lunes, 19 de julio de 2010
257.- HARMONIE BOTELLA
Harmonie Botella, profesora agregada de francés, publicó su primer libro: Ojos que no Ven, dónde narra su paso agobiante por los quirófanos en 2002. Su segundo libro: Otros Caminos, prologado por Enrique Cerdán Tato, abanico de cuentos y poesías Más tarde, en el 2005, publica una serie de retratos de mujer a través de Algunas Mujeres ( ED. Celya). En el 2006 escribe unos cuentos infantiles: Cuentos para Rubén y Malena ( ED. El Taller del Poeta) a beneficio de la ONG Pequeños Príncipes. Ha participado en diferentes antologías: Mucho Cuento ( ed. Tucumán) Relatos urbanos( ed. Ecu) Voces de Periferia (ed. Belgeuse) Palabras a la Deriva ( ed Ecu) Miguel Hernández 2006 (Sede Universitaria de Alicante), Un tren llamado deseo 2008(ed. Ecu), Un poeta en cada esquina 82009) Los martes de luna Llena ( 2009), Bajo el Benacantil ( 2009) impartidas varias conferencias sobre creatividad literaria.
Además de sus libros, Harmonie, tiene varios artículos, cuentos y poesías publicados en diferentes revistas y periódicos: Le Français dans le monde, Pacomova, Voces, Baquiana, Webalia, El Celador, Mucho Cuento ( ED. Tucumán), Club de Libros, Mecenas, Frutos del Tiempo, Xaloc, Cervantes Virtual, Auca, The Big Times, Destiempo, Mundo Cultural Hispano, Perito, Poetas del Mundo, Poetas por la Paz, Le chasseur indiscret, Palabras de Mujer, La lectora Impaciente... Es colaboradora activa de los periódicos : La Illeta y Vega Media Express.
Destacaremos de esta obra mucha lírica, numerosos mensajes escondidos entre las palabras, considerable lucha para alcanzar las metas lejanas, nutrida sensibilidad hacia los problemas de los demás, inmensa frustración frente a la cotidianidad, cuantioso amor para todo lo que vive, crece, cuantiosa solidaridad para los marginados, inmensa comprensión para la juventud.
De la observación de la realidad diaria, nacen de la pluma de Harmonie Botella, unas palabras claves, que enmarcan a las protagonistas de sus relatos, en un contexto social, emotivo o que les viste de gala o de duelo. No cabe duda que Harmonie, luchadora nata, no se deja invadir por los sinsabores de la vida, es ya una de las promesas de la literatura comprometida y social, pero poética, de una nueva generación de escritores que rehuyen la necedad de la palabra hueca, o la violencia del vocablo soez. “.José Antonio Navarro i Ballesta. (ANUESCA)
Actualmente, Harmonie es fundadora y presidenta de la Asociación de Nuevos Escritores de El Campello ( Anuesca), miembro de la Asociación Española de Escritores y Artistas de Alicante, Cónsul General de Poetas del Mundo, Poetas por la Paz, colabora con la Comisión Cívica de Alicante por la Recuperación de la Memoria Histórica, dirige la revista literaria Xaloc y es presidenta de la Asociación Española de Afectados por Cirugía Refractiva. Es también la promotora y organizadora de los Encuentros Nacionales de Escritores y Poetas de El Campello, y ha participado en la organización del Recital Versos por la Memoria en la Sede Universitaria de Alicante. Organizó en Junio de 2010 el encuentro internacional Homenaje a Miguel Hernández dón de participaron más de 60 poetas del mundo.
Fue nombrada Directora de IFLAC ESPAÑA. Participó en calidad de escritora invitada al Primer y Segundo Festival Internacional de la Poesía sobre la PAZ en Paris, sept 2007 y Oct 2008. Es también presidenta de la ONG L.A.P.I.C.E.S. Es igualmente directora de las exposiciones de pintura organizada por IFLAC ESPAÑA. .
Numerosos periódicos, como la Verdad, El Mundo, New York, El Heraldo de Miami, Prensa y Noticias, El País, programas de radio: El programa de Vicente Hipólito, RNE, y programas de televisión: Gente, Por la mañana, Informe Semanal, Sabor a Rosa dedicaron un espacio a Harmonie Botella....
Fue durante un año tertuliana en el programa de televisión de Esmeralda Marugan : Las mañanas de Esmeralda en Información TV y redactora del periódico : El correo familiar.
Firmado : Carmen Lledo Ribes.
WEB: http://elblogdeharmoniebotella.blogspot.com/
El caldo del cocido
El cejo fruncido, la mirada fría e inquisitoria,
espías con el rabillo del ojo
los movimientos del adversario,
y te cierras herméticamente a cualquier signo de paz.
Eres el inmolado, el mártir postergado que se fustiga
en el desorden de las ideas y de los sentimientos.
No levantas la vista de tu plato
como si dentro de este maldito cocido
estuviera tu salvación, tu amparo frente al último asalto.
¿Por qué oír y hablar si este mundo de mayores
sólo es decadencia, demagogia, tiranía y precepto?
Los ojos del cocido
te miran atónitos, perplejos y desorientados
al igual que los ojos del enemigo
que cansados de tanto resentimiento
se secan como los ríos de la estepa
de tanto sufrir inútilmente,
llorar con lágrimas enjugas
y apagadas sobre el cadáver frío
del disentimiento, de la rabia, del odio encarnecido.
Con la última mascada en la boca
gruñes una indecencia
y te retiras hacia tus aposentos de rey maldito,
de príncipe decaído
dejando a la plebe maligna morir en el caldo del cocido.
Levanta la vista
Levanta la vista
y gradualmente se eclipsan
los colores destellantes,
las formas lacias, las músicas tenues,
el mundo portentoso.
Los extravagantes vagabundeos,
las sensaciones solazadas,
las emociones turbadoras,
los sentimientos fastuosos
se esfuman detrás de un telón de humo.
El placer, como la vida, se troncan
y emergen los diablos, sin nombre.
El infierno abre sus puertas
para atraparle en sus calderas de muerte.
La angustia se apodera de él,
el dolor físico invade su cuerpo,
come su corazón y su cerebro.
El sudor helado baña su piel
y la desazón penetra su ser.
Locura y sufrimiento se acuartelan en sus entrañas
hasta que por fin roba dinero
para comprarse más cocaína.
Madre, te odio
Tu aliento de matrona podrida me envenena,
tus ojos malignos de matriarca derribada
por los otoños traicioneros me aniquilan
y en un deshilachado manto me rodean.
Eres mi penal, mi condena por haber nacido,
de tu nauseabundo vientre perjuro y pestífero,
de tu vientre que quiere engullirme, devorarme
para destruirme y proclamar que sólo suyo tuyo,
y que tú seguirás siendo la soberana que gobierna,
que regenta el destino del malogrado hijo deslucido.
Me acorralas, me asedias, me asechas y me fustigas
con tus miradas vacías, tus suspiros ahogados,
tus reproches silentes y tu vida
que se muere de desamor.
Muérete del trance de los hastíos,
de los que no vivieron su vida,
de los que sólo trabajaron para los suyos, arrodillados
en la tierra infecunda de esta vida de perros.
Muérete ya de una vez y déjame fenecer a mi gusto
entre porros, litronas y anfetas,
tirado por el suelo mugriento
de las avenidas mortuorias de nuestros últimos ahogos.
Déjame madre,
ya encontraré el camino que me lleve al infierno,
como todos los que conozco, todos los que fumaron,
bebieron, pegaron, robaron y mataron.
Madre, márchate,
no me esperes,
te odio.
Destruiste mi vida
y te premian con el cielo azulenco y translucido.
Muérete antes de que mi odio
te crucifique por última vez,
antes que mi rabia contenida coja este cuchillo y te raje.
Pero, madre, márchate y muérete.
Cierra las puertas celestiales del amor,
del perdón y de la vida.
Ahí nadie me espera.
Madre no me mires más
que las calderas del infierno me aguardan.
No entres conmigo, madre.
Esta puerta es la de los mal nacidos.
No entres, madre, te harían daño, te harían sufrir,
tú que sólo supiste dar amor, besos y caricias.
No entres mama... te quiero.
Sala de espera
Sala de espera, llena de estridentes palabras veloces.
Palabras
que suben y bajan,
que caen en el sumidero de la materia,
palabras ahorcadas
en las manecillas de un reloj aburrido,
palabras que moran en el cerebro
y desvanecen en los pasillos.
Sílabas agrias y tumefactas
que se confunden con el zumbido de la caldera.
Vocablos que se transmiten en silencio
para que nadie los oiga,
morfemas indecisos que aúllan con agresividad,
sujetos y verbos que se ignoran
pero irrumpen juntos en los pensamientos,
frases de carrerillas, párrafos confusos y disonantes
se ahogan en el siniestro maldito de una sala de espera.
Una lágrima hosca y vacía
Resbala una lágrima hosca y vacía
por el surco de tus mustios fanales apagados,
cuando la solitaria centella del tiempo
flaquea hacia las ásperas tinieblas.
Cae una lágrima hosca y vacía
sobre la página inmaculada de la ficticia
que desagua su castidad impura
bajo tu mano temblorosa y perjura.
Mancha una lágrima hosca y vacía
la tinta bruna de tu pluma antes facunda
que no desclava ningún secreto del folio ocre
que inspiraba tus mejores versos y rimas.
Inunda una lágrima fosca y vacía
el sobrio papel del poeta desamparado
y descuidado por la musa del tiempo naciente
que prefiere rimar la lágrima con peta y litrona...
Cenicienta
Cenicienta grisácea
que llora cerca de la lumbre ahogada,
recuerda el ayer sofocado,
evoca las palabras y los gestos del cariño,
rememora las cálidas sonrisas de la pasión,
las miradas incandescentes,
la fogosidad de ese amor pasado.
El amor, al igual que tú,
tiene arrugas en el rostro y en el corazón,
le duelen las piernas, las manos, el alma y la vida,
no distingue en este almanaque amarillento
el hoy del ayer,
el ayer del mañana,
sus días están hechos de momentos huecos y deslucidos,
de frases sin sentido,
de vocablos que se repiten para rellenar el vacío.
Amor, amor...
¿Cuándo se desvaneció el amor?
¿Cuándo se extraviaron las caricias?
Cenicienta ya no recuerda.
Se pierde en ese pasado reciente,
se revuelve afligida
en la materia opaca de la indiferencia,
en el lodo gris de la indolencia,
en el barro pardo de la desgana.
El espejo mágico
refleja el rostro pálido de la princesa para recordarle
que ya no tiene veinte años,
y que nacieron las primeras canas,
que los sueños hechiceros tienen un fin,
que los príncipes se cansan de las bellas damas,
de sus ideales, y de su conversación,
que hoy sus miradas mudas y desiertas
se extinguen en la pantalla de un televisor,
en un vaso de whisky barato
o en la carrocería de un Laguna último modelo
y que el amor fue sólo un espejismo
que duró el tiempo de un cuento de hadas.
Cenicienta, ya no eres princesa...
No te duermas, despierta. Ya no eres princesa...
Pero puedes ser reina. Despierta...
La corona te espera.
José Chaves, pasajero del Stanbrook 1939
Sendero estático, retorcido,
que se pierde en el musgo glauco
de las reminiscencias y del devenir.
Sendero obsoleto que se desvía
en los meandros opiáceos de la mente
y del recuerdo agrio del ayer.
Sendero henchido de grieta
que ciñe la memoria frágil
del hombre sin fe y sin señas.
Sendero de la emoción escondida
entre las páginas céreas de un almanaque
que alguien arrancó de una pared polvorienta.
Sendero mutilado de la vuelta al hogar,
no sabes si avanzar o retroceder
hacia ese mundo que ya no te pertenece.
Sendero de ida y vuelta
sendero sin principio y sin fin
sendero de la vida y de la muerte.
Pasado
Cortina de humo opaco,
sábana deslucida del insomnio,
agua gris solidificada,
prieto aire sombrío,
tapan la frágil estría del pasado.
El recuerdo mustio lucha
contra las mareas de tierra mezquina
que quieren ahogarle con el peso del olvido,
la costra de la marchita indiferencia
y la escara blanquecina de la senectud.
La querella tétrica del pasado
se disipa en un lodo ennegrecido
que absorbe la ligera reminiscencia
del quebradizo raciocinio tambaleante.
Espejo
Crucé el espejo líquido de la alcoba
y encontré una llanura tersa y etérea
donde los segundos eran horas
donde las horas se transformaban en días.
La calma opaca del tiempo y de la materia
se soldaban en una nívea licuación flácida.
Los elementos no poseían significantes ni significados
y se entretejían en unos tapices mágicos y asombrosos.
Desaparecieron los espacios y los instantes
para dejar brotar la esencia de la armonía constante.
Los minutos
Los minutos se desmoronan
y caen en el vacío de la espera,
arrastrando consigo la angustia,
la soledad, el miedo y la desesperanza.
Los minutos incandescentes
se esfuman tras el humo mustio
de la hoguera sombría
donde quemamos nuestro anhelo,
nuestra desazón, nuestros deseos.
La espera perversa corroe el tiempo,
socava el espacio y la materia.
El tiempo lisiado suspira
y gime al compás de la muerte.
Memoria
Memoria líquida anquilosada
en el tiempo estático de la locura.
Memoria líquida olvidada
en la penumbra fría del crepúsculo.
Memoria líquida zambullida
en las cenizas heladas del olvido.
Memoria líquida sumergida
en el tenebroso hollín de las reminiscencias muertas.
Espejo
En el precipicio del espejo de la reminiscencia,
aúlla el recuerdo ardiente de la pasión sofocada.
Tumulto y bullicio incandescentes abrasan los sentidos,
lamen las pieles, incendian los cuerpos.
En el precipicio del espejo de la reminiscencia,
danzan las llamas perennes del ardor sepultado.
Fuego, resplandor y calor se licuan en el antagonismo,
envidiando traspasar la luna reflectante de la memoria.
En el precipicio del espejo de la reminiscencia
la conciencia se desvanece detrás del vaho nacarado
de la brasa perturbadora y díscola
que se consume en despertar la pasión oculta.
Bailando
Bailando en la orilla de tu quimera de nácar,
me extravío en los desvaríos áureos de tus espejismos,
me deslío en la opacidad encarnada de tu fantasía,
me licuo en la materia etérea de un espacio sin fin.
Bailando en la orilla de tu quimera de nácar
pierdo el equilibrio de la cuerda sensatez
y me sumerjo en unas melindrosas corrientes oníricas
que me llevan hacia la utopía matizada del delirio.
Bailando en la orilla de tu quimera de nácar
me recuesto entre las nubes fluidas de tu mente,
me desperezo entre los pétalos de la lujuria
para fundirme en el insomnio de tu pasión.
Luna de hierbabuena
Luna de hierbabuena
perdida en un océano desteñido,
luna de hierbabuena,
mareada por las turbulencias de la vida.
Luna de aguamiel,
somnolienta pero inquieta,
luna de aguamiel
engañada por los hombres.
Luna carmesí
de la furia y de la pasión,
luna carmesí, te ahogas
en el ayer y el mañana.
Noche
Las garras negras de la temible noche
avanzan y penetran paulatinamente
en el seno inocente de la ciudad dormida.
Rasgan el asfalto de las calles
para sembrar con desprecio su hiel hirviente.
Se introducen en las casas apacibles
y violan los tersos hogares.
El aliento viciado de la luna
cae como el expiro de la muerte
sobre las avenidas y parques deslucidos.
Las sombras se tambalean sobre los muros
antes de tropezar en el algún zaguán fétido.
Los anónimos de la noche desfallecen,
sus miradas de zombi se pierden
en la creciente inmundicia.
Anhelan ansiosamente la absorción
del caballo que les hará felices.
Falsa virgen
Del sol cálido, del viento irisado y de la lluvia naciste
en unas laderas arrasadas y alejadas de la civilización.
Tu tez cenicienta se mezcla con el polvo del sendero
y eclipsándote hacia no se sabe que esferas lejanas
huyes angustiada de un universo
de permuta y compensación
al cual te canjearon a cambio de dos bolsas de arroz.
Eres ya, con tus pocos años, la falsa virgen de la lujuria,
el lúbrico espejo vacío de la infancia vejada e injuriada.
No existen los cuentos infantiles de hadas y princesas,
solo eres el felpudo
desgastado de centenares de hombres
quienes, impunes, acuchillan
la mirada inocente de la infancia.
Llueve
La lluvia metálica
atraviesa mi piel,
corroe mi corazón fatigado,
borra mis emociones
y apaga la llama de mis sentimientos.
Va ahogando la huella del amor,
esfumando las prematuras sonrisas.
Llueve sobre mi alma
y mi cerebro agotado
se deja llevar por unos efluvios de acero
que declinan hacia el abismo infernal.
Tren
Tren, sin ida ni vuelta,
que recorre un tiempo desarticulado,
tren, sin memoria, sin esperanza ni metas,
que se estanca en el espacio dislocado.
Tren del pasado y del futuro
que no recuerda goces ni desazones,
tren del renacer y de la agonía
que desvirtúa la acuarela esmeralda.
Tren sin viajeros ni conductor
que derriba los árboles de los cuadros de la vida,
tren sin hollín ni exhalaciones
que se pierde en la frialdad de la amnesia colectiva.
Me vestí de lluvia y de mar
Me vestí de lluvia y de mar,
me engalané de mirra y jazmín,
me oculté detrás de la quimera del tiempo.
Del infinito y del ensueño hice un manto
que escondiera mis pensamientos.
Me vestí de lluvia y de mar
disimulando mis sentimientos
y a hurtadillas entré en el vergel de tu corazón.
Sorbito a sorbito bebí el néctar de tu amor.
Despierta mi amor, ebrios de tu esencia
mis ojos afligidos buscan tus miradas abrasadas,
tus labios encendidos y tus manos ardientes.
Más el arpa de tu cuerpo dolido
se pierde en unos meandros,
meandros incógnitos que turban tu mente.
Recuerda que me vestí de lluvia y de mar,
me engalané de mirra y jazmín
para que descansaras tu pena
sobre el jardín de mi seno.
Y me desnudo lentamente
Y me desnudo lentamente delante del espejo traidor.
Mis piernas
engalanadas de sinuosas varices añiles
y de nubecitas foscas
sostienen un raudal de carnes grasientas,
que luchan año tras año contra el sobrepeso,
los dolores, los regímenes milagrosos
y los consejos de los médicos.
Mi cuerpo asqueado
por las dietas nacidas de la quimera,
la vida sana, el deporte moderado, la vida sin humo,
aguanta las miradas
inquisitorias de la familia y de los amigos
que no entienden que una mujer que fue bella y delgada
se transforme poco a poco
en un cúmulo de carnes flácidas.
Y me sigo desnudando lentamente
delante del espejo traidor,
y veo mi mano atrofiada
que se balancea como una tonta
a lo largo de mi cuerpo, de mi cuerpo de mujer madura,
y distingo esa barriga, que alojó tantos embarazos,
esconderse con vergüenza detrás de la otra mano
que poco le falta
para seguir el camino de su compañera.
Y miro hacia abajo y oigo a mis pies casi perfectos
lamentarse de padecimiento y poca comprensión.
¿ Nadie aliviará su dolor?
Que se fastidien,
otras partes del cuerpo sufren y no se quejan.
Y cuando me fijo hacia arriba,
mis ojos deformados y nebulosos
me recuerdan a través de unos nimbos foscos
que la vida pasa,
pasa sin reparar en los estropicios que causa,
pasa con demasiada premura, pasa sin vuelta atrás.
Y me sigo desnudando lentamente
delante del espejo traidor,
y percibo que lo único que me queda son mis neuronas,
más valiosas que un ejército de cuerpos de top-models,
mi amor hacia todos los que me rodean
y siempre el grito de la vida y de la libertad,
albergado en mis senos cansados y flácidos.
Sombra en mis fanales
En el celaje deslucido de una sombra
se derrama la oteada de mis fanales
disolutos en los sueños nublados del alba.
El esbozo deslustrado de los perfiles
de la antigua y opaca existencia
absorbe y licua mis nebulosos candiles.
La silueta triste de la decrepitud arcaica
se disuelve en los meandros espirituales
de mi infortunada mente espantadiza.
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