viernes, 27 de marzo de 2015

MARÍA JESÚS SILVA [15.303]


María Jesús Silva

Nací en Madrid en 1963, trabajo en sanidad. He publicado los libros “El desorden de noviembre” (2013) Editorial La Baragaña.
‘Arquitectura de la piel’ (2014) Editorial Celesta.
Próximo a publicar ‘Al otro lado de los cocodrilos’ (2015) Editorial Baile del sol.

Finalista de diversos premios y certámenes.
Colaboración en revistas como ‘Río Arga’, ‘Luke’, ‘Cuadernos del matemático’.
Incluida en la Antología “PUTA POESÍA” de la editorial Luces de Gálibo
Incluida en la antología  Al Otro Lado del Espejo “Narrando Contracorriente”  Ediciones Escalera
Incluida en la Antología “VIVENCIAS” Ediciones Orola
Incluida en la antología de Microrrelatos Eróticos: “Jeanne Traumnovelle”
Participante de la tertulia poética del Casino de Madrid, invitada  por el poeta y dirigente de la tertulia Alfredo Gómez Gil.

Su blog: http://enbuscadeitaca-ada.blogspot.com.es/





De Arquitectura de la piel (Editorial Celesta)



Prólogo

Este libro contiene escenas y visiones de amor explícito, pero no se detiene en ellas. Traza una historia natural amorosa que sobrevuela lo anecdótico, el álbum sentimental, para abordar con ánimo analítico, de constructora de edificios amorosos, como anuncia el título, la descripción del órgano o territorio que en la visión de María Jesús Silva registra los placeres y las heridas del enamoramiento. 

La estructura del poemario sigue la relación de dos amantes. La primera sección (“Huellas”) se abre con una conclusión desesperanzada:

                         Nosotros no tuvimos nunca un mapa con futuro 

A esa declaración sigueun examen del emparejamiento como fenómeno transformadormediante instantáneas significantes, una rememoración enun presente sucesivo de revelaciones consonante con eltiempo absorto del amor recién encontrado, en el que se desdibuja lo ajeno al momento.
Las siguientes secciones del poemario (“Escamas”, “Jirones”) muestran ausencias y dependencias, y el epílogo se inicia significativamente, cerrando un círculo, con una cita que cuestiona la posibilidad de comprender desde su vivencia el hecho amoroso, la conducta de los amantes. 
                        

“¿Y si la piel, después de todo, nos engañaba”?
                                                           (Vanesa Pérez Sahuquillo) 

En estos poemas, María Jesús Silva se expresa en ocasiones con observaciones minuciosas de vocabulariodeliberadamente alejado de la banalidad amorosa(incisión, arquivolta, escalpelo, cicatrices), a la manera de una exploración técnica, y otras veces con imágenes libres, bellas y fuertes:


                        Puedes dejar hebras de piel
                        En cada esquina de la ciudad
                        Para colgarme de ellas  


Presente en cada página como guía del amor, nombrada casi en cada poema, la piel –el tacto, lo expuesto, lo ingobernable por la razón- es la protagonista de esta hermosa meditación en forma de poemario.                                                                                         
            Juan Martínez de las Rivas






No tengo hambre
-me dices-
mientras te comes una cereza.
Mi boca se esponja 
y te beso.
La lengua atrapa el hueso
lo esconde entre los dientes
lo encierra en la oquedad de la mejilla.
Los labios pegajosos
bajan por el cuello
zurciendo de almíbar la piel
regresan lamiendo mi oreja.
Tampoco tengo sed
-me susurras-
pero bebería el vino
que se escarcha
debajo de tu ombligo.


***


Ha ocupado un espacio de mi casa, pero es un cadáver que no me pertenece. Es fácil imaginar que se ha perdido, que no encuentra la salida de este mundo. Ha muerto esta mañana. Ahora son las dos y cuarto de la madrugada y se asoma a la terraza. De vez en cuando mira hacia atrás, y me pregunto qué hace ahí. Te has muerto esta mañana –le digo-, ya no puedes estar aquí, este calor ya no te pertenece, ni estos sonidos, ni esta brisa tibia que levanta la cortina. Tienes que marchar a un lugar húmedo y frío. No sé si habrá luz. La discontinuidad debe ser dolorosa. Se avecina una ocupación de muertos y no tengo suficiente vino.

De Al otro lado de los cocodrilos (Editorial Baile del sol)

(Próximo a publicar en este año)






El desorden de noviembre

El desorden de noviembre es el acta de defunción poética de un tiempo que, se presume, fue feliz. La casa habitada por objetos que, a su modo, hablan, ofrecen indicios, y sirven de pretexto a la autora para generar el acto poético. Es un paisaje después de la batalla, los restos de la juerga, los despojos de un acto amoroso, a cuya visión asistimos los lectores a través del humo de la tetera, de los libros que imaginamos un poco empolvados en el anaquel, en el recipiente de una bañera ahora vacía pero que en su día contuvo los fluidos de la felicidad. Desorden de noviembre posee "unidad de tono", esa cualidad que tanto ponderaba Horacio, y que confiere al poemario de María Jesús Silva una coloración que uno, caprichosamente, relaciona con el violeta, el añil de una seda desgastada y, acaso, el gris naval, con manchas aproximativas de óxido o de color yodo.

Juan Gracia Armendáriz
   


LA FOTOGRAFÍA

Desde el marco de nácar
apoyado en los libros 
se revela el fantasma de aquella playa.

Las olas salpican
el tiempo detenido en la retina.

Memoria en un rectángulo gris.





LA VENTANA

La ventana
se abre a la tarde
deja pasar aire nuevo.

Olor a jara.

Los visillos se ahuecan
y el cristal 
embadurnado de lluvia reseca
se vuelve azul por un instante.

Noviembre calla.





EL CENICERO

Las colillas
se retuercen en el cenicero 
entre papeles 
y trozos de galleta donde Picasso desdibuja.

El peso de la ceniza
mide las horas
arranca polvo 
se abraza a un pulmón de acero 
que espera
al camión de la basura.





LA TETERA

La tetera recibe el agua hirviente.

Dentro 
las hojas arrugadas 
se ahuecan 
en el líquido que las desnuda
con movimiento de medusa.

Una promesa de abrazos
se ahoga
en la esencia dorada.





LA BAÑERA

El agua de la bañera está fría.

Restos de espuma y aceite
intentan mantenerse en la superficie.

Cercos de gotas salpican los azulejos
formando una acuarela de caricias.

Una esponja flota en un ángulo
termina por hundirse 
entre escamas de piel.

La bañera vacía
tiene un borde gris 
mancha la porcelana
define un paradigma de frontera
lo que hubo
lo que hay.





La  escalera

Apoyada en un rincón
entre la puerta y el armario
se oculta la vieja escalera.

Ha perdido algunos tornillos
y se posa en un muro de lamento.
Infinitas capas de pintura
ocultan el brillo de los escalones.
El óxido ha deformado
y fracturado peldaños.

Espera cuidados
y defiende que su voladizo es fuerte
todavía.

Mañana la suprimen
llega la otra
más joven
apenas pesa.
Extensible
y transformable.





La plancha

Las arrugas se amontonan resecas
alojadas en la doblez
de un surco yermo.

La plancha se arrastra
desorientada
intenta aplastar la desidia
ahuecar un frunce
bajo la fibra de los días.

Tiempo amortajado
entre gotas de vapor.

Nebulosa infranqueable.





La cómoda

La cómoda blanca
contiene tres cajones
cada uno sujeta
un trozo de vida.

El primero alberga el presente
agónico
se tambalea en las horas.

El segundo almacena el ayer
burla al presente
se retan.

El tercero guarda el futuro
no puede abrirse.





La televisión

Sin sonido
muestra imágenes
de presentadores que se mueven
sobre un fondo de mar
a veces de nieve.
Intentan hacerse entender
pero es noviembre
y todo está desordenado.

Sin voz
los ojos se inclinan
hasta alcanzar fantasmas
que se revelan
y persiguen.






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