miércoles, 25 de agosto de 2010

ROSA ALICE BRANCO [654]


ROSA ALICE BRANCO 

Rosa Alice Branco. (Portugal, 1950). Tiene publicados los siguientes libros de poesía: A Mulher Amada (1982), Animais da terra (1988); Monadologia breve (1991); A mão feliz. Poemas D(e)ícticos (1994), O único traço do pincel (1997) Caligrafía (El Toro de Barro, 2001), y Da Alma e dos Espíritos Animais (2001). También es autora de los ensayos O que falta ao Mundo para ser Quadro (1993) y A Percepçao Visual em Berkeley (Fundaçao Eng. António de Almeida, 1998).




CALIGRAFÍA

(Traducciones de Mercedes Escolano)


Flor de tinta

El poema es el dibujo de esta letra
inclinada por el rumor del viento
cuando le pido abrigo
y veo en él el espejo de mi cuerpo
reposando en tus brazos de ayer.

La tinta aún no ha acabado de secarse
el olor fresco de la página se vuelve
hacia la página siguiente
y mi voz se oye mejor al viento
cuando conspiramos en el silencio
la próxima letra
y la exactitud de su dibujo.

Ahora hay mimosas en los árboles
y allá abajo el río ya no es como era
ni sabría serlo.
Olvidé cómo se bebe el agua con la mano
o cómo se bebe la mano
del río.

Yo existía en esa transparencia
en la flor espiritual y líquida
de la tinta
que retoca en el papel su vida.
Esta letra es mi nombre deletreado por ti
o mi nombre que todavía no está seco
y te mira desde las acacias que florecen
amarillas en el rigor del invierno.

Cualquier palabra tuya me dibuja
y así comienza cualquier cosa
que me estaba destinada desde siempre.



El milagro de la sed

Letra a letra
voy aprendiendo a olvidar la palabra.
El césped crece en letras coloreadas
en la mirada que les recorre el dibujo
el tejido incomparable del trazo
aún fresco.
Miras mis dedos desnudos
sembrando letras en la mañana
y tu deseo nace en dirección opuesta
a la palabra.

Abrázame con esa letra que se prolonga
alrededor de la cintura
y con la otra que me envuelve el hombro
porque la tarde resbala
y aún hay letras por recoger
porque la noche cae
y mis dedos invisibles
pueden formar palabras a oscuras.

Deshazme
suelta las letras del vestido
la cinta de las sandalias. En la chimenea
hay una letra todavía caliente
vamos a sentarnos a comer migajas
a multiplicar la sed
y a beberla del mismo vaso.




El cuerpo del papel

En mi firmamento hay versos
con letras en las que voy retocando
las sombras de una vaga existencia.
Las veo desde la ventana cuando de noche duermen
con el rostro descubierto
y me acuerdo de todo lo que ha de suceder
y de todo lo que he de recordar
cuando nada sea memoria
u olvido.
Desconozco esta ventana
siempre estoy de paso
entre la casa y el firmamento que vacío
para que en él cante
el dibujo de un verso.
Te dedico el espíritu leve de la tinta
y todos mis presagios son recuerdos
de un secreto. ¿Dónde está mi voz?
¿El oído que invento para robar
la última letra del paisaje?
Soy el umbral de la puerta
que es apenas el deseo del umbral de la puerta
casi perdiéndose en el apogeo de la hoja
en la que toco el infinito
infinitamente prendida a la textura del papel.





El árbol de la sombra

El árbol de la sombra
tiene las hojas desnudas
como el mismo árbol al mediodía
cuando se arraiga a la tierra
y espera
como espera un perro el regreso del dueño.
Nosotros nos damos abrigo más tarde
o ahora mismo en un lugar
muy distante
en el que el tiempo recorta
una alfombra que revolotea en el papel.
La casa de la sombra
es blanca y está habitada.
Aún estamos nosotros
sentados al fuego que tu sonrisa
enciende y acerca
en el silencio que ilumina
el árbol de la sombra
para que la noche dibuje
su nombre visible
y la sombra pueda contemplar
las ramas más bellas y el tronco más delgado
de su materia
En esta sombra hay un inmenso amor
al mediodía.
La hora de los prodigios
está formada por segundos del tiempo
que ha de venir
y el horizonte
es la proximidad total de tu boca.





Traducción libre

No pedidme alejandrinos.
Revuelvo el azúcar en el sentido
de las agujas del reloj,
son 563 cristales que se disuelven
en el movimiento
con que endulzo mi vida. A la misma hora
la cama crece 3 cm por minuto
cuando me acuesto en las sábanas bordadas
con las frambuesas que sobraron de la cena.
Lleno el cuarto,
también yo crecí con las frambuesas
pintadas en mi plato. Lo lavo con cuidado
par retocar la pintura del almuerzo
y si rompo un plato
con tónicas maravillosamente repartidas
por las sílabas
siento que rompí una obra de arte
el modelo perfecto que llegó hasta nosotros
con el cesto de las frambuesas.
Las solfeo, saboreo el ritmo, pido endulzante
y voy a acostarme con un alejandrino alto
y esbelto

como la métrica exige.



Los labios del tiempo

Regreso a las cosas sencillas
como si aprendiese el alfabeto
y tú mismo me enseñases a deletrear
el árbol donde damos sombra
el fruto que alimentamos con los labios.
Al mediodía
el atardecer cabalga sobre nosotros
y a la misma hora
la noche llega con un trazo
que acaricia los colores de la sombra.
Es así como alimentamos el tiempo
y los animales se sientan a la espera de sobras
para escribir nuestra historia.



Tolerancia de la lluvia

Vienes por dentro
como la rosa que derramase en su interior
su rojo.
La voz atraviesa cada poro de aire
hasta mi oído
y oigo el tiempo que nos une
recorriendo parte de la parte de un camino
que comienza en el centro de la tierra
vertiginosamente lanzado hacia arriba.
Clavas las letras a las que nos agarramos
sobre el precipicio
pero vivimos como si los pies tocasen
la superficie de la piel
en el suelo suave en el que acariciamos
los objetos.
El viento apenas
levantado por la mano a distancia
de un fragmento de distancia
agitado por la mirada que absorbe el vacío
del espacio
para que podamos tocar la tierra húmeda
la madera de la casa
arena que se agarra a los pies
la piel de la lluvia
todo lo que nos es permitido deletrear
en la tolerancia de las palabras
o en el grito salvaje de un relámpago.
Es así como se ama
antes de que la tierra nazca o recomience.




Historias de amor de una vieja manzana

Apunto con las letras
saco apuntes
y me olvido como todo lo que
olvido
cuando comienzo a existir para las cosas.
Hablamos sin cesar,
historias de amor de una vieja manzana
la melancolía de un melocotón
en las letras de la piel que acaricio
antes de chupar el hueso.
Ahora ya no hay oídos para mi voz
y percibo que todas las palabras son mortales
traicionadas por la boca que las lanza.
Miro las arrugas de la manzana en mi mano
la mano sobre la mesa
la mesa en la casa
el horizonte como una línea
eternamente dibujada:
saco apuntes
para perderme en el paisaje.




Letra al sol

Quería ser sencilla
como el dibujo del aire entre los objetos
por donde respiro la mirada.

Tomo la forma de un oído
mientras lees en voz alta
un poema de pájaros sobre la almohada
blanca
y la forma del blanco cuando el pájaro
vuela sobre la almohada del último verso.
Soy tu cuerpo en un cuerpo de mujer
el viento en las hojas
la púa del espino
la carne de lo que veo
cuando te miro verlo.

Trepo por el papel
como una letra abierta
inclinada hacia la luz del día
y no hay palabras que la dibujen,
no hay palabras.




Alfabeto de sentimiento

Hay mosquitos de verano posados
sobre el papel:
miden el mundo cerca del cuerpo
con sus alas,
organizan el sistema de deseo
sobre las letras con que invento
el alfabeto del sentimiento,
la distancia que nos une
y se proyecta en el espacio que dibujamos
para poder volar por encima del papel
antes de aterrizar en un beso
que definitivamente nos libere
de la sangre de los otros.

Pronto el verano llegará a su fin
y ninguno de nosotros verá las letras
bajo el manto de alas de los mosquitos.
El mundo ha de rozarnos los dedos
por las sienes del papel
hasta salirnos de los márgenes
y precipitarnos en lo desconocido
donde aún no hay nada dibujado
desde siempre.




Los peldaños del tiempo

Acostumbraba a sentarme en el peldaño
más alto
y por la ventana veía los árboles balancearse
en el silencio de la casa, el silencio
de haber estado allí hace mucho tiempo
esperando que vinieses como ahora espero
que el tiempo se desdoble en la memoria
que te aguarda.
El mundo era infinito
y mi existencia estaba en tu rostro
a la espera de un gesto que la dibujase
para que pudieses nacer todos los días.

Sentados en el peldaño más alto
escuchábamos el rumor de los árboles
la hoja de un chopo al caer en el agua
y los círculos minúsculos que se alejaban
hasta desaparecer
en el vocabulario de palabras cortas
garabateadas en el cristal de la ventana.

Así era el mundo
ignorante de que una lágrima
se asoma a veces al destino
y es suficiente para alterar el movimiento de la tierra
y el sabor de las letras pisadas
fermentando a solas en la casa
mientras el mañana atraviesa el umbral de la puerta
por encima de todas las virtudes
alimentando el vicio de volver atrás
y subir hasta el peldaño más alto
para conceder el último deseo.




El soplo del pincel

Las fragancias de mayo se esparcen por el papel
la tinta prolonga el monte hasta el río
mientras el pincel dibuja la margen
y también las cumbres
desde donde la montaña resbala hasta el agua.
Vienes a mi encuentro
y los colores germinan en la tierra por todo lo que sembraste
en el vacío
y acaricia nuestros pies descalzos
las piernas por donde trepan hierbas voladoras
que se enroscan en el vientre
que entrelazan los dedos en los días cálidos
en los días fríos
en que el fuego sube de la chimenea hasta la boca
y nos desnuda en el suelo del salón.

Todo esto se introduce en el papel
como si la tinta invisible esperase
a que yo aprenda a recibir las señales ocultas
por nuestra ceguera
y mi pulso pueda volar por encima de las cosechas
con un trazo tan leve
que se vea apenas el soplo del pincel
que respira.

Las estaciones se suceden en la mano del pintor
en el cuerpo que gasta el tiempo y lo redime
con un trazo que atraviesa el mundo
–el eje que hace girar el mundo
alrededor de su nada.





DÍA DE ANIVERSARIO

A Hugo.

Siempre que te escribo aparecen husos entre nosotros:
11 de la mañana en Isla Negra y dos de la tarde
en tu cuarto. En la casa de Neruda hasta las figuras de popa
miran el mar. Coleccionables, como las que se venden
en la barraca de afuera, de varios tamaños y precios.
Te escribo a cualquier lugar que nunca sé donde queda.
Perro de caza, rastreo tus vestigios por ahí:
entre las ropas que faltan busco las que te abrigan,
huelo la loza que ensuciaste, indago la ciencia de tu naturaleza
esparcida por la casa. La casa de Neruda en Isla Negra
es transparente: puedo seguirla a lo largo de la costa, de la voz del guía,
esa voz absurda que podías haber oído tres horas antes
si entre tú y yo no hubiera husos. Tal vez el poeta
se haya pinchado en un huso y el exilio sea sólo la ceguera
de los otros. Imponentes las figuras inclinadas miran a lo lejos,
más allá del vidrio. La más bella mira la tumba de Neruda
entre la multitud de visitantes que exigen una fotografía
con él. Instantáneos: se van unos y otros vienen a ser fotografiados.
La tierra es fotogénica y está siempre a mano. Ahora ya es tarde
en Isla Negra y demasiado temprano en tu cuarto.
Tal vez el amor sea una figura de proa que desafía al barco
entre el alborozo de las aguas. Está girada hacia ti
que nunca sé donde estás y eres mi norte.




OBRA PRIMA

Cuando tu mano acaricia mi pierna
los sensores de la piel desencadenan reacciones sentimentales
y a veces llego a tener una reacción motora. El ángulo
de la pierna, la inclinación del pie -te maravillas con el paisaje
ocasional: después de la curva de la carretera estabilizas la mirada
en la curva de la rodilla. Los ojos se impacientan en sacudidas
invisibles pero el espejo refleja sólo inmovilidad.
La sandalia: tu mirada va de la rodilla a la desnudez del pie. Este pie
que recorre las calles es también objeto de deseo: el pie
que pisa el freno a fondo. Sé que me vas a besar -tal vez
ni tú mismo sepas que la postura de tu cuerpo tiene el formato
del beso. La caricia necesita un control minucioso,
la presión exacta para que no me machaques la rótula.
El contacto es dulce en la piel que te ofrezco, la caricia
es la obra prima de la ingeniería mecánica. Miro la bahía
donde se reflejan los neones de la noche y dejo al cuerpo
trabajar libremente. Después me adormezco con tu mano
en mi pierna y la vaga conciencia de que el paraíso
se extiende desde la punta de los pies hasta lo alto de la cabeza.





PASOS SIN MEMORIA

Miro por la ventana y no veo el mar. Las gaviotas
andan por ahí y la hierba se va secando en el tendal. Mañana temprano
el mar aun no llegó. Llegó el pan, llegó el fuego
y el periódico. La saliva con que te diré buenos días.
Las palabras son las primeras en llegar. Lo que queda de ellas
ablanda el papel. Pan caliente con el sueño de ayer
y los sueños de hoy. El día se prepara, los pasos
de ir y venir. Estoy cada vez más cerca. Me miras
como si supieses lo que luego sabré yo.
En esta ciudad no es nunca mediodía. Hay siempre una dulzura
de otras horas. Y recuerdos sueltos. Déjalos salir
de dentro del vestido, deja que se suelten las olas del mar.
La ventana está vacía. Mi hijo camina por la playa
y tu deletreas las gaviotas. Camina delante de mí
sin dejar huellas. Me pierdo como todas las madres,
todos los amantes. Invento pasos y palabras
para adormecerme. A esta hora mi abuela enrollaba el rosario
en las manos. Yo estaba dentro de las cuentas, dentro del sueño
que rondaba el rezo. Durante mucho tiempo estuve fuera.
Ahora caminamos juntos. Sin memoria.



SOLAMENTE LOS GATOS

Hoy los gatos no comieron.
Se fueron juntando poco a poco en el tejado
y ni la lluvia les hizo abrir la lengua.
Ni el agua desaguó la voz, ni los gatos maullaron.
Aquellos pasos que solo saben los gatos
los alejaron de las palabras incisas en mármol
o en el granito tumbado. Del plástico florido.
De las flores que la ausencia perpetúa.
Hoy los túmulos están silenciosos
y los gatos con las garras aplastadas contra las tejas,
con la mirada con que solo miran los gatos,
no saben todavía si perdieron la fe en la vida
o aún más en la muerte Sienten un nudo
innominado en la garganta como todos nosotros.
En la cima del tejado le dicen no al cielo.
Quieren afirmarlo de cerca.




DÍA DE LOS MUERTOS

Todos los caminos van a dar al mismo.
Escojo un número y un árbol
y si hace sol me siento en la piedra:
todo depende de la respuesta que se espere.
La invasión en este día es como decir: has muerto.
No es tanto estar muerto lo que hace daño,
es estar del otro lado con tanta tierra entre nosotros
y saber ellos hoy que somos mortales.
Aquellos que aman aun más ferozmente
que los vivos –porque son ajenos
a todo lo que hacemos-, esperan una vez al año
flores iguales a nosotros, arrancadas a la vida,
frescas por unos días. Cuando los tallos cuelgan,
saben que estamos cerca,
que entramos por los poros de la tierra hasta el fondo
más este dolor dentro del frío fuera de nosotros.




DOS PALABRAS PARA LA NOCHE

Ahora soy el día. He ordenado las ropas
del último viaje, tu voz
en el cajón junto a la cama.
¿En qué lengua oigo las primeras vocales
de nuestro alfabeto, el olor de las sábanas
después de dormir? Viene despacio
por la calle estrecha donde se abre una flor
siempre que pasamos. Eres tú quien lo dice,
eres tú quien te abres cuando la flor. Cuando abres
el pan. El aceite en el plato y nuestros dedos
surcando los caminos de la boca y todo el cuerpo
camino uno del otro. También el vino.
El rojo de la noche. También la lengua.
Siento que la gastronomía y el amor
son dos palabras para la misma cosa.
No me acuses de plagio. ¿Cómo puedo
decir lo que todavía no has dicho?




EL VASO DE HERÁCLITO

¿Serán todavía tuyos los objetos sobre la mesa?
La sorpresa del pan, la evidencia del lápiz afilado,
aquel fulgor de pájaro sobrevolando la cama
coexisten sobre la mesa y yo pregunto
de quién son ahora: el pan siempre fresco
aparece a veces cubierto de moho y al amanecer
la neblina esconde el río que pasa bajo el puente
por donde paso yo: algunos quilómetros por hora
y dejas de correr en mí. El pan en los dientes
de la saliva ¿será tuyo, otro tú que rondas
mis días? El mismo cuaderno y esta tinta
cuando anochece ¿tus ojos de quién son?
¿Todavía tuyos y de ese otro que se va volviendo visible
y desarregla todo lo que yo sabía y mi vestido?
Sobre la mesa el vaso nunca bebe la misma agua.



***


(Traducciones de Verónica Aranda)



A DIVISIBILIDADE DOS AROMAS

Pela janela vem o cheiro da manhã, da relva
e das rosas salpicadas de fresco que se casam com o cheiro
dos lençóis sonolentos. Ao bater a porta já só sinto
o meu perfume, o que pomos por cima das certezas
e das dúvidas, por cima dos segredos que trespassam a pele.
Em breve me confundirei com o cheiro dos outros, daquele homem
vergado pelo saco de batatas, da florista a compor as margaridas,
da peixeira à porta da vizinha mostrando as goelas sangrentas
(talvez porque se tenha levantado cedo e apregoar assim
fere a garganta), das crianças a caminho da escola, de todos
os que hão-de cruzar o meu dia e de ti que hás-de cruzar
também a minha noite. Contar-te-ei todas as horas com a mistura
dos aromas que me compõem e ouvirei na tua pele
a subtil diferença entre os dias. Amanhã fecharemos a porta
e o teu cheiro irá entranhado em mim até uma distância infinita
das rosas que cantam à janela e seguirei pela estrada
estendendo a pele às dádivas do dia.




LA DIVISIBILIDAD DE LOS AROMAS

Llega por la ventana el perfume del día, de la hierba
y de las rosas salpicadas de frescor que se mezclan con el aroma
de las sábanas somnolientas. Al llamar a la puerta ya sólo siento
mi perfume, el que ponemos por encima de las certezas
y las dudas, por encima de los secretos que traspasan la piel.
Pronto me confundiré con el olor de los otros, de aquel hombre
doblado por el saco de patatas, de la florista arreglando las margaritas,
de la pescadera en la puerta de la vecina mostrando las gargantas sangrientas
(tal vez porque se haya levantado pronto y pregonar así
daña la garganta), de los niños camino del colegio, de todos
los que han de cruzar por mi día y de ti que has de cruzar
también por mi noche. Te he de contar todas las horas con la mezcla
de los aromas que me componen. Y oiré en tu piel
la sutil diferencia entre los días. Mañana cerraremos la puerta
y tu aroma irá entrando en mí hasta una distancia infinita
de las rosas que cantan en la ventana y seguiré por el camino
extendiendo la piel a los dones del día.




LAS ESTACIONES DE BASHÔ

Todo lo que camina
cambia de nombre.
Bashô es ahora Bashô.

Los árboles toman el nombre
de sus hojas. En cada rama
el canto de los animales
va tejiendo el verde.

Los nombres dulcifican
cuando se inclina el fruto.
Las cerezas dan sombra en la boca
que saborea la sed.

Esparcido en el suelo
el nombre de los árboles
al sabor del viento
en la lengua del crepúsculo.

La espuma del aire
sobre la rama desnuda
donde el nombre
no encuentra remanso.

Bashô entra en Bashô.
Después dará su nombre
a otro caminante.




A letra mais pequena

Caminhas na praia. As sandálias nas dunas
junto à erva agreste de outros dias. O sol
não te queima, não te fere os olhos ao meio-dia.
Soletramos o amor com a letra mais pequena de uma língua
acabada de inventar. Sabem as gaivotas. Sabe o mar.
Era uma vez. Era assim que te agasalhava a noite
e me enrolava nos teus olhos para encontrar
a luz. Não é com a memória que caminho.
As manhãs de névoa como as camarinhas
que cresciam nas dunas. Com quem posso
agora falar de camarinhas? Saborear o gosto
das bagas e dos risos. Vamos apanhando conchas,
castelos, príncipes, borboletas. Vamos perdendo
o que encontramos. As mãos vazias. Os passos leves.
Os olhos crescem como a erva nas sandálias.




LA LETRA MÁS PEQUEÑA

Caminas por la playa. Las sandalias en las dunas
junto a la hierba agreste de otros días. El sol
no te quema, no te daña la vista a mediodía.
Desciframos el amor con la letra más pequeña de un idioma
recién inventado. Lo saben las gaviotas. Lo sabe el mar.
Fue una vez. Fue así como te abrigaba en la noche
y me envolvía en tus ojos para encontrar
la luz. No camino con la memoria.
Las mañanas son de niebla como las gotitas
que crecían en las dunas. ¿Con quién puedo
hablar ahora de gotitas? Saborear el gusto
de las bayas y las risas. Vamos cogiendo conchas,
castillos, príncipes, mariposas. Vamos perdiendo
lo que encontramos. Las manos vacías. Los pasos leves.
Crecen los ojos como la hierba en las sandalias.

                 De Soletrar o Dia, Quasi Edições, 2002

Traducción: Verónica Aranda






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