miércoles, 10 de marzo de 2010
037.- ANDRÉS TRAPIELLO
MANZANEDA DE TORÍO (LEÓN). ESPAÑA
En 1975 se trasladó a Madrid para comenzar sus estudios universitarios, estudios que abandonó para dedicarse por completo al periodismo. Es colaborador de diferentes publicaciones literarias y director de la colección de poesía "La Veleta".
Ha obtenido importantes premios en el campo de la novela y el ensayo.
Su obra poética se inició con el poemario «Junto al agua» en 1980, al que siguieron, entre otros, «La vida fácil» en 1985, «Las tradiciones» en 1991, «Acaso una verdad» en 1993 por el que obtuvo el "Premio Nacional de la Crítica" y «Para leer a Leopardi» en 1995.
.A UNA GOTA DE ROCÍO
Van forjando al rocío fondo y forma
en la secreta fragua,
cuando nadie lo ve, para después
dejarlo igual que un vaso en la alacena
de la naturaleza inabarcable,
agua de pozo limpia y sed al mismo tiempo.
Y cómo estos principios se combinan
para pulir, tal piedra de diamante,
el silencio y la rosa
de donde nace al fin, como del poro
de la noche agitada van naciendo
nuestros sueños más íntimos,
esa pequeña gota
destilada en el tallo de cualquier loca avena.
Luego el sueño también le vence a ella,
y se evapora, devolviéndole al mundo
su perfume de rosa y su silencio,
y no deja más rastro
que en nosotros la vida, si morimos.
Y por ello, si fuera dios yo un día,
no cogería arcilla de la tierra
ni ninguna otra cosa,
sino a ti, mi pequeña Galatea
que en la avena te meces dulcemente,
y ordenaría al punto: Hágase el hombre
de esta lágrima pura,
y así quizá pudiera ser el hombre,
pleno en su instante único
entre tan bellas nadas,
más duradero sueño, una leyenda.
De "Un sueño en otro"
ADONDE TÚ POR AIRE CLARO VAS...
Adonde tú por aire claro vas,
en sombra yo, o en hojarasca breve,
te he seguido. Yo mismo sombra soy
de ti. Y no puedes tú notar que yo
te siga, yo, callado tras de ti,
lumbre contigo o nieve de tu mano.
Y veo tu mirar, mas siempre esquivo,
oscuro y amoroso, en huertos altos
que tú para tu amor los cercas. Fuentes,
aves, la reja de la casa sueño
ser yo, la claridad, su vuelo limpio,
el aire entre los hierros. Pero tú,
a mi través, cuando me miras, creo
que estás mirando a otro, de no verme.
Y ya la fuente, el ave, las espadas
de la verja no son nada. La tarde
su rosa le retira al vaso. Pétalos
sólo, los continentes que parecen
sobre la mesa, a ti te los ofrezco,
te envío su gobierno y yo, la sombra.
"Las tradiciones" 1982
ADORO LAS CIUDADES QUE SON VIEJAS...
Adoro las ciudades que son viejas
ciudades de provincia
y los puentes de piedra y los de hierro
y los puentes en ruinas,
viejos puentes de piedra solitarios
invadidos de ortigas.
Pero también me cansan esas viejas
ciudades de provincia
y todo lo que un puente sobre un río
oscuro simboliza.
De "La vida fácil" 1985
AL FINAL DE LA TARDE...
Al final de la tarde
las últimas estelas se detienen
en la pared de cal,
accidentes, cenizas.
En los ojos entonces los paisajes
suenan como lacados
y hasta parecen lágrimas,
tan suavemente llegan.
Hablo de mí porque temo a la muerte
desnuda de las cosas
y que la muerte venga a esta azotea
a quedarse en la calma y el silencioso valle.
Como en su vaso el té moruno y verde
o el viejo libro que abierto está a su lado
han conseguido ser dueños de su quietud,
y en su quietud
igualarse a los astros que van en vastas órbitas,
como ese viejo libro y ese vaso de té,
recuerda este lugar y este momento.
Un día llegará en que te preguntes
¿de ti, de mí, qué fue de todo aquello?,
y de los ojos
ya no vendrán palabras.
"Junto al agua" 1980
E. D
Mírame aún. Creció musgo en mis labios
y en los inviernos crudos me visita la nieve.
Siéntate, viajero, a mi lado.
Cuando la lluvia arranca plateadas
coronas de la piedra y silenciosa
en el ciprés muere la tarde, sólo
de ti me acuerdo. Pero tú estás lejos.
Pasa tu mano por mi nombre y quita
las hojas amarillas que lo cubren,
y los pétalos secos de esas flores
antiguas. Llámame después y dime
si el viento de esos campos lo ha borrado
o si tiembla en el aire todavía
como el romero verde.
"La vida fácil" 1985
EL AMOR DE LAS COSAS
Y me senté por descansar del día
junto al gran ventanal
y estuve allí no sé qué largo rato.
Cansado estaba y triste y sin propósito
viendo correr el agua de la fuente.
Los del jardín eran colores foscos,
verdes que se enlutaban y unas rosas
al pie de una escalera por la lluvia
gastados. Y allí mismo, en un rincón,
bajo el naranjo agrio,
las viejas herramientas
que dejó el jardinero,
la esterilla de esparto y el hocino
de primitivo aspecto, curvo y negro.
Se deshacía el día en fino polvo
de oro, el agua por el canalillo
de barro apenas se atrevía al ruido
y a su torre volvían las palomas.
No era de noche aún, sino de azul,
de un azul muy intenso.
Vino el amor entonces
a mi lado a quedarse,
el amor de las cosas del huerto,
parte del cual estaba ya sembrado
y esperaba su fruto.
Pero de pronto una blanca lechuza
se desplomó del cielo
y me asustó su majestad al verla
detrás de unos laureles remontando;
hasta escuché sus fantasmales alas.
no era de noche aún,
el aire de azucenas perfumado,
y cerré la ventana
y ya no pude recorrer
mi corazón del todo.
"El mismo libro" 1989
EL ÁRBOL DE LA CIENCIA
Dicen, mi amor, que es imposible hacer
versos de amor feliz, de enamorado,
que sólo lo perdido o no alcanzado
se canta en la poesía, el padecer
olvido o el sufrimiento de volver
al recuerdo de todo lo pasado.
Unas veces la sed de lo vedado;
otras, el vino del amargo ayer.
No hagas caso, mi amor, habladurías.
Contigo todas mis melancolías
son ramas escarchadas en anís
donde se posa un pájaro de nieve.
Escúchale cantar tan hondo y breve.
Que no te engañe su plumaje gris.
"Acaso una verdad" 1993
EL RÍO
Para mí qué encanto tiene un río
con barcas en la orilla.
Estarse junto al agua y ver correr
voluptuosas nubes en su ancho caudal.
Hacerse un sitio allí, en la maleza
azulada, un hueco donde ver
cómo es cosa de poco nuestra vida
y no ser vistos. Y mirar las barcas
tensando y destensando
una cuerda de esparto en la verde
corriente, con el agua de la lluvia
pudriéndose en sus tablas. Esperar
la tormenta y contemplar el cielo
vagabundo y morado. Oír el ruido
de gotas en el río, sus castillos
como timbales delicados.
Y pensar, si se puede,
en quien amamos mucho
o si entonces no amamos, no pensar,
no pensar, no pensar.
Y volver nuestros ojos
a ese mudo transcurso, y vacíos
quedar sin que sepamos
cuánto tiene de sueño
el frío y el dolor
y esas barcas sin gente
chocando unas con otras
o si podemos despertar un día.
De "La vida fácil" 1985
ELEGÍA
A Miriam
Recuerdas aquel tiempo en que oler una rosa,
una rosa tan sólo, ni siquiera perfecta,
te arrancaba las lágrimas? Te acercabas despacio
al rosal preferido y, a resguardo del mundo,
como quien lleva dentro el tesoro más hondo
podías estar horas a su lado esperando
sin atreverte apenas a confesar tu dicha,
sabedor de que nadie te igualaba en fortuna.
Ibas buscando ávido los temblores simbólicos,
la estrella que caía de lo negro en lo negro,
o sus ojos oscuros o el ruido que en la noche
trenzaban los insectos en el astro bombilla
mientras de la majada volvían los acordes
truncos de las esquilas a su caja de música,
todo lo que temblando nacía o se acostaba.
Mientras atardecía ibais por las callejas.
¿Recuerdas el olor del hinojo y la menta?
¿Recuerdas que decías «como puñal lo noto
que me abrasara aquí», y el vientre señalabas?
Apenas si podíais articular palabra
por temor a estropear aquellos sentimientos
nombrándolos en alto, y habríais escogido
disolveros entonces en el aire anisado,
conscientes de que nunca estaríais tan cerca.
Cuando pienso que yo de joven cultivaba
momentos melancólicos cual gusanos de seda,
qué lejos me encontraba de sospechar que alguno
nacería deforme y me devoraría
justo cuando añorase la alegría de entonces,
la juventud perdida, aquel sutil talento
para hablar de la muerte al tiempo que llenaba
de caricias un cuerpo ceñido por la gracia.
Quién podía decirte que aquellas que trenzabas
guirnaldas primitivas se te marchitarían
tan pronto entre las manos. Hablabas de finales,
de viejos caserones y de ruinosas casas,
de sonidos oscuros y nidos de otro tiempo,
de calles provinciales y sonatas de Czerny,
pero eran entonces palabras solamente,
la muerte y la desdicha palabras nada más,
como lo fueran sombra, ruiseñor o ciprés.
Han pasado los años y ya nada es igual.
A tu rosal el tiempo le dio un tronco leñoso,
pero sus rosas siempre en cada primavera
vuelven a florecer. Sólo tú te haces viejo
de veras, sólo tú has oído hace un rato
delante de esa rosa un silencio inhumano
y has sentido miedo, y te has puesto a llorar,
no lágrimas estéticas como aquellas antiguas,
sino un lloro dañino, pues todo cuanto entonces
pensabas que sería como ruina armoniosa,
con su bonita yedra y su viejo jardín,
no es más que un trozo informe de mineral silencio,
el dolor de ser piedra suelta por un camino.
"Acaso una verdad" 1993
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