martes, 7 de septiembre de 2010

923.- SILVIA FAVARETTO


Biografía de Silvia Favaretto:
Nació en 1977 en Venecia -Italia donde reside actualmente. Es de profesión docente
Actividades y Premios :
1995- Premio Letterario Avis La torre (prosa) - Venezia
1998- Premio Inves (poesia)- Palermo
1998- Premio F. Francesco (poesia) - Augusta
1999- Premio Valle Senio (cuento infantil) – Riolo Terme
2002- Premio Giuseppe Malattia della Vallata (videopoesia) – Pordenone
2003- Premio Giuseppe Malattia della Vallata (videopoesia) – Pordenone
2005- Premio Emi Culture Factory (prosa)- Milano
2006-Premio nazionale Ibiskos di A. Risolo (poesia) -Empoli

BIBLIOGRAFIA
POESÍA
• La carne del tiempo (prima edizione Bogotà, Colombia, 2002, seconda edizione De los cuatro ventos, Buenos Aires, Argentina, 2004).
• La tetra Santità e il variopinto orrore (Penna d’autore, 2004)
• El sacrificio de la mar (WebMaster Mattia Bonora, 2006)
• Parole d’acqua (Ibiskos editrice di A. Risolo, Empoli, 2007)

PROSA
• La farfalla Rossella (Az. Osp. Santa Maria Degli Angeli, Pordenone, 2003)

WEB DE LA AUTORA




Poemas extraidos de “LA CARNE DEL TIEMPO”




AGITO EL MAR DENTRO DE MÍ

Cuando sea ángel
viviré en el faro...
Lloraré mirando las luces de los barcos
alejarse en la noche...
Sentiré nostalgia
de emociones nunca tenidas…
Gritaré imprecaciones al viento
(porque los ángeles no tienen padres)
y arrancaré una a una
las plumas de mis alas,
desesperada y sanguinaria
por la mala suerte
que me ha dado
maravillosas alas ligeras
y un cuerpo
demasiado pesado para volar...



MORADA

Piel de durazno,
brillante como luna,
¿adónde dejaste
tu mirada acogedora?
¿Te vestiste de negro
antes de matarme, esposa mía?

Moriré con ternura,
disfrazada de víctima
por tu acto final.

Pero, detrás de las cortinas
serás mía, y de ningún otro.

Te encerraré
en la jaula de mis huesos
y tú harás
de mi cuerpo tu morada.

Sólo,
no me pidas amor
porque no puedo darte
más de lo que soy.



VIDA

No somos más que un grano de arena
En la eterna clepsidra del tiempo,

perseguimos algo
que hace mucho tiempo
no huye de nosotros.

Esto es la vida:
un gran circo
donde creemos ser los absurdos payasos,
nos gustaría ser los listos acróbatas
y al final no somos más que
los aburridos espectadores,
trastornados por las ilusiones.



ROSA

Hoy me siento
triste como una rosa de plástico
en un cementerio,
condenada a vivir
en la morada erigida al culto
de la muerte,
estéril y artificial
en mi descarado rojo fuego,
frágil en la vergüenza eterna
de quien está destinado
a ser siempre
una máscara en la realidad
y un rostro demasiado humano en la ficción.



ROSA II

No rieguen
la rosa de plástico,
sería un insulto
a su
artificialidad.
Déjenla en seco
para que así se jacte:
“yo puedo vivir
aun sin la ayuda ajena”.
Tírenla sólo
después de que se haya muerto de dolor
cuando una rosa verdadera
le habrá dicho:
“Pero tu no perfumas…”.



DIOS PARTE II

Tendido sobre pedazos de estrellas
como un faquir,
está un dios adolescente
que espera un tiempo
para sus respuestas
(si sólo los hombres tuviesen
ganas de escuchar, y no sólo
de pedir...).



PIEL

Si esta especie de piel
que me divide del mundo
no fuera tan sutil,
podría aun soportar
el peso de tu cercanía,
el frío del invierno y
mi mudo destino de poeta.



Eva II


Hombres,
con nuestro planeta de polvo
y nuestros cetros de carne,
somos estirpe que tuvo
leche madrastrera de loba,
cuyo pelaje,
nuestra herencia de hijastros,
llevamos escondido en los huecos secretos
de nuestro cuerpo.

Hombres,
somos todos hijos de la misma
madre desombligada y
llevamos todos la ustión
del oxígeno de la primera respiración
(¿pueden contemplar que
un bebé parido
es la muerte de la unión y que
hemos sido todos abandonados acá?)

Hombres,
acordémonos
(nos hará bien)
que no somos más que
la degeneración del hombre primitivo
y nos calienta el sol de hace 8 minutos,
y vemos brillar estrellas
muertas ya.





Nocturno I


El cofre del cielo
se abre a tus ojos:
amatista, zafiro y diamantes.
S. F.



Un manto violeta
es la noche,
una sábana que alguien
ha clavado sobre este cielo
como la hoja azul, estrellada,
que se acostumbra pegar
tras el pesebre.

Pero la luna esta noche
ha dicho basta,
cansada de estar colgando
como un farol chino
de papel translúcido y luminoso.
Ha hecho su equipaje
(un velo de cristal
transparente como el mar,
que encierra un centenar
de sus estrellas favoritas)
y derramando sus últimas
lágrimas de lluvia
(¿Por qué nos sentimos siempre culpables
cuando lo único que hacemos es
darnos cuenta que
no tenemos la capacidad de amar
ni de vivir sin ser amados?)
ha dejado el índigo escenario.






Nocturno 2-3

El sueño
nada es salvo una prueba general
de la muerte.
Pasamos buena parte de la vida
perfeccionando la escena,
hasta que,
en un momento dado,
nos sale bien.

Tras el negro cielo
hay un dios aburrido
que nos espía a través
de esos agujeros
que creemos estrellas.






Melusine


La última noche de bodas,
lamí una lágrima de mi esposo
y a la mañana siguiente
me desperté con esta aguamarina en la lengua.
(Sumergida en el agua
mi carne conmovida siente
que no hay confín entre
lo que tengo adentro y
lo que tengo afuera).
Llevo la gema colgada al cuello,
me acuerda de lo que soy
y lo que he perdido.
La cadena es larga y
la piedra se apoya sobre el corazón.
A través de la transparencia de la gema,
en sus facetas,
se puede divisar la real consistencia
de mi piel: escamas, de sirena o de serpiente.
Sobre la carne caliente, en la cavidad del seno,
centellea la piedra y brilla la cadena
(de oro blanco y nostalgia)
que la sostiene,
como una sutil cicatriz
que desciende transversal en el cuello y en el pecho,
igual a la encontrada
esa mañana
en el cuerpo de mi esposo.




Morada

Piel de durazno,
brillante como luna,
¿adónde dejaste
tu mirada acogedora?
¿Te vestiste de negro
antes de matarme, esposa mía?

Moriré con ternura,
disfrazada de víctima
por tu acto final.

Pero, detrás de las cortinas
serás mía, y de ningún otro.

Te encerraré
en la jaula de mis huesos
y tú harás
de mi cuerpo tu morada.

Sólo,
no me pidas amor
porque no puedo darte
más de lo que soy.





Magdalena

No me hables.

No me hables porque
las palabras, asesinas,
callan las emociones.

Palabras verdugos,
testigos de la muerte del tiempo,
palabras que nos echan en cara
nuestro límite de criaturas mortales.

Hastío de las palabras,
sonidos ridículos
que tartamudeo para decirte lo que siento
que no tiene forma y
no se puede escribir sino
con fría espuma de ola
sobre arena caliente de sol,
y no se puede escribir sino
con mi boca lamiendo tu piel
y no se puede escribir sino
con lluvia que cae
sobre nuestro patio,
el patio que conoció tus besos y mi cuello.

Palabras inútiles,
escritas en libros amarillentos,
hojas manchadas
por un lapicero seco y sin tinta ya,
ideas pintadas en el aire
por algún pintor que, gracias a Dios,
olvidó el alfabeto.

Palabras frustrantes
que se gastan como cigarrillos
y el humo escribe en el aire tu ausencia y
la falta que le haces a mis ojos
que extrañan tu sonrisa,
a mis brazos que extrañan tu calor,
a mis piernas que extrañan tus manos,
a mi alma que extraña tu infierno,
el infierno que me inyectaste y que
llevo dentro por la maldición
de haberte amado.

Al encontrarte mis estigmas empezaron a sangrar.
Mis pasos escriben chorreando
tu nombre en el camino.
¿Logrará el viento borrar
la sangre seca de mi historia?
¿Podrán estas palabras vacías devolverme
el icono de nuestro mutuo martirio o
será el silencio la cruz que merezco
y que asumo como mi única maleta en este viaje
entre la maldita culpa del sacrificio?

Y sin embargo estas siguen siendo palabras
que no son gritos
y no son canto
y que no te comunican
las espinas que siento,
clavadas en mis sienes,
clavadas en mis sueños,
hartos ya de la pesadilla de tu traición,
la misma traición pura de las palabras
que no sirven no sirven no sirven
porque no hay milagro
sino caricias guardadas por demasiado tiempo en
una mano que se hizo puño,
no hay milagro
sino heridas entreabiertas en el costado que
ya no sangran bajo el suplicio de tu olvido,
no hay milagro
sino pies sucios del largo camino que llevo,
y que tendrás que limpiarme con tu pelo,
Magdalena.

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ESTRELLA DE MAR

Ven a lamerme los pies, ola
trágame en un
abrazo de peces
grises
bésame las caderas
con tus labios
frescos de agua,
amárrame
con algas
los tobillos,
lléname de tu
sal los ojos y
la boca,
con esquirlas
de gotas hiéreme
la piel,
chúpame los hombros
con fuerza,
quémame las cejas
con tu sol,
pégame en la nuca con
tus cachetadas frías;
contigo
sé que vencer
no puedo,
sin embargo
no me vas a manchar,
ni quedará vacío
mi cofre inerme
y azul.




Poema a ciegas

Está faltando la luz y
escribo el poema a ciegas
en la hoja de un viejo calendario.
Por primera vez me doy cuenta
que las palabras son vanas
y vano es nuestro entendimiento
si en la noche la tinta
no logra desprenderse de
la oscuridad del cielo
y mi poema no logra
iluminarme el camino
adentro mío
y si tú no estás conmigo
para darme consuelo
de esta amarga palidez
del alma obscura.

De Poemas de una noche de insomnio






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