martes, 30 de junio de 2015

A. LUTZKY [16.424]


A. LUTZKY

A. Lutzky  (seudónimo de Aaron Zucker; 1894-1957), poeta yiddish. Nacido en Dimidovke (cerca Lutsk), Ucrania, fue educado en privado y preparado para una carrera como cantor. Antes de llegar a los EE.UU. en 1914, Lutzky había visitado Varsovia y recitó sus poemas IL Peretz. La vida no era fácil para el joven inmigrante que trabajaba como vendedor ambulante, maestro y violinista. Cuando publicó sus primeros poemas en 1917 en el Yidishes Tageblat y Der Tog, * Abraham Cahan, Editor de los Forverts, reconoció su talento, le puso el seudónimo "Lutzky" por el nombre de su lugar de nacimiento, y lo contrató para escribir un poema semanal para el periódico. Unos meses más tarde, Lutzky fue reclutado por el ejército de Estados Unidos y luchó en Verdún. Cuando regresó, sorprendió a menudo carentes de intención moralizante. Son relatos teatrales que animan el mundo inanimado a través de palabras y frases cuidadosamente elegidas. 

BIBLIOGRAFÍA:

Rejzen, Leksikon, 2 (1927), 98–100; LNYL , 5 (1963), 20–4; S. Bickel, Schrayber fun Mayn Dor (1958), 58–63; B. Rivkin, Yidishe Dikhter in Amerike (1959), 172–90; J. Leftwich, The Golden Peacock (1961), 300–5. ADD. BIBLIOGRAPHY: A. Almi, Mentshn un Ideyen (1933), 222–40; Z. Weinper, Yidishe Shriftshteler , 1 (1933), 147–56; J. Glatstein, In Tokh Genumen , 1 (1956), 297–300; 2 (1960), 265–72; E. Fershleyser, Af Shrayberishe Shlyakhn (1958), 82–93.



No quiero morir

Eres testigo, Dios:
no quiero morir.
A muerte odio a la muerte,
y a la vida la quiero
como a la vida misma.
El otro mundo es un lugar
demasiado tranquilo para mí.
Mi espíritu no está hecho para allí.

Me gustan los líos,
el ruido, el coraje;
los deseos por fardos
y los bolsillos repletos de juego
y fantasía.

Yo soy de aquí
y aquí quiero quedarme
horas y horas
siempre ocupado.
Preocupado por la vida
quiero vivir mi vida
con alma y vida.

Si ni siquiera se me ocurre
ambicionar otro mundo.
¿Quién es ese otro mundo?
No lo conozco
ni quiero conocerlo.

Quizás quieran morir los quejumbrosos,
dolorosos, los llorosos.
Yo no soy quejumbroso.
No soy doloroso ni lloroso. 




El pueblo judío

Sionistas quieren tener a todos los judíos,
comunistas quieren tener a todos los judíos,
socialistas quieren tener a todos los judíos,
anarquistas quieren tener a todos los judíos.
Todos quieren tener a todos los judíos.

Dice el pueblo:
—Despacito.

—Tal como es el mundo, así soy yo—
dice el pueblo.
¿Cómo es el mundo? Así:
Un poquito de tierra, un poquito de agua,
un poquito de aire, un poquito de fuego;
el resto, arena.

—Así soy yo —dice el pueblo—
 igual que el mundo:

Un brote de sionismo,
una chispa de comunismo,
una gota de socialismo,
un soplo de anarquismo;
el resto, arena.

—De todo un poquito —dice el pueblo—
Igual que el mundo, así soy yo.

¡Ay de un mundo
todo fuego, todo agua,
todo polvo, todo aire!

Un poquito de ídish, un poquito de hebreo,
un poquito de religión, un poquito de librepensamiento;
el resto, arena.

El pueblo judío es viejo como el mundo
y sabio como el mundo. 

Yo soy un cantor;
un cantor a la vida,
un repiqueteador de alegría.

Yo canto respecto de vivir,
de flotar,
de confiar.
¡¿Qué tiene que ver la muerte conmigo?!
Estoy atareado investigando
una motita de polvo,
un honguito,
un hombre.
¡Para mí, la congoja es maldita;
carga un anatema, es impura!
¡Yo soy pura bendición!

Aunque en el otro mundo
me tocara el paraíso,
sin dolor, sin pena,
no quiero saber nada con él
mientras viva.
Porque mientras el mundo sea mundo
quiero vivir,
y después, recién voy a querer más todavía.

¡Cómo voy a querer morir
si en realidad quiero vivir!
¡Las fuerzas no me dan para morir!
¡Si apenas me alcanzan para vivir!

Un instante de dicha
es más hermoso y grato
que el velorio más fantástico.
¡Dios, no me hace falta un velorio!
Con la vida me alcanza y me conformo. 




Un diminuto insecto estudia el mundo

Un diminuto insecto se pasea por un pan
y se llena los ojos de cosas extraordinarias
como si estuviera recorriendo el universo.
De pronto se detiene.
Asustado se dice a sí mismo:
—No seguir adelante;
suficiente.
Un muro. Llegamos al fin del mundo.
Un gigante de aquí al cielo.
El insecto trepa arriba, arriba,
y se sienta a descansar en la cima de la montaña enorme
un comino.

El microscópico insecto piensa conmovido:
—¡Que un planeta sea tan magistral!
¡Sobre mí hay un mundo sin fin!
¡Aquí el aire es más fuerte que abajo!
¡El planeta Marte está ahora a mi lado!
Da miedo dar un paso.
Tengo ya para pensar, añorar y recordar
toda mi vida.




Enseguida ha de llover

Enseguida va a llover,
dice la calle.
Las casas se miran
pálidas, asustadas.

Una hoja de papel se alza
y grita por la calle:
¡Socorro!
¡voy a quedar empapada!

Aparece el sol en el cielo,
se detiene sobre la calle
Y ríííííe:
—Sólo fue una broma;
no va a llover nada. 




Una mosca es inteligente

La mosca más pequeña es refinada.
Elegante.
Inteligente y delicada.

Cada instante se limpia las patitas.
Cuánta pulcritud en asearse las alitas.
Cualquier movimiento la atemoriza.
El silencio la pone nerviosa.

Cuánto miedo hay en una mosquita
a las orillas de una gota de agua.




Génesis de pronto

Creación es sorpresa,
descubrimiento.

Cada creación es temor.

Hasta la sorpresa más dichosa, da miedo.

Cada ser nace con miedo.
Con aquel miedo
que conmovió al génesis.

El peligro atemoriza y conmueve
hasta al ser más pequeño.

Una liebre,
una hierba,
una mota de polvo,
se sobresaltan ante un soplido. 

Aletea con las alitas
y zumba por la bocinita:
—Aquí vuela un avión.
Volar no es caminar;
una milla es para mí un paso,
mundo hay de sobra.

No me importa ir
hasta acá o hacia allá;
soy un gran señor:

yo misma el avión;
yo misma el capitán:
un navío volador.




Viajar en tren

Es una delicia viajar en tren
y oír charlar las ventanillas.
Y ver los postes de telégrafo,
alegres postes de telégrafo:
una mirada por el cristal, y me escapo;
 una mirada por el cristal, y me escapo.

Un perro quiere atrapar a una paloma.
La paloma se da cuenta y se vuela.
El perro la persigue por el campo.
Una pata asustada aletea,
quiere volar y se cae.
La ve una cabra y da un salto.

La solitaria rueda de un molino
se deja marear por el viento.
Una tonta vaca en un riacho
se besa a sí misma en el espejo.

Un gato quiere atraparse la cola,
un espantapájaros asusta en un campo.

Un Jesús corre y se pierde,
corre tras él una iglesia,
se apura tras ellos un cura.
Una sinagoga se asusta y escapa,
un bedel corre tras ella.
Un muchachón mira y ríe. 




Una gorra

Una gorra sentada sobre una cabeza
piensa:

—Para todo se necesita suerte,
hasta para una cabeza.
Entre gente, a una cabeza
se le ocurre a veces una idea delicada,
un pensamiento luminoso.
Entonces ya por sí mismo resplandece el rostro,
resplandece la gorra.

Mi cabeza, problemas;
siempre preocupada.

Apenas me reconozco ya en el espejo.
Ya tengo casi el rostro de mi dueño.
A veces, en sueños, creo que soy él.
Hasta en mí realmente lo constato:
¡Yo —una gorra— me sorprendo
preocupándome, de pronto, por zapatos!




Una mosca aeroplano

Una mosca aeroplano,
un diminuto avioncito,
un zepelín chiquitito,

pero se basta a sí misma:
sólita el pasajero,
sólita el conductor.

Ojitos, dos ventanitas;
patitas, las meditas.
La boca, una bocinita.

Alitas, los alerones.
En el corazón, el motorcito.
En la barriguita, la gasolina.

En la cabecita, el piloto
mira por las ventanitas
y conduce las rueditas. 




Antología de la poesía
ídish del siglo XX
Selección y versión de
ELIAHU TOKER 







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