miércoles, 29 de julio de 2015

GUILLERMO GÚDEL [16.659]


Guillermo Gúdel Martí

(Coscojuela de Fantova, Huesca, 1919 - Zaragoza, 10-IV-2001). Poeta. Cofundador con Luciano Gracia de la revista y colección Poemas. Ha participado activamente en la vida literaria zaragozana y colaborado en numerosas publicaciones. Premio San Jorge de poesía 1970 por Égloga nueva de la vida propia y premio Goya de poesía 1983. Miembro del grupo Niké, Su obra se basa en una concepción esencialista de la vida humana, trascendida por la estimación de que la poesía es un sentimiento incurso en la pluralidad de la existencia. El hombre, en su relación con los otros y con la tierra, pero sobre todo consigo mismo, en un hondo entrañamiento con las fuerzas oscuras que perfilan su destino, centra el discurso de su poesía, de entronque formal clásico y expresiva metaforización.

Ha publicado: Contra el aire y Latitud del amor (1959), Los pasos cantados (1959), Égloga nueva de la tierra propia (1970), Las tristes noticias y Más tierra de España (1980), Las voces permanentes y El eterno homicidio (1981), Velación de la carne y Memoria de Edith Piaf (1982), Capítulos de suelo y El reloj y el humo (1982), Contra todos los aires y Las penúltimas luces (1983) y Poecromía goyesca (1983), Asiduo ofrecimiento hasta el olvido (1990), Dilema entre camino y caminante (1992), Ecos de lo encontrado y lo perdido y Entre días y noches estivales (1993), En algún punto no aparece el sol, y Analogía del amor y el mar (1994), El tiempo sumergido en el espacio, El curso accidental de la existencia, y Amor y desamor en claroscuro (1995), Halago natural de los sentidos, Cercos de oscuridad y claridad, y Tetralírica de los elementos (1996), Desde la agitación hasta la ausencia, Alegorías de la brevedad, y Evidencia de las contradicciones (1997), Mensaje de anteayer desde el silencio, Trayecto circular de tierra y agua, Anecdotario para largo tiempo, y Clave de amor en tono de nostalgia (1998), La imagen repetida en el espejo, Indefinida soledad errante, y Remota aspiración de la materia (1999).

Figura en la Antología de la poesía aragonesa contemporánea (1978) de A. M. Navales Buscar voz...; en Coplas a la muerte de Jorge Manrique (Palencia, 1979) y Canto a la paz (Madrid, 1985).




La antigua barca de Caronte
espera entre la oscuridad.
La hora terminal ha llegado. 
Deshauciada,
el alma desciende 
a los terrestres fondos.
Todo 
se encuentra oscuro.
No hay regreso.
Los dioses surgen taciturnos
con sus desdeñosas efigies.
No lloran ni sonríen.
Graves,
olvidan seres y dominios.
No se adornan.
Soberbios jueces,
reyes de las sombras,
vigilan
la insondable casa,
el hogar
definitivo de los hombres.




Las voces permanentes

Él venía a dolerse de la vida y sus odios,
de la inútil batalla que los hombres urdían,
del feroz llamamiento de los cuerpos helados.

Él no pudo escapar del momento culpable,
como no pudo huir de sus voces escritas.

Casi siempre fue río; raras veces fue mar.
Se perdió por sus pasos entre las cordilleras,
aunque rozó los musgos de la orilla ensombrada
o la rugosa base de un árbol taciturno.

(De Término del aire).




GUILLERMO GÚDEL. POETA

Guillermo Gúdel es uno de esos frutos mágicos que la ubérrima cosecha de la Tertulia del Niké regaló a la sociedad a modo de cataplasma que aliviara las heridas del alma de aquella España enferma y desencantada en los siniestros años de la mera supervivencia. La Oficina Poética Internacional permitió a sus fundadores, intelectuales, artistas y escritores, el lujo del sarcasmo en un mundo tutelado por la burocracia omnipresente del régimen. En su seno se cobijó la Peña Niké o Tertulia del Niké, en honor al histórico café en el que se reunían.

A ésa atmósfera de locura creativa se une Gúdel, llegado desde Huesca después de una infancia perdida y una juventud recuperada día a día. Era, en su humanidad, un prudente silencioso que pareciera caminar de puntillas. Vino al Niké poco tiempo después de fundar la revista *Poemas* con Luciano Gracia.

Su poesía mantuvo hasta la muerte en el 2001, una dolorosa melancolía en la que reafirma su interés por el ser humano y sus más íntimas epopeyas. Su natural estoicismo nace del mismo estupor que la vida le produce. Generoso en su ayuda a los jóvenes poetas a los que procuró las páginas de la Hoja del Lunes. Generoso con el mundo. Discreto. Arquitecto de palabras y anhelos. Filósofo del silencio. 


El poeta. II

Mi corte terrenal alza la corte
de mi propia sustancia: barro, hierba,
un poco de carbón, otro de agua,
algo de garra y pluma al mismo tiempo.
Hombre -principio y fin- doy mi mensaje
veraz. Sólo he tomado anotaciones
de la unidad salvaje de la tierra,
del sentido común y de los cinco
sentidos arraigados de mi carne.
De todo lo que he visto he procurado
guardar algún estambre misterioso
para que mi pasión fuera tejiendo
los sueños que acompañan a los seres.
Deseando mis horas de alegría,
he dado a la tristeza mis memorias,
dejándome arrastrar por los ocasos,
reclinándome en mí como en un fondo
hecho de clara noche y día oscuro.
Por estos ojos míos han pasado
muchos goces distintos, muchas penas
distintas, muchos ecos anhelantes,
todos como este impulso que sostengo
para poder seguir como esa nube
que flota sobre el cielo y se deslíe
en un punto cualquiera del espacio





“Él venía a dolerse de la vida y sus odios, 
de la inútil batalla que los hombres urdían,  
del feroz llamamiento de los cuerpos helados. 

Él no pudo escapar del momento culpable,  
como no pudo huir de sus voces escritas. 

Casi siempre fue río; raras veces fue mar. 
Se perdió por sus pasos entre las cordilleras, 
aunque rozó los musgos de la orilla ensombrada 
o la rugosa base de un árbol taciturno”. 

(De Término del aire). 




“El paso de su andar definitivo fijó sólo una cruz aureolada 
de viento y soledad, un trecho breve de tierra removida y solitaria. 

Y no quiso probar luto y tristeza, aún sabiendo 
de lágrimas y lágrimas. 
La ciudad era ardiente, combativa; era un centro de  
Chispas y de llamas”. 

(De Dos poemas). 





“Con ancho corazón y largos ojos 
yo contemplo a este suelo en su aspereza, 
reteniendo sus frutos, sus rastrojos, 
el ceño de su gente y su firmeza. 

Por su zona de bosques y de nieves  
corre mi corazón con el lamento 
de sus ramas batidas por aleves 
latigazos de lluvia, frío y viento. 

Desde el Valle del Cinca hasta el del Turia  
ve cómo pasan ríos y más ríos 
sobrados de rumor, mansos de furia, 
sin apagar la sed de sus baldíos. 

Son años y más años en espera 
de que todo el volumen de la roca 
se haga verde esplendor de sementera; 
no cardo borriquero, hierba loca”. 

(De Égloga nueva de la tierra propia). 






“Soy un viejo cantor que ha olvidado su canto. 
El viento sabe más que libros y que salmos.  
El agua que se va tambien lleva mis pasos. 
En las nubes que pasan yo descifro el arcano: 
Un silencio, un olvido que yace entre los años”. 

(De La evocadora edad). 





Me dicen que no entienden 
los poemas que escribo 
a veces yo tampoco. 
Sin embargo, sonrío, 
mi canción es un viaje 
secreto hacia mí mismo.

(Guillermo Gúdel)





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