo que  saldrá en este poemario
serán los residuos de mi memoria
artrítica por los años y la distancia.
Que el tiempo de los caramelos y palulús
me queda lejos
detrás de una esquina
de mi solitario pueblo.
Y además
dormido en las cunetas del tiempo.
Padre sé que serás aquí una máscara
de domingo lluvioso de noviembre.
Que tú madre sólo aparecerás como una interjección
larga y dolorosa.
Pero tengo que hacerlo
de verdad.
Mi biografía tiene una esquina rota
la de mi niñez.
Y  lo peor de todo
es que llevo mucho tiempo echándome de menos
y buscando regazos de lana como una pequeña gata.




Te recuerdo padre-madre…
Os acuné tanto…
Y erais tan pequeñines  en mis nueve  diez once años
que me acostumbré a llevaros sobre la espalda.
Luego vino la vida
Y me dijo que era al revés que debíais de acunarme vosotros.
Pero mi pequeño cuerpo estaba tan acostumbrado…
Y además vosotros estabais rotos por
los disparos de la guerra:
Que si un hombro de menos
que si una mano
que si una pierna…
Luego os robaron las sonrisas
todas las caricias de caramelo
el amor de los geranios
la suavidad de los ositos
los besos de las películas infantiles…
Yo que sé cuántas cosas más.
Según  la gente del pueblo
mi pueblo pequeñito y  quieto
iban camiones a por ellas
y salían repletos hasta los topes.
Si es que no teníais nada para dar.
Maldita guerra que os cogió inocentes
con coronas de rosas juveniles
y os dejó en cueros.





Padre-madre
yo de pequeña tenía una incipiente joroba
de tanto esfuerzo por llevaros a hombros.
Estabais muertos
esparcidos por la casa muda
y era mi deber hacerlo.
Pues a mí
hablando de deberes
todos los días
me ponían deber para desayunar
deber para comer
deber par cenar
deber para acostarme
deber de obedecer
deber de iluminar vuestros retratos
color humo
deber de.
Y eso
aunque  no quieras te va  dejando el pecho seco
y las piernas flacas
y un gran peso en la espalda.
Porque claro
con tanto deberes
se me olvidó el derecho de acunar mi infancia.
Y eso se nota
¡vamos que si se nota!
Es  como una soledad de perro abandonado en una  autopista.





Se lo dijo a mi padre
un maestro republicano
al que le hacía ganar unas pesetillas por darme clases.
Cuatro años más o menos tendría yo.
Y dijo así:
“A esta niña hay que seguirla
en su aprendizaje.
Tiene las ideas claras.
Solo sugiero 
que estés atento
se aprendió hoy y en pocas horas
como funciona un reloj
¿qué será en el futuro?”...

Y padre se lo tomó en serio
y creyó en unicornios blancos
y vio un oasis en esa hija
donde colgaría los fusiles
de su vida
como farolillos de colores.
Y no se fijó en las agujas del tiempo de los años
y la condujo por el mundo de los números y palabras
de diccionario.
Un tú a tú con la sabiduría cuando no levantaba tres cuartas del suelo.
Y se olvidó que la niña vivía en tiempo de caramelos
y no entre tinta y frases de crucigrama.

De todas formas como a padre le mataron los sueños
en la guerra
necesitaba una hija de tinta para volverlos a escribir.





No te preocupes niña.
Yo
ahora
a la altura de mi más de medio siglo
haré  que vivas entre algodones y rosas
niña melancólica.
Que no tengas prestado el corazón cada día.
Encenderé tu vida
entre poemas vino y geranios.
Suicida de una vez esas sombras
en el fondo de noches llenas de luciérnagas.
Además no fue para tanto
piensa en las monedas de luz
que te regaló padre.
Quizá  estás chapoteando
sólo en pozos oscuros.
Por otro lado tu niñez queda lejos
ya eres mayor
pasaron los años
de toses mocos  y también golosinas…
no lo dudes… también de golosinas.

Pues adelante
lo ya vivido bien muerto está.





Simplemente tuvo
que ser eso:
Que a mi padre en la guerra
le mataron  la risa
era tan jovencito…casi adolescente
y tan soñador…

De vez en cuando me  decía:
“¿ves esta bola del mundo? …
Pues bien lo que se debe hacer
es dividirla por partes iguales
a todos  los hombres que hay en la tierra
y a cada cual su pedazo”.
Y niña  que no pasaba de los seis años decía:
“¡¡qué fácil!!
¿y por qué no se hace padre?”
“La gente es  ambiciosa y egoísta
y aquí en España que empezábamos
a dividirla bien
vinieron unos espadones a matarnos.
Si sólo queríamos eso
¿era  algo malo?”

Y se le colaba la melancolía
y le llovía adentro…
Y madre gritaba desde el patio:
“Deja de contar esas cosas
pasaron hace tanto tiempo…
y la niña es pequeña.
Ella lo que tiene que hacer es aprender a coser
a bordar a zurcir y no tantos cuentos
que no le valen para nada.”

Y padre callaba siempre callaba.
Cuando hablaban de la pasada guerra
su aliado era el silencio
un silencio preñado y a punto de parir.
Y a niña la vida  le daba retortijones en la tripita.
Y es que no tenía edad para tantas muertes.





En fin toda esta retahíla
de que si padre
de que si madre
que si la melancolía
que si peso en los hombros
que si superdotada
que si  ¡padre qué agobio tan niña y ya sabia!
que si …
que si…
 No es más que
cuestión de soledad
cuestión de falta de sonrisas
cuestión de alcanzar al lobo
de la angustia y la tristeza
y sobrepasarle.
Y sobre todo cuestión de recuerdos
hundidos en los recovecos del tiempo.

Y una cuestión importante padre:
la de quitarme de encima la manta  de niña sabia
que tanto me ha pesado 
durante el camino
y cambiarla por un chal de esos
finitos
un chal de andar por casa.

Y es que no tengo ni tuve nunca fuerza
para llevar a cuestas esa palabra tan gordísima: ¡SUPERDOTADA!.

Pero admito que  comí  con placer de ella todos los días
sin darme cuenta de  que sólo existió en ti.




PERO DEJÓ INTACTO TU NOMBRE EN MI BOCA

Y llegó la niebla escondida en la lluvia
y borró a los niños de la plaza
que jugaban con besos
y pintaban los labios de la luna
agarrados a su falda de domingo.
Y se fue casa abajo
y se puso en el umbral de las palabras
y se confundió con el gris de mis ojeras
y asaltó los campos de amapolas
para que los niños pudieran
alcanzar la escalera del cielo.
Llegó la niebla y borró todo
hasta mis labios pintados de rojo
pero dejó intacto tu nombre en mi boca.

(Cuadernos del Laberinto, Antología ENÉSIMA HOJA) 





*El Incendio de las horas, (Huerga y Fierro editores, 2015)


EL INCENDIO DE LAS HORAS. En El incendio de las horas Juana Vázquez Marín explora su “yo” con un afán y una intensidad magníficas. Sus escenarios repletos de cotidianidad tienden un poderoso y sugestivo nexo al lector, que es incendiado por el espíritu de búsqueda, de victorias y derrotas que la autora hace brotar de lo más hondo de su mente. El tedio, el anhelo, el aprender a despedirse, todo ello en unos versos de una enorme pericia poética en los que nada falta y, quizá incluso más importante, nada sobra. Hay, además, una excelente intuición creativa en toda la esencia de la obra, en la medida en la que, en un intento supremo por acabar con las jaulas que atoran la propia concepción del ser, Juana Vázquez Marín desdeña las máscaras exuberantes que tan a menudo revelan inseguridad para acudir al lector con su rostro vivo, llameante, reconocible, espejo de una vitalidad sensible que pisa un brumoso camino tendido hacia un futuro que tiene tanto lo malo de lo incierto como lo malo de lo predecible.



La hondura de Juana Vázquez en "El incendio de las horas"

Por PEDRO GARCÍA CUETO

Juana Vázquez Marín es una mujer que ha cultivado la poesía, el ensayo. No solo es escritora, sino que ha dedicado gran parte de su vida a la enseñanza, es catedrática de Literatura y es doctora en Filología y licenciada en Periodismo, doble faceta que le ha llevado a crear interesantísimos libros de investigación sobre el S. XVIII en España.

Ha publicado libros tan interesantes como los poemarios Signos de Sombra, En el confín del nombre, Gramática de Luna, Escombros de los días y Tiempo de caramelos, publicados, en su mayor parte, por la editorial Huerga y Fierro.

No hay que olvidar su incursión en la narrativa, aportando un mundo mágico a dos novelas que van buscando a través de un lenguaje lleno de lirismo su razón de ser: Con olor a naftalina, retrato de unos seres que viven su luz interior como si alumbrasen con ello el mundo y Tú serás Virginia Woolf, donde Juana Vázquez ha ido creando unos personajes contemporáneos, que viven esa lucha entre la realidad que los atrapa y sus mundos interiores.

Llega ahora El incendio de las horas (publicado también por Huerga y Fierro en este año), donde la escritora quiere encontrar su identidad, desdoblada en múltiples seres, que viven y respiran, a través de poemas que se abren como ventanas, donde podemos intuir el dolor por la existencia, por la falta de reconocimiento, ante un mundo que no comprende a ese ser que vuela alto, que mira más allá de la realidad, a esa niña hecha mujer que anhela su juventud, que repudia aquel pasado en el pueblo, pero que vive con pasión la llegada del amor, un paisaje o que se pierde en el metro, como si al dejar de ser una misma (la escritora, la investigadora, la profesora) fuese un camino hacia la felicidad.

Juana Vázquez va dejando su sangre en cada verso, expresa su sentir, su anonadamiento ante un mundo que pasa sobre ella, pero que no la toca, como si volase envuelta en volutas de cigarrillo y gin-tonic.

Dice uno de sus poemas: “Perdona por morirme / día sí y día no. / Por tener en los bolsillos una colección / de rostros anónimos. / Por no saber el nombre de las flores / que cubren los arroyos de la sierra. / Perdona por ser feliz solo una hora al día. / Por mirar la luz de la vida a través de tus ojos. / Por regalarte el silencio que cubre mis palabras”.

En este poema la escritora sabe que la existencia no tiene sentido si no es a través de ese mundo que imagina, que huye de la realidad, porque llevamos a la muerta, como dirá en otro poema, encima, nos sigue, nos persigue, se sienta con nosotros, vivimos ese antecedente que nos condiciona, nuestra temporalidad, la certeza, parafraseando a Darío y su Lo fatal de “estar mañana muertos”.

“Y es que la vida / Después de los cincuenta años / duele tela”, magnífico final para un poema que se convierte en un espejo de un espacio de tiempo, donde al mirar nos vemos desnudos, ligeros de equipaje, como diría Machado, vestidos de recuerdos, pero como si todo lo vivido fuese vacío, un tiempo que se deshoja como un árbol en otoño.

Los poemas de Juana van expresando sus dudas existenciales, va desnudando su voz, como si llevase una muerta dentro, un ser que ensombrece sus esperanzas, en cada paso que da todo se convierte en humo, la vida de los demás, sus hábitos rutinarios son banales, no encajan en la mujer que sueña, que está presente, pero que se evade y que vive a golpe de vasos de cristal manchados donde queda el resto del cubata, que ha bebido a tragos, como si fuese su propia vida.

En otro poema donde alude a esa muerta que lleva dentro y que lleva a los bares, a dar recitales, porque la vida se para, se mira en un espejo hondo que no sabe de verdades, pesa el recuerdo, la ropa que le viste, pesan los fracasos, los dolores corporales, pero más los del alma.

“Me duele la muerta que llevo dentro. / Yo no sé cuándo murió / ni por qué la enterraron bien enterrada”.

Pero late en el libro una mujer apasionada que, de vez en cuando, se deja llevar por el frenesí del amor, por otro ser desamparo, por otro loco de la vida, que también bebe a tragos el tiempo, que no es convencional ni común, otra ave de paso, otro ser luminoso que ciega cuando ama a la mujer que desea.

Lo refleja en un poema donde dice: “Tú que me llevaste al paraíso / de nuestras manos unidas / durante un noviembre de lluvia. / Tú escaparate para lucir la joya de la piel / de mi cuerpo”.

Ese ser que la abriga, que le da sentido, también es un ser de paso, que se va “por el atajo de la locura”, porque el amor entre dos aves que saben que volar es fácil, pero que siempre hay un vacío donde estrellarse.

Viven en los poemas de Juana Vázquez ráfagas de luz, entre paredes de sombra, espacios de soledad entre destellos de mundos soñados, callejones de invisible trayectoria entre días de rutina donde apenas puede levantarse. La poesía nace entonces de una necesidad, de una búsqueda para dar sentido a la vida, para que el rasguño que le provoca la luz del día no la haga perder el sentido.

Hay alusiones al cuerpo en bastantes poemas, como si la poeta fuese consciente de ser una figura, desdoblada, por un lado, su imaginación y por otro, un cuerpo, que la arrastra a vivir, como un autómata, maquillada por las calles de la ciudad, alusiones a cigarrillos, como si todo fuese humo, a bares, como si entre esos espacios de sombras y luces pudiese nadar hacia la claridad del día, en los poemas de Juana hay alusión a la carne, la que lleva como paisaje, mientras vive adentro, en su hondura infinita, a muertos y muertas, como si la vida fuese un sueño, en el onirismo latente de su interior, viven en los poemas las voces, esas que dicen nombres, paisajes, que la hablan, como si el mayor diálogo fuese con la otra, la muerta que lleva a pasear por recitales poéticos y por calles.

Si en Tiempo de caramelos Juana Vázquez saldó una deuda con su infancia, con sus padres, con el autoritarismo de una época, ahora, con este excelente libro, la escritora expresa su luz, se desnuda en poemas que la van definiendo y nos dejan absortos ante esa mujer que vive y muere en cada paso, ante su profunda luz y ante sus sombras, un libro que nos deja heridos para siempre.





La espiga y el viento. Antología poética (Ars poética. Colección BEATUS ILLE, 2017)

LA ESPIGA Y EL VIENTO es una antología que recorre la voz poética de siete poemarios de Juana Vázquez, con un universo rico y variado en temas, desde el más hondo y misterioso, donde se entabla un diálogo-reflexión con los enigmas existenciales y que recorre desde la inmensidad universal a lo breve y cotidiano del día a día. Desde lo onírico y enigmático, hasta la confesión de una voz infantil en la melancolía, o los sueños rotos de la madurez, donde el tiempo, ya no solo pasa sino que pesa. 

Juana Vázquez tiene una voz propia y singular en cada uno de sus libros muy diferente. Ella dice con humor que tiene musas alquiladas, y por eso cada libro es un mundo. Pero las venas que los recorren tienen mucho en común: Tiempo, Melancolía, Palabra como «signo de sombra», Desamor, y sobre todo preguntas ante la mudez de lo que rodea la vida del día a día.


Se puede adquirir en la Editorial a través del enlace:




LUZ

En busca de la luz me alié al poema
de los besos-palabras,
en espacio de páginas.
Dejé atrás la música,
el perfume, el terciopelo verde
de la hierba desnuda,
el mar de tardes lánguidas
de colores violetas..

poemas de la vida,
escritos día a día
sobre el perfil del alba.
En busca de la luz
me olvidé del amor,
de colores lascivos,
en donde el cuerpo impone
sus señales y signos,
de la indolencia blanda,
de lo dulce del vino,
del lenguaje del cuerpo,
de placeres y ritos...
En busca de la luz,
quise encender la lámpara
de mi tosco poema,
sin más guía ni brújula
que la palabra hueca,
esperando que el caos
del fondo de los tiempos,
se ordenara sin más,
en la magia del verso.
Mi vida inmolada
en el altar del tiempo,
la ofrenda dolorosa
de mi silente cuerpo
es el precio que pago por
el soberbio agravio
de convocar, mediante
mis torpes versos,
al mensaje primario.




POR NO OÍR A LOS PÁJAROS

Al fin de toda búsqueda,
he vuelto al desamparo,
en mi boca el lamento
de los desheredados.
Quise buscar la música
misteriosa del mar,
sin escuchar primero
los trinos de los pájaros,
no supe de medida,
de límite, ni estado.
Convocando a la voz que poderosa aúna
a todos los contrarios,
que enlaza luz y sombra,
dejé atrás la hierba,
el monte y el collado,
sin escuchar siquiera
los trinos de los pájaros.
Y profané el espacio
del misterioso mar,
buscando los acordes
de la invisible mano,
más todo fue silencio en mis poemas,
calló la música y nada me fue dado.
Pero dispuesta a todo límite,
hollé de nuevo
el reino de la luz y los presagios,
y dirigí mi voz, mi grito mutilado,
hacia los acordes lejanos de la luna,
sin escuchar primero
los trinos de los pájaros.
Mas no hallé señal alguna,
ni percibí otro canto,
que el murmullo de esta música hueca,
que suena en la región de los desheredados.
Y fui vencida por los dioses
y mi orgullo doblegado,
por profanar con mis pobre poemas
el reino de lo vedado.
Recogeré mi voz y escucharé a los pájaros.




GÉNESIS

Vamos a jugar de nuevo
al orden oculto de las cosas,
vamos a empezar, a la vista de todos,
el libro de la vida
como empieza el rocío cada mañana.
Y es que se llega a un punto en donde
la escritura se hunde
en los surcos del tiempo,
pues la voz fue de cristal a máscara,
y andamos en desmemoria,
a tientas, agazapados en el silencio,
perdida ya la música y el azul del bosquejo.
Se ha cerrado el círculo y se impone
un retorno al principio.
Pues no es bueno dejarnos
a la deriva en este río de sombra,
con el acento roto,
la sola certeza de la muerte
y el patrimonio de un puñado de polvo.





Tú serás Virgina Woolf (2013). Madrid, Endymion, 2013. NARRATIVA

Por MARIÁN-SUSANA

       
Amanece  otro día, un día  que no amontona villancicos con árboles de Navidad, ni hay procesiones de Semana Santa,  pues entonces son vacaciones en el instituto de bachillerato, y esos días los pasa Marián en casa, arrastrando sus sueños rotos y pegados a engrudo. Los días de vacaciones son días de dormir y dormir como escondida, y son días de no  hablar.
 Os cuento: Marián lleva un tiempo preocupada, el olvido se está instalando  en su vida, y le huyen muchas palabras. A veces lo pasa mal, pues  está empezando a titubear   en clase. Y es que le interesa tan poco todo, que las palabras para nombrar lo que le sucede se le desdibujan. Su vida es tan vulgar, tan mediocre, tan anodina... que si no fuera por la tragedia de su hija Irena, algo que llena sus días de miedo  y angustia,  sería como las planicies de Castilla  en invierno: yerma, seca, a ras de suelo.
Su madre, doña Pura, una mujer muy religiosa,  no le quiso poner  Marián,  pero su padre, don Pedro, un terrateniente extremeño, quería hijas del futuro y dejar atrás las Franciscas, Rufinas, Antonias, Josefas, Modestas, Manuelas... y  otros nombres  como esos que, según él,  eran símbolos del pasado y de pueblos perdidos. Quería que su hija se llamara Marián. Y ya lo pensó un buen rato el cura de su  pueblo de Extremadura, Salvaleón, el de las manos lánguidas y gestos blandos. Al final dijo: Yo le pongo María que es el nombre de nuestra Señora, si luego queréis decirle Marián son cosas modernas que la iglesia puede admitir, pero siempre el día de su santo será el día quince de agosto, fiesta de la Asunción de la Virgen María a los cielos.
Así que Marián, este día laborable -un día que tampoco sea de Julio o Agosto, pues entonces son las vacaciones de verano-,   se va llena  de tedio y desazón al instituto situado en un barrio perdido de Madrid -más perdido aún que en el que ella vive-, donde tiene que impartir clases.

-Mamá, que te dejas los exámenes y el libro.
-¡Qué cabeza la mía!... cada día la tengo peor. ¿Tú no has ido a la facultad?
-Es que Matilde, la tata, no se encuentra bien. Se ha pasado la noche vomitando y ahora está mareada en la cama.
-Son muchos años ya los de Matilde, ochenta y  siete...pobre mujer...Pero yo no he oído nada,  y es  que con esas pastillas que me tomo por las noches me quedo  como una muerta, y si no me las tomo no duermo. ¡Ay Susana, si no fuera por ti y Matilde, esta casa!... pues yo hija cada día estoy más ida y todo me pesa tanto... Por cierto, Irena seguirá en la cama, ¿no?...
-Sí, pero ya se ha bebido dos o tres cafés, y está de un borde que no hay quien la resista. Y es que tiene ganas de bronca.
-¡Ay esta hija!... no puedo con ella, me va a llevar a la tumba.
-Venga, déjalo, mamá. Y cámbiate alguna vez de pantalones que casi siempre llevas los mismos.
-Total, para ir a luchar contra esas fieras, ¿qué más da?...si a mí no me ve nadie.   
-Pero mamá, están muy arrugados.
-¿Y qué importa hija?- Marián se miró los pantalones con indiferencia.
-¿Quieres que les pase en un momento la plancha?
-No, no, ya digo, no me importa. Si nadie se da cuenta de mí, si entro y salgo de una clase a otra hasta la hora de venirme, que cojo directamente el coche sin pasarme siquiera por la sala de profesores. Además, que  me da todo lo mismo.
-Debes de cambiar de pastillas o de psiquiatra, las que te tomas no te hacen nada, sigues lo mismo.
-¿Pastillas?... Si es que no tengo ilusión por nada, y es tu hermana, tu padre, la casa... yo que sé... Bueno, me voy.
-Los exámenes, mamá.
-¡Cómo estoy!... Me voy, me voy volando.

Y Marián coge el coche y conduce con gestos automáticos. Lleva  la mente llena de notas deshilachadas, dispersas,  y de caras de alumnos hoscas y aburridas como  las sotanas de los curas de medio pelo de su pueblo.
¡Qué lejano todo aquello!... Mi pueblo... qué atrás ha quedado. A mis padres los he dejado allí solos en sus tumbas, olvidados... pero de eso es mejor no acordarme, parece que sucedió en otra vida.
¿Qué me dirán hoy los alumnos desde las ventanas  cuando pase por  debajo?... Los temo.
Todos ellos eran  para Marián un montón de rostros indiferentes y burlones  que la miraban con guiños, risas, y algún que otro insulto sobre su ropa, sus cabellos, sus andares desmañados... lo que fuera con tal de ridiculizarla. Les gustaba clavar el aguijón de la burla y hacer de ella un personaje grotesco que pretendía llevarlos por la sabiduría de la que ella carecía, ya que  a veces en clase, daba la impresión de estar  en el limbo.

¡Pobre mujer! La verdad es que da la sensación de no estar en este mundo. Siempre que la llamo por teléfono: «¡Ay!... espera Juana, espera que se ponga Irena o mi marido, es que yo no estoy hoy muy bien, perdona, pero tengo la cabeza que me estalla y no doy pie con bola». Y así un día  y otro. Yo creo que entre Irena y los chicos del instituto han terminado con su estabilidad  psíquica.
¡Dios mío!... le temo a esas lagunas o vacíos que, en ocasiones, se instalan en mi cabeza, piensa Marián. Aunque siempre fui así, pero cada curso me noto más torpe. Además, no tengo muchas ganas de arreglarme, ni de hablar, ni de nada. No, no puedo, ni me apetece, estoy deprimida, muy deprimida. ¿Qué es mi  vida?... Una de mis  hijas no sé si está loca o  es  una superdotada  en lo literario, como dice  su padre. No sé nada de Irena, nada. Me confunde, me asustan sus arrebatos, su forma de vivir... Una tata, Matilde, con ochenta y siete años, a la que siempre hay  que estar vigilando,  pues es una mujer que no tiene en cuenta su edad, y cuando menos lo esperas se sube a una escalera para limpiar las lámparas o Dios sabe qué. Ella dice que si lo hace es porque puede. Pero son años... y  no quiero pensar lo que me vendrá después, ya que tiene  una edad que cualquier día quiebra, y entonces ¿qué pasará?...Pero a pesar de sus años todavía lleva el grueso de la casa, y si ella cae, yo, ¿qué puedo hacer?...si cualquier cosa que intento me  cuesta  un esfuerzo. Esta depresión me va a llevar  a la tumba.

Es mejor no pensar en mi vida, pues... ¿y Alfredo?... Para él soy una estúpida por no tener ambición de ninguna índole, por estar pudriéndome en un instituto del extrarradio, por no hacer méritos para que me cambien a uno del Centro, por no sacar la cátedra... A él, sin embargo, de unos años a esta parte le ha entrado por cambiar de status, hasta tal punto que resulta patético. Todo el día de Dios como  si estuviera a punto de salir a escena. Ni que para ser director de una agencia bancaria de la calle Goya, que es con la que él está empecinado, se necesitara vestir como un figurín. Además, todas las tardes  por el centro de Madrid, alejado de lo que el llama el pudridero del barrio- del que no se quiere contaminar-   huyendo de lo que debería ser el día a día de un cincuentón, que vive a las afueras de la capital ,y que  tiene una familia normal, sin pretensiones. ¿Qué hará por las calles del Centro todos los días de Dios?... Que si Serrano, que si Goya, que si Ortega y Gasset, que si La Castellana, que si Bilbao, que si Fuencarral, que si la Gran Vía...  Y ¿qué más me da?... que haga lo que quiera.

Ya está bien, esto no es vida,  es un gris de tardes acostadas sobre cualquier viejo colchón abandonado en una estación antigua y desierta. Sí, esa es la imagen que se me viene a la mente. Y es que yo en mi adolescencia quise ser poeta pero me di cuenta de que era muy mala con los versos. Además, que siempre he sido muy dejada, muy de no esforzarme, de dejar pasar la vida, de no interferir, de no tener metas. El día a día...Lo que me costó venirme de mi pueblo a Madrid y, a veces  sigo añorándolo, allí no tenía que hacer esfuerzos, era la hija de Doña Pura y se acabó, en Madrid todo es distinto, es más vivo en un barrio de clase media baja, más bien baja que media. En mi pueblo era alguien, tenía criada, Matilde, y era la hija de un terrateniente que cuando murió, al ser yo la mayor de las hermanas, me dejó la obligación de reorganizar el patrimonio. Mi madre decía que no entendía de nada, y yo tuve que vencer mi indolencia, no me quedaba más remedio. ¡Cuánto me costó! Vendí las fincas por cuatro duros. Sólo nos quedamos con  una pequeña para recordar mejores tiempos.  Y es que todas en la familia somos mujeres, ¿qué hacer con aquellas dehesas?...
Ahora, Marián vegetaba en aquel piso de un barrio  de Madrid de clase obrera, un poco dejado y abandonado de la tarea diaria de lavarle la cara, y en aquel instituto cutre y desangelado.

Dios mío ¡qué vida!... En el instituto me encuentro desolada en medio del aburrimiento y  violencia de los alumnos, y en casa Irena,  que un día sí y otro también me da unos disgustos...¡la temo tanto!... Por otro lado, está Alfredo que no me ve, ya que  para él soy un fantasma. Y es que  siempre está a lo suyo, su afán por tener una oficina importante, libros de  autores famosos, amigos intelectuales, ropa de marca... Además, me parece tan raro que a su edad esté siempre tan preocupado por su físico... De todas  formas me da igual.

Además, Irena me tiene asustada más que  los alumnos, no sé cómo tratarla. Susana es otra cosa. Es una chica como todas las de hoy en día, a quienes lo único que le importan son los hombres y divertirse a tope, pero es  muy responsable, sin ella no sé que sería de mí.

Y entre estos pensamientos se le pasa el  trayecto, y allí a unos metros  tiene la mole del instituto que  se difumina entre el secarral de los alrededores con pequeñas promesas de árboles plantados por voluntariosos profesores. Gritos e  insultos envuelven el edificio y serpentean por las aulas.
Aquel día  hubo algunos acontecimientos en la vida rutinaria de Marián que alteraron las manecillas minúsculas del reloj del año de la polca que llevaba. Sí, ya sabía que era viejo, pero no tenía ganas de cambiarlo, y más que ganas, ilusión... todo le costaba tanto esfuerzo. En fin, algo alteró aquellas manecillas pasadas de moda, pues el tiempo se le hizo interminable. La había llamado Susana para contarle sobre Irena. Y ya fue sombra toda la mañana, y no oyó las risas ni las preguntas capciosas de los adolescentes llenos de picardía, curiosidad y divertimento.  Ni oyó las preguntas de algunos que tenían la mirada limpia, una mirada como el agua de los arroyos de su pueblo: «Profe,  ¿cómo era Garcilaso? ¿Fue escritor y también guerrero? ¿Era guapo?... Escribía  unas églogas muy cursis y amorosas, y además parece un quejica». Y Marián miraba en sombra y contestaba en sombra. No podía quitarse de la cabeza las palabras de Susana.

Irena se había levantado de la cama y había entrado en la cocina tirando todo  lo que encontraba  a su alrededor. «Mamá no sé que hacer, está que no obedece a nadie. Algo le ha debido pasar y lo paga tirando al suelo lo que se le pone por delante, y encima la pobre Matilde  dice que se  le estalla la cabeza». Y la mesa desde donde parecía que daba clases Marián, se agrandaba y agrandaba, y los alumnos se amontonaban y confundían en su mente. Mientras, algunos pájaros perdidos cruzaban cerca de la ventana como ágiles y pequeñas piedras apretadas que caían en vertical. Y allá a lo lejos, un amontonamiento de nubes  lanzaba premoniciones de lluvia. Entretanto, el gato del conserje maullaba siguiendo los vuelos de los pájaros y dando saltos que terminaban en el suelo.
Un zumbido de abejas brotaba de las aulas y sobre el zumbido se elevaba la voz de los profesores de las aulas contiguas, que gritaban con sonidos agudos  con el fin de alcanzar a la fila de los alumnos de atrás, perdidos en paraísos de sueños y pequeñas traiciones. En algunas aulas, volaban tizas por el aire y la carcajada general no se hacía esperar. Seguro que los profesores blasfemarían para sus adentros y algún bramido quedaría roto en sus gargantas antes de salir, desgarrando las nubes que se adensaban presagiando lluvia. La sombra del edificio parecía confundirse con el gris del cielo y se desperfilaban aristas prefabricadas de los módulos que se habían instalado con las prisas del nuevo curso.

¿Cuándo me darán el traslado a otro instituto más céntrico y decente con historia y tradición, donde el  profesor conserve, al menos, ciertos privilegios?... Por ejemplo: una mirada más benevolente del conserje,  algún interés en hacer fotocopias, un aviso amable sobre alguna llamada telefónica, sobre alguna visita... y...¿Pero qué pasa? ¿Qué ruido es este? ...
En aquel momento, precisamente en aquel momento en que tenía que cambiar de módulo para ir a las clases de segundo de bachillerato, caían gotas como piedras del anillo que se trajo de Estambul, y que la rubita de la primera fila, de cuarto de la ESO, le había dicho que era muy guay.  Nunca había visto ninguno como ese, le dijo con los ojos encendidos. Se lo cambiaba  por dos de oro macizo que su madre, creyendo darle una alegría, le regaló en su cumpleaños. Aquel anillo sería lo único que llevaba original, lo demás... ¡qué pereza todo! ...vestirse, escoger lo que tenía que ponerse... Como ahora ...qué pereza. El timbre había sonado hacía cinco minutos y se resistía a salir para ir a la siguiente clase.

Irena... ¿qué hará?... ¡Qué impotencia Dios mío!... pues  yo no puedo decirle nada, la exaspero más, y se pone violenta. Además, tiene la complicidad  de su padre, quien siempre que ocurren estas tragedias -porque son tragedias-. indica: «Cosas de los genios, todos los que se salen de lo mediocre son así, lo demás es morralla». Y cuando habla de esto, eleva su mano por encima de la cabeza para exclamar: «Hay que entender quién es Irena. Es una jovencita llamada a ser una escritora de valía. Ella es una excéntrica. No en vano la llamamos Irena, no Irene, y ella se identifica con ese nombre singular, preparándose para cuando tenga que firmar sus libros. Entonces  no será una vulgar Irene, como otra cualquiera, sino Irena, y de esa forma todo el mundo la recordará, pues no hay Irena en español, las hay  rusas, polacas... qué sé yo, pero españolas no. Por eso es única, como lo será en su escritura, que sin duda está llamada para ser premio Nadal, de la Crítica, Nacional, Planeta... Llegará muy alto, muy alto, es una chica fuera de serie, eso lo sé yo, que desde pequeña la sigo en su creatividad».

Por otro lado, a Irena no le importa nada, ni caricias,  ni amenazas, ni regalos, ni promesas... a nada hace caso.
Quizá por eso, poco a poco Marián fue cayendo en la apatía del deber, y en esto iba pensando al cruzar el patio del instituto, cuando caía un chaparrón de época.  «¿Qué mas da?»... no hacía frío. Y  recorrió como una autómata  los metros de grava y barrillo, y los charcos sucios y encenagados que le separaban de su siguiente clase.  Le tocaba dar la oración sustantiva, y lloró por dentro. La oración sustantiva, y el jarrón de las flores de la cocina roto, la oración sustantiva,  y mientras tanto Irena, con sus enormes ojos sin expresión, tirando al suelo su jarra y platos del desayuno, o lo que tuviera en las manos, la oración sustantiva, y todo lo que encontrara a su paso por el suelo...
-¿Qué dices, Arturo?... Sí, sí, la oración sustantiva, puede hacer función de complemento directo también.
Y de nuevo Irena... ¿Qué hacer? ...
-Por supuesto Ana, por supuesto, la principal función de la oración sustantiva es hacer de sujeto.
Y siguen las preguntas, y sigue el zumbido en la cabeza de Marián, y es tan intenso que muchas veces no sabe si el ruido se le produce dentro o viene de fuera.




CON OLOR A NAFTALINA
Juana Vázquez Marín
Huerga y Fierro, Madrid, 2008


Al final, tragedia
por Fernando Castanedo


  
La narradora en esta primera novela de la poeta y profesora Juana Vázquez Marín es una niña llamada Sharba, una pequeña que desde el principio nos anuncia la razón por la que escribe: no quiere que la confundan con su madre, Yaiza. Partiendo de aquí, la novela avanza en una serie de secuencias presentadas como si fueran tomas cinematográficas, y a partir de estos retazos o, como dice la misma Sharba, «a saltos en el tiempo, tartamudeando», retrata a los personajes principales de la tragedia.

Por un lado está Yaiza, la madre extranjera y supuestamente poco convencional, pero que en realidad reúne todos los rasgos de una persona caprichosa y malcriada en cualquier cultura. Por otro lado se encuentra Eduardo, un padre pusilánime y sometido tanto a los antojos de su esposa como a los de la hija que nos cuenta la historia. Por fin, el hermano menor y las dos criadas forman el coro que vaticina y sufre los terribles males de la familia.

Uno de los motivos recurrentes de la novela es el del doble siniestro, el Doppelgänger. La narradora vive obsesionada con el parecido que le une a su madre, un parecido que al mismo tiempo rechaza y cultiva, imitando el despotismo con que trata a cuantos le rodean, vistiendo las ropas de Yaiza y hablando como lo hace ella, de un modo extravagante, prolijo y cansino. Otro motivo es el de la adolescente que juega a seducir a adultos, porque Sharba encarna también las ambigüedades de esa inocencia entreverada de provocación que define a la Lolita. Estas dos características de la narradora concuerdan poco con su esmerada cultura, que le lleva a citar a Foucault, Barthes, Ahmad Shamlu y Kavafis.

Éste, que sería un detalle menor en otras circunstancias, aquí se ve unido a un lenguaje denso que no parece el más indicado para tratar un asunto como el que se aborda en la novela –no diré cuál–, de por sí grave y que pide, sobre todo, sencillez. Este exceso termina por dejar prácticamente sin fuelle a una trama bien escogida y a ese desenlace contundente con el que al final se nos desvela la tragedia.






El Madrid cotidiano del siglo XVIII” - Juana Vázquez Marín - Endimión Ensayo - Madrid, 2011

Juana Vázquez Marín (Extremadura, 1956) es doctora en Filología y especialista en el siglo XVIII como ha puesto de manifiesto en su celebrado libro “El Madrid cotidiano del siglo XVIII”, un ensayo donde habla de la capital de España y los personajes costumbristas singulares de la sociedad del momento. Un libro fruto de su tesis doctoral, recomendado por la desaparecida Carmen Martin Gaite.

Ensayista de pro, ha publicado también libros como “El costumbrismo español en el siglo XVIII”, Historia literaria del siglo XVIII” “El Madrid de Carlos III”, “Zugazagoitia precursor de la novela social”, “San Juan de la Cruz”, “o “El Quijote en clave de mujeres”.

Juana Vázquez es además poeta y novelista con varios títulos en su haber. Su ultima novela es “Con olor a naftalina”, que ha obtenido un gran éxito de critica. Ella se considera por encima de todo poeta, como medio de escritura que comunica lo más profundo del ser. “La poesía ayuda a expresar el conocimiento de lo que una lleva dentro”. “Gramática de luna” es el poemario, libro de trance, con imágenes visionaria del mundo y de la vida, escrito en seis días. “Fue un libro que me busco y me enseño”.

“El Madrid cotidiano del siglo XVIII” supuso varios años de investigación sobre los usos y costumbres diarios de un libro calificado de filosófico e ilustrado. La autora habla con conocimiento y amenidad de los cortejos y petimetres equivalentes a los “pijos” o “metrosexuales” de hoy, que utilizaban afeites y polvos, al igual que la petimetra.

De una España apegada a los tradicionales Austrias, se paso a los Borbones y afrancesamiento de costumbres en determinados estratos de la sociedad. La aristocracia y gente de alcurnia era el grupo social más progresivo, no exento de cierto esnobismo, a quienes la clase media quería emular. El Madrid de los Borbones es centralista frente a la idea anterior de las Españas, que habría de sostener más tarde los carlistas en el siglo siguiente.






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