miércoles, 27 de julio de 2016

KARINA RODRÍGUEZ [18.980]


Karina Rodríguez 

Nace en 1973 en la ciudad de Buenos Aires, Argentina. Es doctora en Farmacia, profesora de música y escritora. En 2014 publica su primer libro de cuentos: Almas y karmas, en mancuerna México-Argentina, bajo supervisión de quien fuera su primer maestro, el escritor argentino Alberto Laiseca. En 2015 realiza la primer presentación del libro en la ciudad de Tampico, México, recorriendo con él las universidades de esa ciudad, tales como UNE, UNAM y Tec. de Monterrey. En abril del mismo año se presenta en su país, Argentina, en la 41 Feria internacional del libro de Buenos Aires, bajo el auspicio de la embajada de México. Desde el año 2014 pertenece a la sociedad de escritores de Argentina y sus escritos han participado en varias antologías (entre ellas Poiesis VII, Poiesis VIII y la Antología del bicentenario) así como en algunas revistas y blogs literarios. 
Es editora del blog Cuentos de la Rosa Negra                                                   (https//:cuentosdelarosanegra.blogspot.com.ar)



Adioses

La teoría del desgaste tiene 
una cara oculta:
dolor sin entendimiento. 

Todo lo que no se escribe deja una página en blanco. 

Un silencio.

Más presente que el fantasma de la luna. 

Amor que se escapó una noche 
a las corridas 
y no volvió 
jamás.




Ahogados en Trelew 

El exilio del cuerpo, 
la sinrazón de los celos.
Un deseo de muerte 
que espolea los sentidos.

Y en la radio
un anuncio de lluvias torrenciales. 
Sospechas de un diluvio.

Sigue en pie la esperanza vana 
de lavar con agua de lluvia los recuerdos.
Como una catástrofe natural 
que pudiera deshacerlo todo.

Quizás porque honramos a los muertos
y en la misma medida
tememos a los que se han ido.




Vida

Digo 
qué hermosa flor 
pero la flor se marchita.
Digo 
que la luz también es apariencia, 
que no es del todo clara.
Digo 
que no te das cuenta 
que alguien empieza la herida
y que vos la seguís.
Y que te ves en las fotos
y ves que sonreías.
Digo
que no decís nada 
del fantasma en el espejo 
de todas las mañanas.
Hasta que te supura la herida.




La gota en la clepsidra

Aquel instante del pasado 
perfora el ojo del hombre que espera. 
Minutos como agujas. Años como naciones. 
Anida en su interior la noche. 
Arena sus manos, 
ilusorias fugas de amor su corazón.
Pero en su voz 
la tristeza va tejiendo 
figuras de cristal 
como castillos imposibles, 
frías mañanas que pueblan 
el alma devota que lo agita. 
Él es un viento de horas detenidas 
que arrasan 
con el único mundo verdadero (amor desesperado),
pero redimen al hombre que fue.



Luzmala

Madre de sombras, 
en el teatro del absurdo 
la risa comienza.
Enérgica y sonora se desliza
en cuanto se abre el telón. 
Después se convierte en mueca, 
siniestra aventura sin más mérito que la simulación. 
Una contorsión final 
y la boca se vuelve inaceptable.
Es ese el instante.
Y los actores de la vida comprenden:
hablan de sí mismos. 
Es ese el instante.
Y un dolor inasible se apodera de tu cuerpo. 
No hay manera de escapar a tus tinieblas, 
aunque se disfracen de luz.



Autonomía del alma

Eso está ahí. 
vertiendo veneno negro en tu sangre inmaculada. 
La parte tuya que sabe cómo limpiar la escoria de los otros/ se pregunta qué es
se pregunta por qué eso escarba el intersticio de los huesos/ y profundiza la herida 
si tan solo buscabas un poco de luz para renacer de los restos de la razón. 
Es tu alma escapando de la nada,
escondida ahí. 
Para no aceptar para no saberse alma. Alma misma 
reordenando furiosa el aparato infinito de las horas. Alma/ negra 
que calcula fríamente el cierre sincronizado de la puerta
porque sabe
que poder salir es tan sólo cuestión de un momento.







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