domingo, 7 de noviembre de 2010

1759.- TERESA DOMINGO CATALÁ


Teresa Domingo Català nació en Tarragona en el año 1967. Es licenciada en Ciencias Políticas y Sociología por la UCM Ha publicado Iris de Sombras, Loliloquios, La nieve, los ángeles, Un amor que palpita solitario, Sonetilandia, El Gravitar del agua, Compasión en el tiempo de los locos y Majar las Rosas, todos ellos libros de poesía. Su obra poética está recogida en diversas antologías. En octubre de 2010 saldrá la primera edición de su poemario Luzbel de Penumbra con la editorial El Gaviero.
Tiene en su haber varios premios literarios, entre el que destaca el Premio Nacional de Poesía José Zorrilla, (Valladolid, 2006). Recientemente ha presentado Majar las Rosas en tierras bolivianas, en la Embajada de España en La Paz, en la Feria del Libro de Cochabamba y en la AECID de Santa Cruz de la Sierra (octubre de 2008).



Cariátides

Las cariátides andan sobre piedras
como cisnes que anhelan otros cisnes
en los puertos surgidos de la luna.

Las cariátides y Pigmalión
conversan ateridos y distantes
sobre el cruel simulacro de la vida.

Mientras, transcurre la hora oscura
con el temblor añadido del invierno,
con la carne manchada por las flores.

Las cariátides quieren ser la noche,
esponjarse en sus húmedos lugares,
y brillar como grillos antropófagos.

Pigmalión se deslíe y sus palabras
constelan el aire, los madrigales,
y envenenan los besos terroríficos. .

¿Cómo no temer el tiempo impío
en que arden las crines ya salvajes
de las estatuas frías como un sol
apagado en la soledad del cosmos?

¿Cómo no amar el sortilegio
que cubre de sombras y de escamas
la tiniebla eterna que fluctúa
entre luces novas y saltamontes?

Las cariátides tocadas por el verbo
vuelven a ser mármol, a ser cisne
tallado en un litoral de isla.






Vestigios

Malditos los que invocan a la noche
para admirar tan sólo su negrura.

No ven la luz de las hojas tenues
que alumbran como pequeños dados
el dormitorio de las estrellas.

Vendrá el cierzo que triste deambula
por los orificios de los pozos y murallas,
a derribar el claustro de los cisnes.

Se derrumbará el mar de madreselvas
como se quiebra el fuego entre zarzales,
con el ímpetu ciego de la llama,
con el grito constante de la luna.

Se arqueará la loba que amamanta
los vestigios de un mundo que se muere
y su leche será bebida lejos,
allá donde la noche siempre es noche.






Las mariposas

La noche circuncinda madrugadas
con un afán caníbal, encantado.

Es la fiera que arrancará las flores
con la espuma de las nubes y las bestias,
asolando la yema de la lluvia,
en un zigzag de escalofrío y caras
miserables.

Caerá su aurora en redes escarlatas,
junto al humo donde arden las estrellas,
y su hambre será multiplicada.
Se encerrará la luna en sus mitades
en un holocausto de la sangre.

Voceará la luna sus volcanes
en una fiera niebla inenarrable.

Saciará los escombros de los templos
con la sed de cristales irredentos.

Vencerá en los túneles inmensos
con sus rayos de nácar y de ajenjo.

Las mariposas negras serán noche
que cautive la farsa de las horas.




LOS MUERTOS

Habitan tierras macilentas,
los campos áridos, los cementos.
Todos presos, todos pieles desoladas.

Crean aterradoras palabras,
los cantos fúnebres, los sepelios.
Todos huesos, todos carne devorada.

Pasean vísceras purulentas,
los pliegues líquidos, los insectos.
Todos ciegos, todos sangre sin asilo.

Son los muertos
vencidos por las llagas
entre aquelarres de esqueletos.







SANGRE

La sangre nace en las aceras
de las almas de los paseantes,
fluye hacia la carretera.
Carreteras, venas abiertas,
arterias de la ciudad perdida.
El volante gira en carmesí
y el motor se desdice al zozobrar.
Da igual.
La sangre se esparce en todas partes.






LOS SUEÑOS DE LOS PIES

Los pies huyen de líneas paralelas
trazadas en el suelo por el sueño,
con anhelo febril, incandescente.

A cada paso de la carrera,
a cada salto,
les espera una cadena.

Están solos, nadie más las ve,
pues cada par de pies
sueña sus propias rejas.






LLAMADA

Te llamé con mi voz
con el sopor de un niño muerto
alejándose del litoral impío,
fuera ya de las consabidas luchas,
lejos del pedernal y de su fuente.

Caí en las marismas,
en los pantanos con reptiles tan hermosos
como mirar al sol en mediodía.
Barro blanco de andares,
barro blanco de ciegos movimientos.

Ahora te llamo con la voz del futuro
que rodea, traspasa y zahiere
con su tumulto gris, con su agonía,
el estertor entregado a la muerte.








CENA

Zócalo de zíngaro,
cítara, centelleo
de azufre que zozobra
en un zarzal de rosas.
Amanecida de rocío,
céfiro, crecida y
macizo que cimbrea
la cintura de las rosas.
Acacia,
corazón de zarzamora,
con rizos de ciruela
que dicen rosa y cazo.

Ceñido,
cierzo de voz y ceño,
que sazona las rosas
en cazuelas jazmines.







MI NOMBRE CON E

Como un pájaro
picoteas mis colmenas y desvanes
pior en do mayor, en sinfonía.

Doroé Doroé gritas en el nido
mi nombre con e,
tu grillo de pío.

Las colmenas se endurecen con la miel,
la leche para un recién nacido.
El desván el agua llena
tu Doroé
de mi nombre con e.









PARA EL DIOS

Iba yo caminando en heredades
risueña y como siempre pensativa
cuando un tritón me salió cual misiva
de la profunda oscuridad del Hades.

Tan oscuro, me dijo: no te enfades,
me envía Poseidón que está allá arriba,
pues no cobras pensión contributiva
y temo que al gran dios le desagrades.

¡Pobre de mi! Respondí en arrebato,
el capricho del dios en contraluz,
ya me veo colgando de la cruz.

Y ahora dime diosito de mi alma
qué es bien verde a los ojos de la palma,
pecado capital, real maltrato.








LA PRINCESA

La princesa está sola en el palacio
y se plantea hacerse terrorista
quien sabe si en un comando islamista
o en un grupo guerrero del espacio.

Relee furiosa en su cartapacio,
busca alguna reveladora pista,
por lo que ve se ha pasado de lista
y se ha dado en el muro de topacio.

Ella esperaba el baile del domingo,
ilusa, presurosa, azorada,
mas quedó relegada como un pingo.

Mujer estúpida es la enamorada
que no conoce las reglas del bingo.
¡Pobre princesa! ¿Estará gafada?








El naufragio

Avisos Google



Escucha el rumor del hielo,
cómo cierne el alud sobre la noche,
cómo embarca el pesar en las astillas
quebradas por la rotación del aire.

Llega el ángel,
y su boca lleva el estigma de la nieve,
el miedo de la escarcha y de la aurora.

Expande sus alas
rompiendo el alquitrán de la marea,
como un gran meteoro asesinado.

Caen los árboles
y su fruto se quiebra en el descenso
que arrolla el gravitar del agua.

Insomnes, los cisnes velan el naufragio.




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