miércoles, 4 de agosto de 2010

JESÚS JIMÉNEZ DOMÍNGUEZ [323]


Jesús Jiménez Domínguez 

(Zaragoza, 1970) es autor de los libros de poemas Diario de la anemia y Fermentaciones (Olifante, 2000) y Fundido en negro (DVD Ediciones, 2007), premio “Hermanos Argensola”. Aparece recopilado en Campo abierto: Antología del poema en prosa en España, 1990-2005, edición de Marta Agudo y Carlos Jiménez Arribas (DVD Ediciones, 2005) y Los chicos están bien: poesía última, edición de Manuel Vilas (Olifante, 2007).


REMANDO AL VIENTO

Percy Bysshe Shelley, yo os pregunto:
Quien navega, ¿es del viento o del agua?
Si la verdad está en el fondo de las cosas,
¿es más cierta la barca que dentro del lago
acompaña, inversa y paralela, a esta que flota?
Si el tiempo quedó detrás, Polidori,
¿la barca de hace un minuto estará vacía?
¿El muelle que dejamos seguirá menguando?

En las afueras del cielo la noche ha borrado al día.
Pronto las ondas del lago borrarán el lago.
Y remamos, remamos sin las manos,
sin los remos, sin el lago, buscando sin los ojos
costa donde hacer pie, tiempo donde caminarnos.
Remamos sin orillas, sin más tierra prometida
que la que mañana nos dé a probar
el enterrador en el hierro de su pala.

Ahora la barca separa la noche de la palabra noche.
También mi corazón tiembla entre dos latidos contrarios.
Respuestas no hay: el viento silba su oscuro pájaro.
Sobre las tramoyas del agua vosotros calláis, yo canto.

(de Fundido en negro)



EL LAMENTO DE QU YUAN

Confusión es una palabra que hemos inventado
para un orden que no se entiende.
HENRY MILLER

Soplaste en mis heridas y éstas se despegaron de mí.
Acostadas en el viento, rodando por valles y veranos,
tiernas aún, fueron a adherirse a la corteza de un árbol,
se posaron en el lago, echaron venas en otros cuerpos.
Encamado, hoy el mundo en su lengua nos maldice:
el bosque pierde pájaros, el agua escapa del agua
y el mañana es una mula que carga con sacos rotos.
Y así, cada cosa es una hemorragia, cada cosa está fuera
de cada cosa, es todas las demás menos ella misma.

Mujer que velas los amotinados límites de mi cuerpo:
Nunca borres con tu boca la boca de un misterio.
La verdad es una grieta que abre una ruta hacia el abismo.
La contradicción un país secreto del que siempre se regresa
con un beso en la espalda y una puñalada en los labios.

(de Fundido en negro)



KOJI KABUTO SE DESPIDE DE SAYAKA YOMI
ANTES DE PARTIR EN EL PLANEADOR
(HAIKU)


10 010 10 1010
01001 01 01 1001
1001110 11010010

(Transcripción:

Tu ojo lo dice:
Adiós es un país
siempre lluvioso.)

(de Fundido en negro)


LA SOLEDAD ES UNA ENFERMEDAD DE LA PIEL

De noche silban los imanes de la destrucción.
El mismo viento que hoy nos arranca de raíz
nos cose con el doble hilo al viento de mañana.
Somos manchas minúsculas bajo el tachón de la noche.
la ciudad donde caminamos es un zapato que aprieta demasiado.
Un aire sin cielo nos delata, nos viste para la desaparición.
Perdidos para siempre los planos del hombre
uno a uno se van cerrando todos los poros.
Nos hacemos impermeables en la soledad:
dentro de la piel no viaja nadie;
fuera de la piel, nadie nos ve pasar.

De Fundido en negro
Premio de poesía Hermanos Argensola, 2007



SHARIPUTRA

El hombre que habla con Buda
y trepa a los árboles
buscando la flor del udumbara,
escribe perdido entre las ramas:
El viento es un bosque dentro del bosque;
su sombra cambia, es sabia e infinita.
Antes que la Flor brote
en la rama del Tiempo,
mi corazón se habrá cerrado
en el tallo del hombre.



BE WATER, MY FRIEND

(Bruce Lee anuncia automóviles en televisión)

octubre, 2006

Bruce Lee está muerto. Lo mató la mafia china,
lo mató el Efebeí, la Cía. El Deuvedé lo mató.
Pero hoy, durante el intermedio del Inter-Bayern,
desde algún plató de la muerte su fantasma se nos aparece
en la televisión de este bar, de pronto, para proclamar
en blanco y negro (que es el idioma de los muertos):


Pon agua en una botella y será la botella.
Ponla en una tetera y será la tetera.
[...] Sé agua, amigo mío.

Y mientras asisto a la Revelación y las aguas del conocimiento
se abren ante mí como las aguas del mar se abrieron ante Moisés,
dejo de ser el coliseum del fútbol para ser la piscina olímpica
que charola de añiles y cobaltos los lechosos muslos de Polimnia;
me sueño lluvia para ser oasis flotando en el ombligo de Erato,
soy manantial o alberca para ser los labios saciados de Euterpe.

Y mientras esto ocurre y el mundo es nuevo y líquido y fresco,
he aquí que al bar se llega Conan el bárbaro y, cerveza en mano,
pasa a ser el tercio de birra, rubios campos de Germania y de Belgium.
Y entonces (o tempora, o mores), de un regate acaba con Tales
y con Arquímedes, con el Zen, con el Ying y con el Yang,
regalándonos, sin darse cuenta, esta rara flor del mejor haiku:

Sé agua tú,
que yo paso: En ella
follan los peces.



MANDALA

El invierno y yo, delgados los dos,
rivalizamos en hallazgos y desapariciones:
mientras él desordena la sintaxis alada de tu pelo
y arriesga una frase difícil luego de peinar,
también yo soplo en ti para liberar de tu ojo
un grano de arena o la promesa de un desierto.
Y en esa sílaba de playa que se vuela
está el inicio de todos los caminos,
la caligrafía insomne de las gaviotas,
tu gesto maquinal al agitar la toalla
como si quisieras desprender
el significado del objeto mismo
y está el final del verano con las cáscaras
de todas las caricias y todos los naufragios.



LA CANCIÓN QUE EL VIENTO SILBA DE NOCHE

La canción que el viento silba de noche
nunca será nuestra, jamás la aprenderemos.
La estrofa que el viento esparce en las calles
se lleva la noche junto a las otras noches
y levanta la sombra infinita del último día.
La canción que el viento silba de noche
deja los cielos pelados y un mundo de cáscaras,
despega a los hombres de sus sueños
como una mano sin nadie despega
del álbum todas las fotografías.

La canción que el viento silba de noche
nadie la apresará en el bosque sordo de la sangre,
no la copia la caricia que borra el pentagrama del cuerpo,
no se queda a vivir en la boca de quien nombra el silencio.
Es un misterio lo que el viento trae hasta del hangar
del labio esta noche, qué ángeles reúne en sus heridas.

La canción que el viento silba de noche
nunca escalará las listas de éxitos:
llegar para marcharse en el aire
siempre es un fracaso.



Testamento de Jeff Buckley

Un nadador divide la soledad en dos:
la primera es del agua;
la segunda, del cielo.



Última mirada a la isla de Kirrin

Vivir consiste en ir perdiendo cosas:
el timón del aire en los cabellos, los amores,
los recuerdos, los remos de los días felices.
Al decirles adiós con la mano dejamos
en el aire la cáscara de la despedida,
vemos pasar sin nadie las bicicletas
camino del óxido, ardiendo sin sonido.
Otros inviernos han cegado las linternas,
apagado los prismáticos y nos hallamos más lejos.
La cerveza de jengibre la bebió el sol del ocaso
y el pastel de carne, como a la infancia,
se lo han comido las moscas.



Hassasin

La mano que acuesta la piedra
sabe que las caricias borran los cuerpos,
que el deseo enrolla sus caminos sin haberlos recorrido.
También la sed escribe en cuadernos sin páginas.
Vestidos de abismo, hacemos del humo un único pijama:
todo cuanto soñamos hoy, mañana será cenicero.
Noche es el nombre del árbol más grande sobre la tierra.
Su sombra infinita está hecha de todas las cenizas.
Entre sus ramas más altas engordan nuestros asesinos.




Shariputra

El hombre que habla con Buda
y trepa a los árboles
buscando la flor del udumbara,
escribe perdido entre las ramas:
El viento es un bosque dentro del bosque;
su sombra cambia, es sabia e infinita.
Antes que la Flor brote
en la rama del Tiempo,
mi corazón se habrá cerrado
en el tallo del hombre.



Syd Barret pregunta a la oruga

¿Un lado de qué? ¿El otro lado de qué?, Pensó Alicia. (Lewis Carroll)

De qué lado he de comer, dime de qué lado,
si la realidad perdió su mango y yo mi boca.
Una noche la boca se me soltó de la cara
y voló por la ventana y es hoy una cometa.
Y dime de qué lado he de comer, dímelo,
porque el cielo es alto y tiene largas
las piernas pero vive en el ojo del pájaro.
Yo sé que el viento en el bosque es verde
pero es otro cuando se acuesta en el mar.
Mi boca se perdió en la boca del viento
y ahora soy transparente cuando tengo sed
pero me hago cántaro y echo asas debajo de la lluvia.
Mi boca se la comió la boca del viento
y en el cielo ya todo es hambre y silencio todo.
Y yo me pregunto, sin sonido te pregunto
de qué lado he de comer, cuál es el mejor pedazo
para viajar al cielo y regresar de nuevo a casa
con la sonrisa puesta y el beso intacto.





Canción nómada

El que lee las dunas escribe con los pies en la arena:
El hombre que está solo no está en ningún sitio.
Un reino no es una bandera
sino el viento que mueve la bandera.
La lentitud tiene un único atajo
y en él desaparezco.
No voy hacia ningún lugar:
es el lugar quien viene conmigo.


POEMAS DE “CONTRA LAS COSAS REDONDAS”
(ED. LA BELLA VARSOVIA, 2016)

LA LUZ

Ranas, quietos budas pequeños
sobre los troncos, sobre las rocas,
bajo las cenefas rojas y naranjas del atardecer,
¿cuál es el objeto de vuestras meditaciones?
¿Qué guarda vuestra pupila que a la deriva flota
en el ojo como una gota de aceite sobre la leche,
como una nube vacilante sobre la fe?

Acaso veis brincar en el aire demorado del instante
la raspa de un pez, sus galas de carne y lentejuelas
bajo el biombo del agua donde vivimos y morimos juntos,
donde las piedras del fondo —pequeñas y redondas—
son cuentas huidas de un rosario o blancas tacitas de té.

Cantáis y cantáis sin descanso, hasta que el sol
con el perfil gastado del emperador deja de rodar.
Y la Poesía, la alumna aventajada de la luz,
¿adónde se retira cuando cae la noche?
La buscamos a tientas en la oscuridad
frotando una palabra contra otra, torpemente,
como esas cerillas húmedas o descabezadas
que, en mitad de un largo velatorio,
tratamos en vano de encender.



PARQUE DE ATRACCIONES

Un día nos perdemos en el Laberinto de los Espejos
y, al recobrar la salida, se ha hecho tarde y estás solo.
¿Dónde quedaron aquellos que te acompañaban?

El fuego azul de la lluvia desmanteló la noria.
El sol se largó con los colores rojos del tiovivo.
La indolencia y los días, mano a mano, puño a puño,
hicieron otro tanto y se encargaron del resto.

Aquí el viento empuja el ojo caído de una muñeca
y lo invita a recorrer la cara oscura de la vida,
esa que nunca se ríe porque —de hacerlo—
te asustaría su feo agujero con solo dos dientes o tres.

Un vencido chicle de junio del noventa y siete,
antes emblema de una juventud dulce y perdurable,
ahora sujeta en la puerta del urinario este cartel:
Hallados manojo de llaves y zapato ortopédico
en la Casa Magnética. Preguntar en Mantenimiento.

En el viejo puesto de algodón de azúcar solo queda,
abierto como una flor carnívora, un paraguas negro.
Debajo está la mancha cenicienta del hombre
al que un gran anhelo —o la falta de él— consumió.

Los volcados contenedores de la basura
son vagones descarrilados del trenecito chu-chú.
En lo alto de un pino, en la cabeza decapitada
de Mickey Mouse, anidan los cuervos de Poe.

Cuarenta y tantos años, cincuenta: pasaron veloces.
Un día nos perdemos en el Laberinto de los Espejos
y, al recobrar la salida, estás ya en la Casa del Terror.



CUERPO

En esta bolsa de viaje, madre, guardaste
lo necesario: una mente, un estómago y un sexo.
Nervios y bronquios. Riñones: dos por si acaso.
Con unas pinzas de cocina, del más grande
al más pequeño, fuiste introduciendo los huesos.
Para que no se soltaran y golpearan en las vueltas
del camino los anudaste con tendones y venas,
los envolviste primorosamente de tejidos y músculos.
Terminada la tarea, dejaste un corazón
al cuidado de todo: esta es mi herencia, hijo,
no la derroches; aunque escasa, habrá de bastarte.

Madre, nunca pensé que fuera tan caro este viaje.
Todo en este mundo cuesta un ojo de la cara
y el otro no me alcanza para ver los precios.
Tratando de ganarle la mano al tiempo, pierdo la cabeza.
En cada caricia que extendí me voy dejando la piel.
Pago con los cinco sentidos por la cuarta hoja del trébol.
En busca de las peras del olmo caigo despechado,
me desgañito, me descorazono, me deslomo.

Madre, para desvivirme por esta vida y estos deseos
en cada aduana tengo que echar mano del cuerpo.
Cuando llegue —¿a dónde? ¿cuándo?— ignoro
qué quedará de cuanto me diste, en qué estado.
¿Sabrá el destino, apostado en un oscuro callejón
sin salida, que soy yo cuanto largo tiempo esperó?
¿Montará en cólera al comprobar, albarán en mano,
que nada llega completo, intacto ni nuevo?
¿Tendré que desembolsarle algo más, madre,
por cada desperfecto, por cada mengua, por cada desfalco?

El viento hace danzar el envoltorio viejo de un caramelo.
El halcón lleva consigo la urgencia del vuelo y nada más.
La pera que cae de la rama deja su sitio a la pera futura
sin mediar notario alguno, herencia ni aflicción.
Al menos he de guardar dentro de mí algo de todos ellos,
hallar un sentido que haga frente a cuanto voy dejando.
En esta lucha sin cuartel todo me sirve y poco me alcanza.
En este cuerpo a cuerpo nada tiene el alma que perder.


CONTRA LAS COSAS REDONDAS

Amamos las cosas redondas pensando
que han de ser eternas y amables y perfectas:
el pomelo bajo el rotundo sol de agosto,
la pulsera que orbita alrededor del pulso,
la moneda con dos caras y ninguna cruz,
el balón de playa en cuyo interior aún se respira
un paciente aire de mil novecientos ochenta y dos.

Hay días redondos en los que todo cuadra
y la vida parece marchar sobre ruedas:
alguien, lija en mano, se encargó
de sustraerle al mundo todas las esquinas,
todas las aristas, todos los bordes.

Pero basta que atravieses por un declive
o que todo se vuelva cuesta arriba de repente,
para comprobar que son las cosas redondas
las primeras en abandonar y en echar a correr:
el pomelo, la pulsera, la moneda y el balón. 

Me niego en redondo a aceptar tales desplantes.
Ante las formas esféricas opongo las cosas informes.
Elijo las imperfectas, las imprecisas, las irregulares.
Aquellas llenas de taras, de abolladuras o de dobleces.
Hermosas y singulares, sin plegarse a ningún centro,
solo ellas permanecen y nos acompañan siempre.



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