martes, 15 de junio de 2010
196.- ÁNGELA REYES
DATOS BIOBIBLIOGRÁFICOS
Nació en Jimena de la Frontera, Cádiz, 1946; reside en Madrid desde 1958.
Libros publicados:
Poesía
Amaranta, Colección Poesía Nueva, APP, Madrid, 1981
La muerte olvidada, Colección Puerta de Alcalá, APP, 1984
Lázaro dudaba, Colección Julio Nombela, A.E.A.E., Madrid, 1987
Cartas a Ulises de una mujer que vive sola, Diputación de Soria, 1992
Breviario para un recuerdo, Ayuntamiento de Valencia, 1997
Carméndula, Colección Julio Nombela, A.E.A.E., Madrid, 2001
Plaqueta
La niña azul, Corona del Sur, Málaga, 1991
Plaquetas, plegables, pósters, hojas, en colaboración con Juan Ruiz de Torres:
Diálogo de Padrón y Rosalía (plegable, A.P.P., Madrid, 1985, (v.f. en Poesía, vol. 2)
No de sol o de luna (hoja), El Foro de la Encina, Villanueva de la Cañada, Madrid, 1986
Sonetos para la vida, Colección Altazor, A.P.P., Madrid, 16 p. (v.f. en Poesía, vol.
Poeta en Torre de Juan Abad (plegable), El Foro de la Encina, Villanueva de la Cañada, Madrid, 1992
Subiendo por los manteles, a la mano derecha, El Foro de la Encina, Villanueva de la Cañada, Madrid, 1994, 14 p. (v.f. en Poesía, v.
Labio de hormiga, Colección Altazor, A.P.P., Madrid, 1985
Calendario helénico (esp/ing), Colección Altazor, A.P.P., Madrid, 1986
Viaje a la Mañana (y A Villaverde), Colección
Estrabón, A.P.P., Madrid, 1987
El cuerpo y sus lenguajes (y AV), Colección El Foro de la Encina, exposición, 1991
Sonetos para la vida, Colección Altazor, A.P.P., Madrid, 1988
Cinco décimas de la Navidad, A.P.P., Madrid, 1999
Prosa
Crónica de un lirista naufragado (prosa poética), Colección Río Aulencia, Madrid, 1991
Morir en Troya, (novela) Editorial Verbum, Madrid, 1999
Adiós a las amazonas (novela), Editorial Betania, Madrid, 2004
Cuentos en la Arganzuela, (cuentos), Altorrey Editorial, Madrid, 2005
Premios y distinciones
En poesía:
“San Lesmes Abad”, Burgos, 1986
"Leonor", Soria, 1991
"Villa de La Roda", La Roda, 1991
"Ciudad de Valencia", Valencia, 1994
"Blas de Otero", Majadahonda, 2000
(no se incluyen 12 premios a poemas sueltos)
En narrativa:
Juan Pablo Forner", Mérida, 1999, por su novela Morir en Troya
ESTÁ MI TIEMPO ACOMODADO
entre el amor y el desaliento.
Cada día,
con la memoria más pequeña
y la mirada más pendiente de la mar,
atiendo la gangrena de esta casa
que se me muere
por donde ayer solíamos
entrecruzar las velas de la carne.
Ya no rezo,
no corrijo la arruga que va del labio al alma,
ni me sorprende si la mano izquierda enloquecida parte
allá donde declinan las palomas.
Todo está por hacer:
desde morir
hasta plegar tu traje que de tanta quietud
se queja de la nuca.
Todo viene bajando por mi espalda
como río que parte hacia lo oscuro,
y quedo sola
sin la vejez de tus zapatos,
sin el olor a sal de tus axilas,
sin tu abrigo muriendo en el perchero.
Quedo sola,
como mujer de la fotografía,
con la raya del pelo bien trazada,
la blusa haciendo frente al tiempo-sepia
y en los párpados,
y en la boca,
dolorida la música que cantan los ausentes.
De Cartas a Ulises de una mujer que vive sola, 1991
LA TARDE QUE MURIÓ LA NIÑA AZUL
el otoño rozó el bronce de la aldaba.
Quemaba el aire
como beso de novio a punto de partir
y allá,
en ese sitio en donde octubre
le da a la uva su color de incendio,
un perro de testuz viajera
ladró con un sonido casi humano.
Era una tarde
que compartía la vejez con la orfandad de la retama
cuando murió la niña azul.
Su casa daba al mar
y el mar, desarraigando su posición yacente,
llegó tal un muchacho
y le besó en la boca conocida.
Luego,
con ánimo de ir donde ella fuera,
enlutecióse
y no se hizo otra cosa
más que delta viril
que buscaba refugio en su pálido cuello.
(Nada me asusta tanto
como cerrar los ojos
y verlos replegados bajo la misma piel,
yéndose de la mano
para heredar la última sonrisa).
De La niña azul, 1991
EL VERANO ANTERIOR,
Josefina Manresa había comprado
unos metros de encaje de bolillos
y un frasco de almendrado aceite que suavizaba el agua.
Aprendió a empequeñecerse el talle
desde que oyó decir
que por una cintura desvalida
trepaba fácilmente la pasión.
En marzo nueve,
ella había cosido dos diminutos lirios de organdí
en el extremo de sus ligas.
Y en una alcoba no lejana
su camisón de muselina
estaba amaestrado para desabrocharse fácilmente,
para caer rendido al suelo
lleno de pliegues.
También la blusa, y el chaquetón de pana,
y hasta las medias de algodón, sabían
que aquella noche
dormirían mirando a la pared,
apenas se iniciara la más dulce tormenta
bajo la colcha rosa pálido.
De Breviario para un recuerdo, 1993
HAY MUJERES QUE NUNCA SE ASOMARON
a los ojos de un hombre
y viven
sin conocer al ángel-gladiador
que, espada en mano, habita
en la planicie gris de la mirada.
Yo conozco a tu ángel, recolector de menta.
Lo vi en esa noche única,
en una noche que vivirla quisimos otras veces
para enjuagarnos tanta pesadumbre.
Incontenible es su odio
cuando me acerco a ti.
Se alza de tus profundas nieves
para punzarme el vientre,
para clavarme su aguijón más dulce que las moras.
Luego se aleja atesorando heridas,
sabiéndose invencible,
rechazando los haces de carméndulas
que de siempre le ofrezco.
Muérame
si nunca más he de besarte,
si no puedo sorber
la música que llevas en los labios.
Muérame mientras te amo,
aunque su estoque
seccione en dos la yema de mi ombligo
y rueden por la colcha mis lunares gemelos,
y la melaza de mi sangre caiga
mojándole las alas.
Muérame
si no te llamo
con cuatro golpes de agonía,
cuando tu plenitud me colme
y le ángel se adelante por mi preciosa hondura
a más velocidad que el alba horada los postigos.
De Carméndula, 2000
DE MUJERES,
era un trabajo sólo de mujeres
limpiar el óxido y la yedra
al joven que en la fuente
orinaba mirando el horizonte.
Entre madres e hijas
quedó la ciencia del frotado,
el gusto de arrancarle al cobre
el moho que los inviernos dejaran al partir.
Sólo ellas sabían la leyenda
del triste desterrado, los siglos que llevaba
exhibiendo su nardo bello,
ahora convertido en fuente para pájaros.
Y sabían también
qué noche, qué minuto de febrero bisiesto,
el caño del orín pasaba a ser melaza
que al beberla
mitigaba el insomnio
y muchos otros males del alma femenina.
De Travesía hacia el Sur (inédito)
ELLA FUE LA SEÑORA DE LA NOCHE,
la que tasaba al hombre y le medía
el crepúsculo rojo de su vientre
y el sube-y-baja-mar de su entrepierna.
Ella, tan linda,
tuvo todos los hombres que pariera la luna,
y los que dio la tierra.
También los que escupió la mar,
y a los que el tren dejó olvidados
en medio de la noche tan llena de amargura.
A todos ellos tuvo entre sus brazos
entre sus piernas solitarias,
muy dentro de sus medias,
al final del corpiño, donde la luz es grande.
Los tuvo sobre el beso, sobre el pubis,
junto a su cuello de algodón tostado.
A todos poseyó,
y nunca por amor, ni por dinero,
sino por compartir el pan redondo de la risa
y el migajón de la ternura.
Ahora es la vieja del recuerdo
y cría cabras en isla Perejil.
Aquel cordón de seda verde,
que sus amantes
varias vueltas liaban en su talle,
hoy es cuerda que con el cubo va al aljibe,
buscando agua fresca,
cuando la soledad se le acurruca
como un perro en la niña de sus ojos.
De Historia de mujer con echador (inédito)
AHORA QUE TE HAS IDO
no merece la pena
que vaya junto al biombo a desnudarme,
¬que intencionadamente asome
la pierna tras el raso
ni que en la almohada ponga
una pizca de ajenjo
para excitar la noche.
…
Ahora que te has ido
La luz se desvanece entre mis iris
y aquí, cerca del vientre,
donde solías desmayar los gozos y el cansancio,
la soledad levanta un puerto
en donde arriban las naves
heridas por carcoma de la pena.
.
Una poetisa que conozco desde "Cuadernos de Poesía Nueva" de la Asociación Prometeo de Poesía.
ResponderEliminarTengo ahora mismo en mis manos "Lázaro dudaba" y la "Muerte olvidada", firmados por Angela en el 88. Uff, lo que ha llovido.
Un placer recordar esos tiempos.