jueves, 29 de enero de 2015

SAMUEL ESPINOSA MÓMOX [14.615] Poeta de México


Samuel Espinosa Mómox

(Puebla, México 1985). Fue tallerista de José Vicente Anaya en la casa del Escritor Puebla (2004-2006). Beneficiario del Programa Jóvenes Creadores 2010-2011 del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes y del Programa de Estímulos a la Creación y al Desarrollo Artístico Puebla 2012 en el área de Poesía. Actualmente es becario de la Fundación para las Letras Mexicanas en el área de poesía.



Canción de cuna para un niño gordo

Para Javier Espinosa

(El abuelo, el hijo y el nieto)


No te despiertes si no quieres, mi niño,
tenemos tiempo al fin y al cabo.
Cierra los ojos, duerme mientras te abotono la camisa,
salta en los pantalones pero no despiertes,
duerme, duerme mucho mientras vamos a la escuela,
que mañana es tu cumpleaños y la muerte ronda
tus cincuenta y tres años de niño gordo
de estratosférico niño, de elefante amable.

No te despiertes, duerme,
que tu papá murió a tu edad, siendo tan niño,
tan gordo y tan feliz como lo somos
tú y yo ahora. Duérmete en mis brazos,
en la mañana luminosa de mis brazos, duerme
y no despiertes; mejor respira mucho,
ponte a estudiar o ve la tele, respira,
sal si quieres a la calle,
juega futbol con otros niños gordos,
pero mejor juega conmigo a mantenernos vivos,
a no tener infartos, a seguir durmiendo
sin morirnos.

No te despiertes, mi niño; mejor olvida
que nos llamamos igual y que los gordos
de esta familia se mueren pronto; mejor confúndete,
mejor sáltate un año completo sin morirte,
brinca de los cincuenta y dos a los cincuenta y cuatro,
total, nadie se va a dar cuenta,
y por amor de Dios, mi niño,
baja de peso y no,
no te resignes, tan niño, tan mi niño,
a la muerte.






Dicen que cuando tu papá se muere escribes un poema
larguísimo tan largo como el propio duelo
como tu propia vida
pero con piernas y brazos amputados
con la mitad del corazón ya bajo tierra
y en el poema le escribes
cosas que nunca llamaron tu atención
mientras estuvo cerca
los continentes infinitos de sus manos
sus ojos casi tristes de silencio
su firme misma voz leyendo antes que nadie
lo que escribiste

que todo lo que tocas luego de perderlo
se enferma y se desborda en ríos de sangre añeja
marejadas de una sombra que te queda grande
y te abraza y te envuelve
pero que ya no existe
y luego de algún tiempo su fantasma regresa
a acariciarte el pelo
y te pide que le sirvas otra taza de café
mientras él mira las noticias de la noche
o bien despierta a todos a las seis de la mañana
cantando a voz tendida el mismo mambo viejo
que tus abuelos bailaban en todas las fiestas

Dicen que un día
cuando piensas que ya te acostumbraste
a no guardarle un lugar en la mesa
y no buscarlo el domingo y encontrar
su olor en tu ropero
sobre tu espalda cae el peso de la orfandad
un tronco podrido de tristeza
y otra vez siete mil más veces mueres a tu padre
hasta perder la voz y el llanto y estar seco
y maldices y deseas haberte anticipado a tanta muerte
para escribirle ese poema mientras puede verlo






[III de In-vocación]

Escribir como loco como necio un poema
no quedarse callado
no llamarse como uno se llama y nada más
que se rescriba el corazón
o que se forje a patadas
sin esperar que todo el mundo diga buenos días
ni que los postes del teléfono
te pidan el autógrafo la sonrisa
conmemorativa
el bonito recuerdo para el carro

escribirse los poemas en los brazos
y en la frente   por si las dudas
Soy poeta
hasta que se demuestre lo contrario


[¿De verdad?]





[iii bis]

Pero sobre todo el miedo a descubrirse mal poeta
qué digo poeta
el miedo a descubrirse gran prospecto
nuevo talento en bruto y todo aquello que se dice
cuando no se encuentra qué decir
tan sólo la enumeración de algún oficio poco honesto
del beneficio de escarbar con gran estilo la nariz de alguna musa
artrítica y venida a menos
con una contagiosa comezón que no se quita
acaso alguna muestra de la enormidad en la rutina y sus bondades
señora ama de casa     caballero de corbata gigantesca
El miedo a rencontrarse en medio de la calle
solo y con la sed del muerto rondando por la boca
con sólo quince poemas sueltos en la mente
y tantas ganas de volver a casa





[IV de in-vocación]

Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos
Mateo 9.12



Bienaventurados los pecadores
los comilones y bebedores de vino
los promiscuos       los chismosos       los cobradores de impuestos
los que le roban poemas a otros
para obtener dinero
los buscapleitos        los implacables

Bienaventurados los apostadores
porque creen sin ver
los sicarios       los asesinos seriales
porque teniendo en poco la vida
son fieles hasta la muerte

Bienaventurados los árbitros
porque arrebatan la victoria
y las prostitutas
porque no hacen acepción de personas

Bienaventurada la baja burocracia
porque nos ha enseñado la paciencia
y los altos mandos
por obligarnos al voto de pobreza

Bienaventurado el ejército       la policía       los granaderos
porque en sus manos la sangre de los justos
clama por justicia
bienaventurados los drogadictos
porque no ponen sus ojos en este mundo
y muy bienaventurados sean los mentirosos

Bienaventurados los que han pecado mucho
y mucho les será perdonado

Bienaventurados todos
nosotros
porque luego de tanto
la muerte nos será mucha ganancia





[III de Poemas para el desalojo]

Dos epigramas –a la manera de Ernesto Cardenal–



A mí también     Anel      me gustaría escribirte
un epigrama de amor como el de Ernesto a Myriam



Pero de aquellos días
Anel
en los que tú me parecías tan bella
–tan bella que ni Myriam me lo hubiera parecido–
a duras penas
y me acuerdo



***



“…para una de vosotras…”


Y tú     que algún día leas estos versos
emocionada    más por mirar tu nombre en el poema
que por el poema mismo
recuerda cada tarde que pasamos juntos
y hasta presúmelo                   tuviste tu poeta

Pero también recuerda
tus últimas palabras antes de partir
como si hubieran sido mías





[V, de poemas para el desalojo]



Para Federico Vite


No te sorprenda el día en que la amargura
que tanto tiempo te ha habitado entre la lengua
se te olvide en la banca de algún parque
después de haber probado
en el roce de sus manos casi imperceptible
en sus labios el sabor a mandarina de las tardes
y reconozcas en su voz la sombra
de duda que      recuerdas      se parece a la alegría
o al menos te presagie algunas otras tardes
de hablar con alguien más que las paredes de tu casa
o los vasos sucios de la cantina de siempre

ni dudes al verte de reojo      mientras caminas a su lado
en los aparadores de una tienda de zapatos
y encuentres que también en el reflejo     ella camina de tu brazo
mientras los dos sonríen sin grandes esperanzas
pero sin más razones para no tenerlas

No te sorprenda     sin embargo
si un par de semanas después de conocerla
ella no llega o llega tarde a la siguiente cita
y poco a poco      inevitablemente
triste te vas dando cuenta
de que de las muy pequeñas brasas encendidas
que miraste alguna vez al fondo de sus ojos
cuando te miraba      y sonreía
va sólo quedando una delgada línea
una brevísima delgada línea de humo
que fácilmente se confunde con su rímel

Y sobre todo      no te sorprenda el día en que estés solo
con sólo las migajas de sus labios en tus hombros
y la amargura que habías olvidado
burlándose de ti      regrese
y te acompañe a la cantina que los dos conocen tanto



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