sábado, 9 de octubre de 2010

1426.- MARY OLIVER


Mary Oliver (Maple Heights, Ohio, ESTADOS UNIDOS, 1935). Premio Pulitzer de poesía.




El cisne

A través de las anchas aguas
algo viene
flotando- una delgada
y fina

nave, llena
de flores blancas
que se mueve
sobre sus músculos milagrosos

como si el tiempo no existiera,
como si traer tales regalos
a la orilla seca
fuera una felicidad

casi inconcebible.
Y ahora entorna sus negros ojos,
vuelve a arreglar
las nubes de sus alas,

arrastra
una pata elaboradamente tejida,
del tinte del carbón.
Pronto estará acá.

Ah, ¿qué voy a hacer
cuando ese pico color amapola
descanse en mi mano?
Dijo la señora Blake sobre el poeta:

Extraño la compañía de mi marido-
tanto se la pasa
en el paraíso.
¡Claro! El camino al cielo

no se encuentra en millas rectas.
Está en la imaginación
con la que uno percibe
este mundo,

y los gestos
con los cuales se lo honra.
Ah, ¿qué voy a hacer, qué voy a decir cuando esas
blancas alas
toquen la orilla?

Versión de Tomás Maver




EL VIAJE

Finalmente un día supiste
Lo que debías hacer y empezaste,
A pesar de que las voces a tu alrededor
No cesaran de gritar
Su mal consejo,
A pesar de que la casa entera
Empezara a temblar
Y te fallaran las fuerzas.
¡Salva mi vida!
- gritaban las voces.
Pero tú no te detuviste.
Sabías lo que debías hacer,
A pesar de que el viento hurgara
Con sus tenaces dedos,
A pesar de que su melancolía
Fuera terrible.
Ya era tarde,
Oscura noche,
Y el camino estaba lleno de
Piedras y ramas caídas.
Pero poco a poco,
Mientras dejabas sus voces atrás,
Las estrellas empezaron a brillar
Entre los parches de nubes
Y oíste una nueva voz,
Que lentamente
Reconociste como la tuya,
Que te hacía compañía
Mientras te adentrabas cada vez más
En el mundo,
Con la determinación de hacer
Lo único que podías hacer.
Con la determinación de salvar
La única vida que podías salvar.


"Dream Work"




Gansos salvajes

No tienes que ser bueno.
No tienes que atravesar el desierto
de rodillas, arrepintiéndote.
Solo tienes que dejar que ame lo que ama
la criatura vulnerable que es tu cuerpo.

Cuéntame tu desesperación y yo te contaré la mía.
Mientras tanto el mundo sigue girando.
El sol y los guijarros cristalinos de la lluvia
corren a través de los paisajes,
por las praderas y los árboles frondosos,
por las montañas y los ríos.
Y los gansos salvajes, que vuelan alto
en el aire luminoso y claro
vuelven nuevamente a casa.

Seas quien seas, por muy solo que te sientas
el mundo se ofrece a tu imaginación,
te llama como lo hacen los gansos salvajes,
con su grito duro y provocador
comunicándote una y otra vez
tu sitio en la familia de las cosas.

Dream work, 1986



Canción de los constructores

Una mañana de verano
me senté
en una colina
para pensar en Dios,
un pasatiempo digno.
Cerca de mí,
un grillo solitario
llevaba las semillas que había por ahí
de un lado a otro.
Qué energía la suya,
y qué humilde su esfuerzo.
Ojalá que las cosas
siempre sean así:
cada uno de nosotros
a su modo inexplicable
haciendo el universo.




Las lámparas

A las ocho de la noche, no más tarde,
enciendes las lámparas,

la grande junto a la ventana grande,
la pequeña sobre tu escritorio.

No las necesitas para ver —
aun se ve el crepúsculo afuera sobre la arena,

los robles gastados y los arándanos agrios.
Ni siquiera las pequeñas aves se han marchado

a dormir todavía, a ponerse a salvo
del merodeo de las zorras. No,

enciendes las lámparas porque
estás sola en tu pequeña casa

y las mechas pulverizando oro
son como dos visitantes con buenas historias

que contarán lentamente, en suaves voces,
mientras el viento afuera se transforma calladamente

en un granuloso y brillante azul.
Tú desearías que no cambiara nunca —

pero claro, la oscuridad no falla
a su cita. Cada anochecer,

su presencia inescrutable tiene la última palabra
frente a toda puerta.


(De: Twelve Moons, 1979)
(Versión al español de Gabriela Cantú Westendarp)





Singapur


En Singapur, en el aeropuerto,
una sombra fue arrancada de mis ojos.
En el cuarto de baño de mujeres, un compartimiento 

estaba abierto.
Una mujer de rodillas lavaba el fondo
de la taza blanca.

Una desagradable sensación en mi estómago
y toque mi boleto en el bolsillo.

Un poema siempre debiera tener pájaros.
Un martín pescador, por ejemplo, con ojos audaces y alas relucientes.
Los ríos son placenteros, y por supuesto los árboles.
Una catarata, o si no es posible, una fuente
que suba y baje.
Una persona quiere habitar en un lugar feliz, en un poema.

Cuando la mujer me vio no pude interpretar su gesto.
Su belleza y su bochorno se mezclaban, y ninguno de
los dos ganaba la batalla.
Ella sonrió y yo sonreí. ¿Tiene algún sentido?
Todos necesitamos un trabajo.

Sí, una persona quiere habitar en un lugar feliz, en un poema.
Pero antes debemos mirarla ahí abajo mientras atiende su trabajo,
lo que es en sí aburrido.
Con un trapo azul está lavando la parte superior de los ceniceros del aeropuerto, que son tan grandes como los tapacubos.
Su pequeña mano voltea el metal, tallando y levantando.
No trabaja con lentitud, tampoco con rapidez, pero como un río.
Su cabello oscuro es como el ala de un pájaro.

No dudo ni un instante que ella ama su vida.
Y quiero que se levante de entre la costra y el agua sucia
y vuele hacia el río.
Esto probablemente no ocurra.
Pero quizás sí.
Si el mundo fuera sólo dolor y lógica, ¿quién lo apreciaría?

Claro que no lo es.
Tampoco me refiero a algo milagroso, es sólo
la luz que emana de la vida. Me refiero
a la forma en que ella dobla y desdobla el trapo azul,
a la forma en que sonrió para mí; Me refiero
a la forma en que este poema está lleno de árboles y pájaros.

(Versión de Gabriela Cantú Westendarp)

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