martes, 7 de septiembre de 2010

930.- JESÚS URCELOY


Biografía de Jesús Urceloy:
Nació en Madrid, el 7 de mayo de 1964, lugar donde actualmente reside. Poeta, editor y profesor de escritura creativa y poesía. Estudió Filología Hispánica en la Universidad Complutense de Madrid, aunque abandonó la carrera tras el fallecimiento de su padre, al ser el mayor de sus cuatro hermanos, para ponerse a trabajar. Desde entonces encadenó una serie de empleos como auxiliar administrativo de banca, luego como auxiliar de topografía (casualmente junto al también poeta Eduardo García), oficial de contabilidad, administrativo de obra, operador de sistemas informáticos y vigilante de seguridad; para terminar ejerciendo de profesor en centros como la Universidad San Pablo-CEU, el Taller de escritura de Madrid, el Centro de Poesía José Hierro y los Talleres de Escritura Creativa Fuentetaja.
Destacó en los años 90 como agitador cultural organizando diversas tertulias y ciclos de recitales en lugares como el Café Libertad, el Aula 010 o El rincón del Arte Nuevo, además de cofundar la decana revista digital de creación Ariadna-RC. Entre los años 80 y 2000 perteneció, como bajo, a varias corales amateurs, como el Orfeón de Castilla, la Schola Cantorum de Madrid o la coral de cámara Octaba Esphera. En 1987 residió un año en Alemania donde estudió Historia de la Música en el conservatorio de Freising.
Su primer poemario, El libro de los salmos, fue publicado en la editorial Devenir en 1997. Con el segundo, La profesión de Judas, logra quedar finalista del Premio Nacional de la Crítica en 2000. A continuación aparecerían Berenice (Amargord, 2005), finalista del Premio Nacional de Poesía 2006, y Diciembre (2008), Premio Internacional Margarita Hierro de la Fundación José Hierro.


Su poesía ha evolucionado desde los tonos litúrgico y elegíaco de sus dos primeros libros, ampliando sus campos de referencia a la irracionalidad, el humor y la poesía social. Se mueve así entre una primera "poesía del conocimiento" y la posterior exploración de territorios vanguardistas.
Estudioso de la forma, el ritmo y la musicalidad del verso ha adquirido fama como autor de sonetos, romances y otros metros clásicos, así como recitador, gracias a su poderosa, pero educada, voz de bajo.

Obra:
Poemas eróticos (Ayuntamiento de Galaroza, 1994) [Plaquette].
El libro de los salmos (Devenir, 1997).
La profesión de Judas (Sial, 2000). Prólogo de Luis Alberto de Cuenca y epílogo de David Torres.
Berenice (Amargord, 2005). Prólogo de Jesús Cuesta.
¿Cuál es tu nombre? (Barco de Ideas, 2006) [Plaquette].
Diciembre (FCPJH, 2008). III Premio Internacional Margarita Hierro.






Por las horas celestes, de lujo vespertinas,
educado al azar de una audiencia incorrecta
donde quien ama escribe que hay rosas y hay espinas

ronda esta voz sin miedo, porque el miedo no afecta,
ondas sin mal de altura, ondas de sed candente,
moléculas que al alma son música perfecta.

Aquí escalando el cuerpo desde la boca ardiente
rotas las cuerdas, lleno de abismales honduras,
troca su fe en la historia por oculta, valiente.

Y en el silencio cómplice que son las ataduras
necesarias del hombre, donde ajena es la suerte
el hombre se hace boca, y en palabras se vierte.

Zócalo que a la noche deja a la noche a oscuras.






Elogio de la inocencia

“Y tú, inocente, duermes bajo el cielo”
Gerardo Diego


Y tú, inocente, duermes bajo el cielo
de las cosas, derramas tu dulzura
por las palabras, vuelcas el abismo
natural de las voces y te encierras,
te enciendes, te derrumbas, te desangras
para volver a despertar. Y tú.
Inocente en el cielo sólo duermes.
Mientras abajo, en la ciudad, las sombras
vuelan en mil pedazos tu cintura,
mientras en el reducto de la casa
el más allá no llega a la ventana
y entre la cama el ritmo de la piel
comprada te defiende de estar muerto.
Debieras madrugar y contemplarnos,
abrir tu sangre y airear tus tripas
comer del mismo plato, leer algo
que no conozcas, por variar, leer
el envés de tu ropa y no otra música.
Pero inocente, duermes bajo el cielo,
lleno de paz, los ojos bien cerrados,
el pijama ceñido, y en el suelo
las zapatillas serias y sumisas.
Duerme entonces, que el sueño te obedezca,
no digas aquí estuve, bajo el cielo
tu inocencia descansa.






La mujer perversa

Nací en un tiempo donde todo estaba
por pasar.
Donde el azar existía sobre la necesidad
de los encuentros.
Donde quien ama odia, pero quien odia
no precisa del amor.

Me habían advertido de aquella mujer.
De aquella mujer del castillo.
La del castillo del centro de mi ciudad,
la del parque donde
prohibían estacionar más de un cuarto de hora.
Pasa –me dijo- todo
lo que de mi has oído es cierto. Están sonando
las campanas a misa. Curiosea
por mis habitaciones, tócalo todo, en una hora
estoy de vuelta. Pero
hay un cuarto que... Sí –dije yo- conozco
la historia. Haré lo que de mi se precisa,
no te preocupes. Sonrió. Ya era
tarde.

Me costó poco tiempo hallar el cuarto
de las sombras.
He nacido en un tiempo donde todo se cumple.

Entonces llegó ella. Alta. Rubia. Vestida
con el frugal aliño del terciopelo rojo. Dime
qué has visto. Lo normal. Cadenas,
sangre, alfanjes teñidos de dolor, sirvientes
desnudos de cintura para abajo, cuerpos
sin dueño, cartas sin membrete. Música.

No. Ya sabes dónde. Allí
sólo vi una madeja de lana, dos agujas
de coser y una silla de enea. Nadie
conoce mi secreto. Sólo tú.
Te permito
que pases cuando quieras por mi casa.






Octubre del 56

Quisiera recordar la tarde última
en que Jesús Carrión junto a su perro
y la antigua escopeta, que le hizo
vivir la guerra y que engañado
decía no mató hombre, que a menudo
tiró al azar ¡Dios quiera un sólo herido!,
salieron hacia el campo, con las luces
lejanas y el dolor insoportable
de la vida acabándose, y un breve
cigarrillo liado aún con destreza,
y la barba amañada y tan vestido,
el sombrero a los ojos y en la estancia
dos mujeres que amó y en él vivían:
¿Qué quieres hoy de cena? -Me es igual,
haced vosotras. -Hasta luego. -Adiós.

Pero no puedo. Ni el disparo puedo
imaginar, ni el perro silencioso,
ni sus mujeres en la cama alzándose:
sólo la carta que una vez leí
hacia el setenta y siete y he perdido:
"Mañana, ya sabéis, comenzaría
la cura. Lo hago por no molestar."





Se veían

Se veían muy poco y en seguida,
era un hogar ahíto de ocasiones,
años de amor, trabajo, anotaciones:
"Te espero", "Vuelvo tarde", "No hay comida".

Una mañana -doce y diez- la huida:
"Te amo. Adiós. Me voy de vacaciones",
"Yo también". Precisaban dos renglones,
los horarios del alma y de la vida.

Recorrieron el globo por su cuenta:
ella iba en barco, él en dirigible,
ambos a pie: el tiempo es un latido.

Una noche de abril que hubo tormenta
se encontraron en casa, algo imposible,
y el mapamundi se cerró sin ruido.






Salmo 19 (Los libros)

Para María Jesús Varela

Se sabe de los libros,
cuando la tarde es breve y la luz pasa
vertical, que se leen con dulzura
como si de un tratado,
una alianza de paz, un beso inoportuno
fueran: mano y libro un hombre
y otro hombre que nos mira, al que miramos.

Se dice que responden
a una llamada ingenua o imperiosa,
que gustan con el trato, pero
no agitan las palabras, ni se ponen
a brincar al sonido de las llaves
en la puerta: que de vez en vez
abandonan la casa para nunca
más, en los brazos de otros hombres,
que no alborotan, que no son,
que nunca sufren.

Hay manos en las noches,
como cortinas y encajes de un sexo
distraído, que buscan en sus páginas
restos de algún adiós: se sabe
de los libros que se dejan
besar, tocar, amar como los cuerpos,
que son cuerpos -me dicen-
de otros hombres,
que definen su sexo según sea
el lector y la historia y su contorno.

Me digo que no sé qué son los libros:
hablo para mi muerte y mis amigos
muertos: pido al viejo
hacedor de las cosas
el milagro de vernos reunidos
otra vez: en un carro,
en una cripta, en un baúl, en una hoguera.

Que una mano inexperta o imperiosa
nos pida la palabra, y así hagamos
un nuevo contertulio: nos describa
su rostro y le miremos y nos lea.






¿Por qué escribir poesía si podemos hablar
por teléfono?

(Léase guardando las pausas versales)


Fue ella.
Me lo dijo
por teléfono.
Ella:
la que no debería
morir jamás. (No), (Nunca)
—aunque estos diecisiete
años sin su desnudo...—
No importa. (En aquel tiempo
no existían los móviles).

Me lo leyó.
Le dije
tras dos largos, intensos
silencios respirando,
que era la hostia (la hostia)
—por entonces mi idioma
era mejor que éste
que hoy uso, o por lo menos
se me entendía más—:
"es cojonudo, tía".

Me sonaba. No quise
aventurar un nombre.
No tenía ni idea:
no tenía ni puta
idea.
Entonces dijo
—ella, la que no muere—
justo antes de colgar
las palabras más bellas
que un hombre escuchó nunca
de labios de mujer:

"es tuyo, gilipollas".






EL POETA HABLA DE SU AMADA
Y LA COMPARA A SU PROPIA SOMBRA

Para ella, que se vistió de bellísimo oscuro.
Hablan de ti, de mí, y algunas veces
nos lo cuentan después en voz muy baja
ignorando que somos, con ventaja,
protagonistas de esas idioteces...

Hablan de mis maneras: que pareces
como el astuto fuego ante la paja,
y dicen que me voy a dar de baja
sólo para observar cómo te creces.

Te sigo: me rechazas. Te rechazo:
me sigues. Y me abrazas. Y te abrazo.
Calma que anuncia siempre otro seísmo...

Bocas que un ángel nos repite atento:
Repúblicas del viento...
Noches sin Dios. Mañanas de egoísmo.





"Música reflexiva"

No sé si Mahler supondría nunca
que bajo el Lido, entre anémonas,
también crecen cadáveres:
niños empalados en arcos de violines,
alimento de peces en palacios de recreo.

Sospecho, entre ola y ola,
que hay lágrimas de lis en sus blancos ojos,
comerciantes de Onán que en los pasillos
venden estigmas, pequeños falos
o batutas a los viejos directores.

La música más bella se reconoce donde
una mujer desnuda llora ante un olvido,
la idea que violenta al pasear entre estatuas,
la soledad del hombre entre columnas.

de La profesión de Judas









I. Reconstrucción paso a paso de la
arquitectura celebrada de Nuestro Señor
Jesucristo en los aledaños de la Avenida
de los Andaluces, Ayamonte, con ligeras
incrustaciones del Palacio de La Moncloa
y presidenta de la comunidad -no digo cuál-
atiborrándose de canapés de panceta.
Panorámica

Vamos a ver lo dicho que una cuarta
a la derecha ahora arriba arriba
clavaremos al rey de copas viene
o no viene ese pincho calle abajo
cerviz a punto el ástil el madero
guardar la formación que se nos cae
me cago en mis cojones niño viene
en España embrutece todo presi
dente se agolpan entre los magnolios
ferreos golpistas llega un cineasta
el rector pide más vino del bueno
Dios santo déselo que venga Herodes
a mi la guardia mora joder Paco
coge tú al niño aquel de las cadenas
es mi padre lo sé por los juanetes
no creo en tanto cambio considera
necesario el relevo no te aflijas
oh presidente oh mi presidente
que haré sin vos ahora con más fuerza
levantad levantad ya vuela el Cristo
sobre la multitud niño otra caña
y un pincho unas coquinas esa voz
silencio sostened sobre los cirios
dame un poquito cera es necesaria
una nueva reunión con la saeta
a bocajarro está la patronal
del aire presidenta ya no quedan
mas que tres canapés de algo muy blando


II. Simulación áurea y existencial del
yo dolorido en el Cabo de San Vicente
viendo el ocaso, viento de cara, frío de
cojones, con leves incursiones de un CD
de música variada, voces y lavadora
centrifugando. Postal


Podemos suponer que Sven y su apellido
impronunciable no anduvieran haciendo tonterías
el sol al fondo el mar la curva el cielo
conque alegrémonos todos los jóvenes se acercan
al acantilado buscan un buen lugar entre las voces
el poeta en cuclillas arrastrándose
todas las plantas pinchan asegura
podemos suponer que Sven y su apellido
impronunciable fuese invitado a la pasión
al deseo la luz Juan del Enzina soy contento
Johan Sebastian Bach bien temperada la tos
el sol el frío en el coche hay una manta
Michael Haydn a ver quién
va a por ella podemos suponer que Sven
y su apellido impronunciable tropezasen con tanta
piedra suelta Alexander Scriabin praeludium
y nocturno opus nueve para la mano izquierda
en un saliente el poeta comienza a oscurecer
se concentra la gente mucho guiri perdón
todos guiris dos guardias portugueses
nos miran desde el faro
Fernando ven aquí hazle caso a tu madre
este sitio es peligroso el sol se pone ya
rosa acabándose podemos suponer
que Sven y su apellido impronunciable estuvieran
con sus colegas rumbla rumbla rumbla
Scott Joplin Fit leaf rag déjame tío
agárrame en aproximadamente quince
ideas dos buenas hostias es la última vez
que venimos aquí que sí tío es horrible
el sol indiferente el mar nocturno
las sombras y los hombres los coches que se alejan
sólo el faro y América a lo lejos se aproxima
a razón de un milímetro por año o parecido
Arvo Part Spiegel und spiegel podemos
suponer que Sven y su apellido impronunciable
rumbla rumbla hacia abajo sus padres
quieren con esta placa recordar
a su hijo querido y recordar al caminante
los efectos nocivos de la falta de control
la vida disipada no hacer caso ni atender
a las normas de buen comportamiento
Vangelis Papanathasius the long march
y te recuerdo te imagino pienso
en ti Sven tan alto joven rubio
mirando al horizonte el sol el mar
tu eternidad efímera

III. El poeta recuerda tras un seto
de su terraza las Leyes de Newton.
Foto corrida

Los hombres
de mi urbanización
son fuertes
hablan poco
ríen
a carcajadas
los imagino griegos
y valientes
no escriben
follan poco
tal vez menos
que yo
juegan al pádel
y ganan
torneos
necesito
cambiar de dentrífico
creer en héroes
o en marcas
vestir de neopreno
ser manzana




WEB DE JESÚS URCELOY







No hay comentarios:

Publicar un comentario