lunes, 25 de mayo de 2015

JENNY LEVINE GOLDNER [16.097]


Jenny Levine Goldner 

Nació el 27 de octubre de 1987 en México D.

Ha estudiado poesía en los talleres de Raúl Renán y José Cedeño. Autora del libro Palabras en Poesía, diccionario poético por cincuenta poetas mexicanos (Siglo XXI Editores, 2008).
Ganadora del Certamen Literario del Centro Deportivo Israelita en siete ocasiones, sobresaliendo en la categoría de poesía, así como miembro del jurado en el XXXIV y XXXV Certamen Literario.
Estudia la carrera de Psicología en la Universidad Iberoamericana
  


                                                                 
SU SILENCIO

El silencio como vidrio
en su peor error turbio
se quema con el instante enardecido

de segundos

de horas

en espera

Siente cómo el aire lo roza

cómo la caverna lo protege
y en su tiempo se vuelve agua.

Su café amargo ya no vuelve

y en él

morirá

cubierto de niebla


En este instante
que es todos los instantes

aquí

en el calor del fin del verano

baja
en estos días

duele su belleza tosca

En este año de su edad
que son todos los años

su silencio

duele.






LUCHA

Ahora debo contar lo que sucede:
alguien habla de la lluvia
con un lenguaje marcado por la sombra
y la voz en la oscuridad, todavía en la cama,
rodea a un espejo y envuelve después
el roce y la celda de palabras.

(Pero, ¿por qué tenía que ser así?, inmundo y exacerbado,
pedazo agitado de la neutra realidad)

Debajo de la mesa, sonreía, con una duda terrestre,
herrada por un olvido simultáneo
y una mano insegura.

(Y los ojos despedazados observaban)

¿Por qué habría de ser yo uno de ellos?

En un rincón escribí:
vuelve todo a empezar,
algo en esa calma cubre este tiempo sin huellas.
La maleza que discurre con suavidad
y a lo lejos, un desconsuelo mercurial.

Magnetismo. Inquietud. Vértigo.

Es un arduo esfuerzo de la noche por apoderarse del día.


II

Si es que realmente sé lo que sucede,
era un olvido que estaba en todo sitio.
Para que pueda estar con las verdades
y las antorchas encendidas,
no basta una ansiosa transparencia,
hay que desprenderse de los limbos
y caer en la indolencia para ser vista,
desde la sequedad del agua
hasta un lugar donde vivir puede valer la pena.





ORGASMO


Quisiera desdoblar mis sentidos
mis fluidos
mi dolor
y hacerlos tuyos.





INVENCIÓN

El tiempo es mi cabeza
y el ombligo un recelo infinito.
Hundido en esta cuidad,
tatuado en mi cuerpo y desterrado,
inventa un más allá del bosque, de la selva,
donde una pincelada mitológica

        se disuelve

                         retrocede.

En el tramo de la perfección me descuido,
me invento desde el espacio
y con mis ojos torpes, mi risa colérica,
husmeo cada parte de la página.

Hablo desde los sueños,
escribo desde el andamio colgado en mi cama.

Más valía intentar otra cosa.





Prisión

Con una herida ficticia
y sin total conciencia de mis párpados,
busco debajo de la boca el árbol caído.

Está el tiempo cayendo gota a gota,
arriba, en el techo de la prisión,
la simultánea cara del viento y el susurro
de tres mil adverbios agonizantes.
Y mi vestidura más rasgada por las máscaras
sólo me besa, multiplicando el dolor.

En la pared más cercana, caída verticalmente,
mis manos incrédulas y mi sangre, mi saliva, mi puño.

Ya sabremos enfrentarnos al veneno,
a estas carcajadas inequívocas,
al alba enorme que produzco
en los mapas de la vida que me empujan.

Esta mañana caliente,
(donde todo es lo que se construye,
en medio de la sequedad, la agonía y sudores infinitos
y la luz alrededor de tu boca herida)
es el camino recorrido,
donde el no sé
me pone en la fila de lo incurable.




Casa de nadie

Después de la noche, la risa es inexistente.
Esta mañana me basta para saciar el hambre
que aparece allá, donde no falta nada.
Te mostraré lo que tenemos,
el intento de salir,
el rostro de la mujer que llegó y no parece.
En sus camas, los niños pudieron, quizá,
llagar su propio sueño lento, verosímil.
Sus ojos tensamente cerrados
y un hombre no ha llegado todavía.

Cuentos de la vida y la muerte,
han pasado por momentos durante días,
pensando siempre cuándo los dejarán ir.

El cielo rodea como una advertencia,
por cauces y causas
y por muchedumbres en limbos.
Dobla una sábana con desesperación
y apunta al cielo de su azar.

A partir de ahora,
está cruzando el agua de un desvanecimiento.
El hielo y sus decoraciones han pasado de improvisto.

Despierta en la mañana
y tendrás que volver a escribir, a escribirle,
a inventarle.




Debajo de un árbol

Es un sendero múltiple fluyendo siempre.
Todo comienza de nuevo
y de pronto, sin transición,
un denso tejido se hace polvo
y cae la lluvia en los ojos de la estatua.

Las sinrazones deben ser más fuertes
que el sentimiento redomado.

Los árboles oyen hablar con un desdén meticuloso,
las dos respiraciones debajo de la sombra.

Fluyen gotas que se aproximan a la boca.

El cielo múltiple también observa, escucha,
con su luz acercada e indiferente para ellos.

Un poco más allá, más allá,
la noche entró por los huecos.
Sus sombras se rompieron
hundiendo la sequedad de la tristeza.

En él respira su silencio,
en ella es un dolor de voz que se apaga.

Y llega el sueño,
destrozando la suavidad de la palabras de los labios,
Después lo onírico se queda y la realidad se disuelve.

No hay que correr, ni esconderse, ni llorar, ni gritar,
ni morir.




Desván

En el desván de las grietas
está oculta la confusión, la conjetura.
La pregunta adyacente de todos los días
muere al tiempo en vano.

El cuerpo ebrio, la espalda húmeda,
los labios inquietos
y con los ojos en un estado turbiamente molesto,
nos dedicamos a cuestionar nuevamente:

¿Fui de nuevo el vivo a medias?

Aproximándose a la mesa
con una desdeña extravagante
queda un hombre atisbado en la desesperanza
y en el turbador desván que la memoria ha creado
para sus recuerdos insólitos.

Pero no es hora de lamentarse.
Ha de vivir con sus difíciles pasiones,
sus amnesias postergadas (íntimas del infinito).

Recordar un solo instante de los que existió,
con la forma de su cuerpo
y con el amor al lado de la muerte.




Pasiones

La realidad espesa del sol y la playa,
la sombra indirecta de las esquinas de la pared,
la desmoronada barda de la ferocidad y la lástima.

Y así, la ternura compadece y pierde.
Sus nombres recuperados se depositan en la madrugada
mendigándolos en rincones y escondites del bosque.

La obstinación se repite y el fulgor se llena de oscuridad.
La noche se abre como una mano en medio de un recuerdo afilado.

Comas, tachaduras, puntos, acentos, todo persiste sin sentido alguno.
Sólo el árbol florece y la ternura regresa.
El sueño, como cúmulo, con una progresión lírica y mística
me escarba
buscando una sórdida melancolía.

Y las pasiones, las pasiones...






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