sábado, 30 de agosto de 2014

JAMES MacPHERSON [13.103] Poeta de Escocia




James Macpherson

James Macpherson, más conocido por su heterónimo, el bardo céltico Ossián, (Ruthven, parroquia de Kingussie, Inverness, 27 de octubre de 1736 - Belville in Badenoch, 17 de febrero de 1796), poeta escocés del Prerromanticismo, uno de los poetas de cementerio.

En 1753 empezó a cursar estudios superiores en el Kings's College de la Universidad de Aberdeen y más tarde en Edimburgo, sin llegar a obtener ningún grado. En el año 1760 se inició como escritor con Fragments of Ancient Poetry collected in the Highlands of Scotland (Fragmentos de antigua poesía recogida en las Tierras Altas de Escocia), que decía haber traducido del gaélico; ese mismo año obtuvo más manuscritos y en 1761 afirmó haber encontrado un poema épico sobre el rey Fingal escrito por el bardo céltico Ossian, que publicó con el título Fingal en ese mismo año; después publicó Temora (1763), otra presunta traducción, y por fin la edición de la colección completa de esos supuestos manuscritos, The Works of Ossian (Los trabajos u obras de Ossian), en 1765. Se creía que estos libros eran traducciones de poemas escritos por el bardo gaélico del siglo III Ossián (léase Oisín), recopilados por Macpherson; sin embargo, varios elementos estilísticos, históricos y lingüísticos causaron controversia entre los medievalistas, algunos de los cuales acusaron a Macpherson de falsario y de no querer mostrar sus manuscritos originales, lo que en efecto nunca hizo. La cuestión se contaminó con ribetes políticos cuando los irlandeses entendieron que se intentaba asimilar su propia tradición cultural y nacionalizarla como escocesa. La polémica quedó más o menos definida cuando el doctor Samuel Johnson dictaminó que los poemas de Ossián eran en realidad una mixtificación de Macpherson: composiciones medievales unidas por textos propios originales compuestos ad hoc. Pero la polémica continuó hasta principios del siglo XIX, con discusiones sobre si los poemas se basaban en fuentes irlandesas, en fuentes escritas en inglés, en fragmentos gaélicos refundidos en el texto de Macpherson como concluyó Samuel Johnson o en tradiciones orales en gaélico escocés como afirmaba Macpherson. Los estudios modernos tienden a creer que Macpherson había recogido realmente baladas gaélicas de Ossián, pero las adaptó a la sensibilidad contemporánea alterando el carácter y las ideas originales e introduciendo mucho material propio. Muchos opinan que la cuestión de la autenticidad no debería ocultar el mérito artístico intrínseco y el significado cultural de los poemas.

El prestigio de Ossián fue enorme para los románticos europeos, quienes, como ya se ha dicho, lo tuvieron por una especie de Homero medieval, y sus versos fueron una de las lecturas favoritas del escritor romántico escocés Walter Scott, de los autores del Sturm und Drang Goethe (cuya traducción de una parte de las obras de Macpherson aparece en una escena importante de Las penas del joven Werther) y Johann Gottfried Herder (que escribió un ensayo titulado Extracto de una correspondencia sobre Ossian y las canciones de antiguas gentes), de lord Byron y del mismísimo Napoleón Bonaparte, al parecer un escritor frustrado. Osián sirvió también de inspiración al poeta español José de Espronceda en la composición de su poema épico Óscar y Malvina. Macpherson murió el 17 de febrero de 1796.




La muerte de Cuthullin. 
The Death of Cuthullin

¿Es el viento sobre el escudo de Fingal? 
¿O es la voz de los tiempos pasados en mi salón? 
Porque eres agradable, ¡canta dulce voz! 
Te llevas mi noche con dicha. 
Canta, oh Bragela, hija del zurdo Sorglan. 

Es la blanca ola de la roca, 
Y no las velas de Cuthullin, a menudo la niebla 
insinuando el barco de mi amado me engaña, 
Cuando como un espectro se levanta 
Y extiende sobre el viento sus grises faldas. 
¿Por qué retrasas tu llegada, hijo del generoso Semo? 
Cuatro veces ha vuelto el otoño con sus vientos, 
Levantando los mares de Torgoma, 
¡Desde entonces has estado en el trueno de las batallas 
Y lejos de la remota Bragela! 
¡Colinas de la isla de la niebla! 
¿Cuándo responderás a tus perros de caza? 
pese a que las nubes forjen tu oscuridad. 
¡La triste Bragela en vano te llama! 
Mientras la noche desciende girando. 
Se oscurece el rostro del océano. 
El gallo esconde su cabeza bajo el ala. 
La cierca duerme con el ciervo en el páramo. 
Se levantarán con la luz de la mañana, 
Y en el húmedo arroyo beberán, 
Pero mis lágrimas retornan siempre con el sol, 
Y mis suspiros con la noche vuelven. 
¿Cuándo volverás con tus armas. 
Tú, poderoso jefe de las guerras de Erin? 

¡Agradable es tu voz en el oído de Ossián, 
Hija del zurdo Sorglan! 
Pero retírate al salón ante el rayo de la encina. 
Escucha el murmullo del mar: 
Que gira en Duncai contra sus muros, 
Deja que el sueño caiga sobre tus azules ojos. 
¡Deja que el heroe se alce en tus sueños! 

Cuthullin está sentado ante el lago Lego, 
viendo el oscuro girar de las aguas. 
La noche rodea al heroe. 
Sus huestes se extienden por el brezo. 
¡Cien encinas arden en el centro! 
El festín humea a sus anchas. 

¡Dulce sea tu descanso en las cavernas, 
Jefe de las guerras de Irlanda! 
Bragela no esperará tu vuelta, 
Ni sobre la espuma del océano verá tu llegada. 
Sus pasos no están sobre la playa, 
Ni su oído atento a la voz de los remeros. 
Ella se sienta sola en el salón, 
Viendo las armas del que ya no existe. 
¡Tus ojos llenos de lágrimas, 
Hija del zurdo Sorglan, 
Bendita en la muerte sea tu alma, 
Oh, jefe de la umbrosa Tura! 




«Fingal y Temora» de James Macpherson, en la traducción de Pedro Montengón (1800)


El trabajo de traducción del poema de Ossián Fingal empezó, probablemente, en el quinquenio 1795-1800, en el que las aficiones literarias de Pedro Montengón se dirigieron preferentemente hacia la versión en español de obras de autores y de géneros diferentes. Se dedicó a las traducciones, en endecasílabos sueltos, de tragedias de autores de la antigüedad clásica grecorromana, como Séneca y Sófocles, y del más distinguido trágico italiano del momento, Vittorio Alfieri. Por motivos diversos estas versiones, algo manipuladas, salieron a la luz años después o se quedaron manuscritas hasta que el autor de esta nota las publicó en 1992.

Por su explícito reconocimiento, el motivo que le indujo a enfrentarse con un trabajo tan oneroso residía en el deseo de contribuir a la recuperación del drama trágico en España inspirándose directamente en las fuentes originales, gracias a su excelente conocimiento del griego antiguo, del latín y del italiano, y realizando así traducciones filológicamente correctas.
Siempre fiel a su voluntad de desarrollar obra útil y didácticamente eficaz hizo la oferta, que no llegó a formalizarse, al editor Gabriel Sancha, en 1795, de publicar un semanario, que habría debido llamarse Ropavejero literario, formado por trozos curiosos e interesantes de autores extranjeros traducidos.
En este contexto, pues, se coloca también el proyecto de traducir los poemas ossiánicos Fingal y Temora, que en la edición de 1800 de Benito García, editor en Madrid, quedó limitado al primer poema, todavía titulándose el libro Fingal y Temora, poemas épicos de Ossián antiguo poeta céltico traducido en verso castellano.

Ya en su primera aparición en Inglaterra, en los años de 1762 y 1763, las obras del bardo gaélico -como es sabido, conseguida y feliz mixtificación del poeta James Macpherson (1736-1796) que las editó con el título Fragment of Ancient Poetry- habían suscitado universal interés, extraordinario e inesperado, y al mismo tiempo habían producido enardecidas polémicas entre entusiastas admiradores y enconados críticos. Los primeros, entre los cuales destacan Goethe y Alfieri, consideraban excelentes y grandiosos aquellos poemas, mientras que los otros juzgaban aquella poesía una mera falsificación, exenta de todo valor literario. En España, el bachiller granadino José Alonso Ortiz fue el primero que tradujo, directamente del original inglés, dos poemas ossiánicos, Carthon y Lathmon, que se editaron en Valladolid en el año de 1788.

En Italia, el abate Melchiorre Cesarotti (1730-1808) cuidó la versión italiana de la obra que fue editada en Padua en 1763 y, en segunda edición ampliada, en 1772-1773, con el sencillo título de Poesie di Ossian.

En aquellos años, Montengón, novicio de la Compañía de Jesús, con su hermano José, sacerdote tonsurado, residía en Ferrara, primera etapa del largo exilio italiano al cual fueron sometidos por la Pragmática Sanción de Carlos III que desterraba de todo el imperio español a la Orden fundada por san Ignacio de Loyola. Tenía veinticinco años de edad, habiendo nacido en Alicante en 1743. En la culta ciudad estense abordó sus obras más importantes, de la sátira anti-escolástica De tota aristotelicarum schola a las Odas, en tres libros que firmó con el seudónimo de Filopatro, a las novelas que le dieron fama y que le han merecido el título de renovador de la novela española del siglo dieciocho, El Eusebio, El Antenor, Eudoxia, hija de Belisario, El Rodrigo, El Mirtilo. Estas últimas tres se editaron en 1793 y 1795, cuando él ya se había trasladado a Venecia con el encargo de secretario del conde Fernando de Peralada y se había casado con Teresa Gayeta. Otras obras suyas aparecieron en Madrid y finalmente en Nápoles, donde había preferido retirarse con su mujer y los cuatro hijos después de una fallida tentativa de regresar a España, aceptando el encargo de administrador de los bienes del duque de Alcañiz.

En Ferrara, Montengón reanudó sus amistades con otros expulsados allí instalados, como Joaquín Pla, Juan Francisco Masdeu, Antonio Eximeno, Juan Andrés, que sucesivamente se revelaron excelentes literatos. También estableció relaciones intelectuales y amistosas con representativos hombres de cultura emilianos, vénetos y lombardos, como Gritti, Perolari Malmignati, Alessando Pepoli, célebre y discutido dramaturgo veneciano del cual era secretario José Montengón. Con Giambattista Conti inició una colaboración literaria que perduró durante toda su vida. Conti, que era íntimo amigo de Leandro Fernández de Moratín, y poeta él mismo, fue autor de la primera antología moderna de poetas españoles traducidos al italiano, que salió a Madrid en 1782, en cuatro tomos, con el patrocinio del rey Carlos III. Cuatro años después Masdeu dio a luz en Roma una colección de veintidós poetas castellanos traducidos. Es probable que el fervor de aquellos cultos traductores contagiara a Montengón, sumándose a su curiosidad por los nuevos temas y modelos sentimentales de la poesía del Norte y a la atracción hacia lo inédito y lo exótico, suscitada por la lectura de Ossián a través de las versiones de Cesarotti, que vivía y trabajaba en la cercana ciudad de Padua.

La lírica ossiánica ofrecía a Montengón una respuesta concreta a la latente melancolía de su espíritu y a las angustias de un exiliado que añoraba a su patria lejana. Su gusto y sensibilidad hacia lo clásico, enriquecidos por las influencias rusonianas, bien podían adherirse a los temas y módulos sentimentales y expresivos que iban acumulándose en Europa como consecuencia también de la crisis de la conciencia literaria que el fracaso de la Razón había producido. El melancólico pesimismo que informaba el Mirtilo, las visiones lúgubres y angustiosas, la constante presencia de la muerte y el sentido de la caducidad humana del Rodrigo, encontraban confirmación en los cantos del Fingal y en la compleja temática ossiánica, aun en virtud de la hábil mezcla de lo primitivo y de lo moderno del texto de Macpherson, que la versión de Cesarotti había hecho aún más asimilable con correcciones, cortes, adiciones y mitigaciones. Quien cantó el desaliento de Mirtilo y los tristes casos de Florinda, con razón podía sentirse atraído por la sugestión emanante de las tormentosas figuras de campeones derrotados, del heroísmo guerrero y pacífico, de la atmósfera trágico-elegíaca del canto, de la alternancia de momentos épicos y de visiones lánguidas y sentimentales.

Montengón tradujo el Fingal utilizando la versión hecha por Cesarotti en 1763, que se limitaba a los seis cantos del poema, pero conocía también la segunda edición completa de todas las composiciones ossiánicas. De esta segunda mantiene, por ejemplo, el Prefacio del traductor italiano mientras que de la primera conserva las Reflexiones que acompañan a cada canto, así como las Introducciones.

La función de las Reflexiones consistía en la explicación de pasajes de no fácil interpretación, de usos y costumbres de los celtas, estableciendo -cuando fuera posible- comparaciones con Homero y los antiguos poetas griegos y latinos. A veces, Montengón las utiliza para aclarar características lingüísticas o licencias poéticas suyas, como cuando justifica el uso limitado de las palabras compuestas, tan numerosas en el texto italiano pero bastante raras en la lengua castellana. Las Introducciones derarrollaban la misma función de los proemios clásicos, anunciando el contenido del canto. En fin, las numerosas notas añadidas por Cesarotti las redujo notablemente, limitándose casi siempre a explicaciones histórico-geográficas o religiosas, rara vez a aspectos lingüísticos o estéticos.

Montengón acepta la sugerencia cesarottiana de traducir manteniéndose fiel al espíritu más que a la letra y emplea el endecasílabo suelto porque correspondía armónicamente a sus gustos estéticos, como lo confirma el uso que de él hizo en los poemas épicos. Gracias a Cesarotti, el verso libre volvía a proponerse al lector italiano, mientras que en la más cercana producción lírica española recurrieron a él Meléndez Valdés y Cienfuegos, entre otros.

Su buen gusto clasicista le insta a atenuar aún más ciertos cultismos o rudezas léxicas y asperezas emotivas de la versión italiana, en conformidad con su concepto racional y didascálico de la poesía. Propongo un par de ejemplos, los versos de exordio del primer canto, que presentan al héroe Cuculino.


Texto italiano:

Di Tura accanto alla muraglia assiso.
Sotto una pianta di fischianti foglie
stavasi Cucullin: lì presso, al balzo
posava l'asta; appiè giacea lo scudo.
Membrava ei col pensiero il pro Cairba
da lui spento in battaglia; allor che ad esso
l'esplorator dell'oceàn sen venne,
moran figlio di Fiti. Alzati, ei disse,
alzati, Cucullin; già di Svarano
veggo le navi; è numerosa l'oste,
molti i figli del mar. Tu sempre tremi



Versión de Montengón:

Junto al muro de Tura, baxo un árbol
de susurrante copa, descansaba
sentado Cuculino. Sostenía
un risco a su gran lanza; abandonado
yacía allí en el suelo su ancho escudo.
Cairba, por él muerto en la batalla,
apremiaba sus tristes pensamientos,
quando llega Moran, hijo de Fiti,
que afanado le dice: Cuculino,
levántate; la armada de Esvarano
ocupa ya la playa. Vi sus naves:
muchos en ellas son los enemigos;
muchos los héroes de la mar. Tú siempre
tiemblas, hijo de Fiti.



Como puede apreciarse, Cesarotti emplea palabras áulicas o pertenecientes al lenguaje bélico, mientras que Montengón atenúa la dureza de la expresión, reduce la tensión dramática de la escena y vuelve más prosaico el verso, recurriendo a palabras y sintagmas placenteros, familiares y tranquilizadores como «muro», «árbol», «susurrante», «descansaba», «tristes pensamientos».

Más adelante, en el canto V, en ocasión del duelo muy reñido entre Fingal y Esvarán, que desarrollan en el poema el papel de los homéricos Ayax y Ulises, este proceso de ablandamiento prosigue. Si no fuera por el adjetivo «terrible», la versión montengoniana se acercaría más a la atmósfera evocada por un minué o a un ejercicio de destreza gimnástica que a un esforzado enfrentamiento, con innegables concesiones al gusto arcádico y evidente fin didascálico:


Compárense los dos fragmentos:


Cesarotti:

[...] ambi i guerrieri a terra
gettano l'armi, e con raccolta possa
vannosi ad afferrar. Serransi intorno
le noderose nerborute braccia.
Si stirano, si scrollano, s'intrecciano
sotto e sopra in più gruppi alternamente
le muscolose membra: ai forti crolli,
all'alta impronta dei tallon robusti
scoppian le pietre, e dalle nicchie alpestri
sferransi i duri massi, e van sossopra
rovesciati cespugli. Alfin la possa
a Svaran manca, egli è di nodi avvinto.



Montengón:

Ambos a dos a un tiempo se desprenden
de las armas, y quieren hacer prueba
del vigor y destreza de sus brazos.
Con ellos, pues, se cierran y se enlazan
con esfuerzo y posturas diferentes,
las varían de nuevo forcejando
con terrible denuedo. Saltar hacen
las encontradas piedras con sus plantas,
y estremecer los riscos; dasarraigan,
y arrastran por el polvo los arbustos
en que sus pies se enredan; pero al cabo
el aliento y las fuerzas abandonan
al vencido Esvarán; él cae e rinde
sus brazos a las fuertes ataduras. [...]



Los méritos de la traducción que había hecho el alicantino de un texto poético difícil conceptual y lingüísticamente como el Fingal no son de poca enjundia, ya que atestiguan y confirman la excepcional versatilidad creativa de Montengón y su vivaz curiosidad intelectual. Su formación clásica e ilustrada no le impidió acercarse a la inquieta problemática de los poemas ossiánicos y de los temas y módulos poéticos y estéticos de la poesía del Norte. No es posible evaluar la efectiva repercusión que su versión tuvo en España. Es cierto todavía que, con la de Alonso Ortiz y la siguiente, aunque fragmentaria, de José Marchena, contribuyó a la difusión del nuevo gusto y sensibilidad que iba surgiendo en armonía con las tensiones espirituales y las tendencias literarias que ya se difundían por Europa, y que caracterizaron al naciente Romanticismo.

Bibliografía

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ALONSO ORTIZ, José. 1788. Obras de Ossián, poeta del siglo tercero en las montañas de Escocia, traducidas del idioma y verso gálico-céltico al inglés por el célebre Jayme Macpherson; y del inglés a la prosa y verso castellano por J. A. O., con la ilustración de varias notas históricas, Valladolid, Viuda e Hijo de Santander.
CATENA, Elena. 1948. «Ossián en España», Cuadernos de Literatura IV, 58-71.
CESAROTTI, Melchiorre. 1763. Poesie di Ossian, Padua; Florencia, Poligrafía Italiana, 1846.
CONTI, Giovan Battista. 1782-1784. Colección de poesías castellanas traducidas en verso toscano, Madrid, Imprenta Real, 4 vols.
FABBRI, Maurizio. 1972. Un aspetto dell'Illuminismo spagnolo. L'opera letteraria di Pedro Montengón, Pisa, Goliardica.
FABBRI, Maurizio. 2001. «Poeti traduttori a confronto: Giambattista Conti e Juan Francisco Masdeu» en La nascita del concetto moderno di traduzione. A cura di G. Catalano e F. Scotto, Roma, Armando Editore, 245-258.
GASKILL, H. 1994. «Ossian in Europe», Canadian Comparative Literature 21, 643-678.
MARCHENA, José. 1804. «Apóstrofe al Sol con que termina el poema de Carthon», Variedades de Ciencias, Literatura y Artes III, 18, 375-378.
MASDEU, Juan Francisco. 1786. Poesías de veinte y dos autores españoles del siglo décimo sexto traducidas en lengua italiana, Roma, Perego Salvioni.
MONTENGÓN, Pedro. 1800. Fingal y Temora, Madrid, García.
MONTENGÓN, Pedro. 1992. El Edipo, La Electra, El Filoctetes, tragedias de Sófocles traducidas. Edición de Maurizio Fabbri, Abano Terme, Piovan.
MONTIEL, Isidoro. 1967. «Dos traductores de Ossián en España: Alonso Ortiz y el ex jesuita Montengón», Romance Notes IX, 1-8.
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TIEGHEM, Paul van. 1917. Ossian en France, París, Rieder, 2 vols.





Bardo nacionalista o el Ossian de Macpherson según Borges

En el año 2000, Martín Arias y Martín Hadis publicaron un curso de Literatura Inglesa que Jorge Luis Borges dictó en la Universidad de Buenos Aires (Borges profesor, Buenos Aires, Emecé) en 1966. Los originales de la publicación provienen de apuntes que tomaron algunos alumnos a partir de grabaciones magnetofónicas. Las cintas de dichas grabaciones se perdieron, pero perduran los textos desgrabados. Los siguientes fragmentos pertenecen a la clase N° 11. En dicha clase, valiéndose de una pequeña anotación de Spengler, Borges hace derivar el movimiento romántico de los poemas apócrifos que James Macpherson atribuyó a Ossian.

Borges dixit: “James Macpherson nace en los Highlands (Tierras Altas o Serranías) de Escocia en el año 1736. Muere el año 1796. [...] El padre era granjero, de origen humilde, y la familia, según parece, no era de origen celta sino inglés, diríamos sajón. [...] Nace y se cría en un lugar agreste al norte de Escocia, donde se hablaba aún un idioma gaélico, es decir un idioma celta, afín naturalmente al galés, al irlandés y a la lengua bretona que llevaron a Bretaña -llamada antes Armórica- los britanos que se refugiaron de las invasiones sajonas del siglo V. Macpherson tuvo un conocimiento oral del gaélico. No pudo leer nunca los manuscritos gaélicos, que usaban una escritura distinta. Podríamos pensar en un correntino culto aquí, es decir un hombre que tiene un conocimiento oral del guaraní, pero que acaso no podría explicamos muy bien las leyes gramaticales de ese idioma. Este Macpherson se educó en la escuela primaria de su pueblo, luego en la Universidad de Edimburgo. Había oído muchas veces cantar a los bardos. Escocia estaba dividida -y en cierto modo aún está- dividida en clanes. [...] Los grandes clanes de Escocia tenían bardos encargados de relatar la historia y las hazañas de la familia. Eran poetas y cantaban naturalmente en el idioma gaélico. [...] Macpherson tendría unos veinte años cuando publicó un libro titulado Cantares heroicos de Escocia vertidos de la lengua gaélica a la lengua inglesa por James Macpherson.

“Estos cantares tenían un carácter épico. En el siglo XVIII, y durante muchos siglos, se había pensado que Homero era indiscutiblemente el más grande de los poetas. Y a pesar de lo que dijo Aristóteles, se llegó a creer que el género literario de la Ilíada y la Odisea era el género superior. Es decir que un poeta épico era inevitablemente superior a un poeta lírico o a un poeta elegíaco. De modo que cuando los literatos de Edimburgo -Edimburgo era una ciudad no menos intelectual, y quizá más intelectual que Londres- supieron que Macpherson había recogido fragmentos épicos en las Tierras Altas de Escocia, esto los impresionó muco, porque les dejó entrever la posibilidad de una antigua epopeya, y esto daría a Escocia una primacía literaria sobre Inglaterra y sobre todas las regiones modernas de Europa.

“El Doctor Blair leyó los fragmentos traducidos por Macpherson. No conocía el idioma gaélico, y entonces él y un grupo de caballeros escoceses le proveyeron de una suerte de beca a Macpherson para que recorriera las serranías de Escocia y recogiera antiguos manuscritos -él dijo que los había visto- y anotara además cantares de los bardos de las diversas grandes casas de Escocia. James Macpherson aceptó el encargo. Lo acompañó un amigo, un amigo más versado que él en el idioma gaélico, capaz de leer los manuscritos. Y al cabo de poco más de un año, Macpherson volvió a Edimburgo y publicó un poema llamado Fingal que atribuyó a Ossian, que es la forma escocesa del nombre irlandés Oísin, y Fingal, que es la forma escocesa del nombre irlandés Finn.

“Naturalmente, los escoceses quisieron nacionalizar esas leyendas que eran de origen irlandés. En la Edad Media la palabra "Scotus" significaba "irlandés", no "escocés". Y así tenemos al gran filósofo panteísta Escoto Erígena, cuyo nombre significaba "Scotus", irlandés, y "Erígena", nacido en Erin, Irlanda. Es como si se llamara "Irlandés Irlandés". Ahora bien, lo que había hecho Macpherson era recoger fragmentos. Esos fragmentos pertenecían a ciclos distintos. Pero lo que él necesitaba, lo que él quería para su querida patria Escocia era un poema, y así reunió esos fragmentos. Naturalmente, había que llenar intervalos, y él los llenó con versículos de su propia invención. Hay que advertir también que el concepto de traducción que rige ahora no es el que regía en el siglo XVIII. Por ejemplo, la Ilíada de Pope, que era considerada una versión ejemplar, es lo que hoy llamaríamos una versión muy libre.

“Entonces Macpherson publica su libro en Edimburgo, y hubiera podido hacer una traducción rimada, pero felizmente eligió una forma rítmica, basada en los versículos de la Biblia, sobre todo los salmos. Adjudicó el libro a Ossian, hijo de Fingal. Y representó a Ossian como a un viejo poeta ciego que canta en el castillo derruido de su padre. [...] Como Macpherson no quería que los personajes fueran irlandeses, hizo de Fingal, padre de Ossian, rey de Morven, que vendría a ser la costa septentrional y occidental de Escocia. Fingal sabe que Irlanda ha sido invadida por los daneses. Y entonces él acude a ayudar a los irlandeses, él los vence y vuelve. Si nosotros leyéramos ahora el poema, nos encontraríamos con muchas frases que pertenecen al dialecto poético del siglo XVIII. Pero esas frases, naturalmente, pasarían inadvertidas entonces, y lo que se notaba eran lo que hoy llamaríamos "frases románticas". Por ejemplo, hay un sentimiento de la naturaleza, hay en el poema una parte que habla de las neblinas azules de Escocia, se habla de las montañas, de las selvas, de las tardes, de los crepúsculos. Luego, las batallas no están descriptas de un modo circunstancial: se usan grandes metáforas, a la manera romántica. Si dos ejércitos entran en batalla, se habla de dos grandes ríos, de dos grandes cataratas que mezclan sus aguas. Y luego tenemos una escena como ésta: un rey entra en una asamblea. Ha resuelto librar batalla contra los daneses al día siguiente. Y entonces los otros comprenden la decisión que él ha tomado, antes que él diga una palabra, y el texto dice: "Vieron la batalla en sus ojos, la muerte de millares en su lanza". Y si no, se habla del rey que va de Escocia a irlanda "alto en la proa de su nave". Y cuando se habla del fuego se lo llama "rojo hilo del yunque", quizá con una reminiscencia lejana de las kennings.
“Este poema se apoderó de la imaginación de Europa y podrían enumerarse centenares de admiradores. [...] Un inesperado admirador de Ossian fue Napoleón Bonaparte. Un erudito italiano, el abate Cesarotti, había vertido al italiano el Ossian de Macpherson. Y sabemos que Napoleón llevó consigo en todas sus campañas, del sur de Francia a Rusia, un ejemplar del Ossian de Cesarotti. Y en las arengas de Napoleón a sus soldados, en esas arengas que precedieron las victorias de Jena, de Austerlitz y la derrota final de Waterloo, se han advertido ecos del estilo de Macpherson.

“En Inglaterra, en cambio, la reacción fue un poco distinta, o del todo, por obra del Doctor Johnson. El Doctor Johnson despreciaba y odiaba a los escoceses, aunque su biógrafo James Boswell era escocés. Johnson era además un hombre de gustos clásicos. Y a él tenía que molestarle sobremanera la idea de que Escocia, hacia el siglo VI o VII, hubiera producido una larga epopeya. Además, sin duda Johnson sintió la amenaza que había para la literatura clásica que él reverenciaba en esta obra nueva en que ya estaba de pleno el movimiento romántico. Boswell registra una conversación entre Johnson y el doctor Blair: Blair le dijo que no cabía duda alguna sobre lo antiguo de este texto, y le dijo: '¿Cree usted que muchos jóvenes de nuestro tiempo serían capaces de escribir un poema como éste?' Y Johnson le contestó: 'Sí señor -muy gravemente dijo-, muchos hombres, muchas mujeres y muchos niños'.

"Además, Johnson esgrimió otro argumento no menos grave. El argumento es que Macpherson decía que ese poema era una traducción literal de manuscritos antiguos, y le dijo que mostrara esos manuscritos. Según algunos biógrafos de Macpherson, éste trató de conseguirlos o publicaros de alguna manera. La polémica entre Johnson y Macpherson siguió encendida como nunca. Macpherson llegó a publicar un libro para probar la semejanza entre su poema y los textos.

"Pero sea como fuere, Macpherson fue acusado de falsario. Y sin duda, si esto no se hubiese hecho, no veríamos hoy en él a un gran poeta. Pasó Macpherson el resto de su vida prometiendo la publicación de los manuscritos. Llegó a un punto tal que propuso publicar los originales pero en griego. Esto, por supuesto, era una manera de ganar tiempo, que es lo que él trataba de hacer. [...] El estilo de Macpherson, del Ossian de Macpherson, cundió por toda Europa y con él se inaugura el movimiento romántico.”




Oithona (poema de Ossian)

La oscuridad[1] envuelve Dunlathmon, pero la luna descubre sobre el monte la mitad de su rostro. La hija de la noche aparta su mirada porque contempla el dolor que se aproxima. El hijo de Morni está en el campo; pero no hay sonidos en la fortaleza. Ni un rayo de luz atraviesa la penumbra. No se escucha la voz de Oithona sobre la ruidosa corriente del Duvranna.
¿A dónde te has ido con tu belleza, hija de Nuath, de negros cabellos? Lathmon está en el campo de los valientes, pero tu prometiste quedarte en la fortaleza; prometiste quedarte en la fortaleza hasta que retornara el hijo de Morni. Hasta que volviera de Strumon a la mujer de su corazón. Había en su rostro una lágrima al partir: y un gemido, callado, se ahogó en tu pecho. Pero ahora no sales a recibirlo con canciones, con el sonido delicado y trémulo del arpa.

Tales eran las palabras de Gaul cuando llegó a las torres de Dunlathmon. Las puertas estaban abiertas, oscuras. Los vientos silbaban en la fortaleza. Los árboles atestaban de hojas el umbral; y a lo lejos se sentía el murmullo de la noche. Triste y silencioso, sobre una piedra, estaba sentado el hijo de Morni; su alma vibraba por su mujer, pero no sabía a dónde dirigir el rumbo. El hijo de Leth se encontraba a la distancia y escuchó los silbidos en su cabeza arbustiva. Pero no alzó la voz porque veía el dolor de Gaul.

El sueño descendió sobre los héroes. Surgieron las visiones de la noche. Oithona apareció en un sueño ante los ojos del hijo de Morni. Su cabello oscuro estaba suelto y despeinado: sus amados ojos, sumidos en lágrimas. La sangre manchaba su brazo de nieve. Su túnica apenas ocultaba la herida en su pecho. Se irguió sobre su captor y puedo escucharse su voz.

¿Duerme el hijo de Morni, aquel que era regocijo para los ojos de Oithona? ¿Duerme Gaul en la roca remota mientras la hija de Nuath yace moribunda? El oceáno envuelve la oscura isla de Tromathon; yo me lamento sentada en la cueva. Y no estoy sola, Gaul, el oscuro hijo de Cuthal está aquí, ardiendo de amor. ¿Y qué puede hacer Oithona?

Una ráfaga iracunda atravesó el roble. Se disipó el sueño nocturno. Gaul buscó su lanza de fresno; ardía con la rabia de la cólera. A menudo sus ojos se volvían al Oriente y maldecía la demorada luz. La mañana llegó al fin. El héroe preparó la vela. Los vientos vinieron rodando por el monte y se lanzó a las olas del océano. Al tercer día surgió Tromathon, como un escudo azul en medio del mar. La ola blanca rugía contra sus rocas; la triste Oithona estaba en la playa. Miraba las aguas fluctuantes y sus lágrimas caían. Pero cuando vio a Gaul en sus brazos, se asustó y apartó sus ojos. Tres veces quiso escapar de su presencia, pero no podía mantenerse en pie.

Hija de Nuath, dijo el héroe, ¿por qué huyes de Gaul? ¿Escupen mis ojos la llama de la muerte? ¿O acaso el odio empaña mi alma? Tu eres para mí el rayo del Oriente que surge en tierra desconocida. ¡Pero ocultas tu rostro con tristeza, hija del alto Dunlathmon! ¿Está cerca el enemigo de Oithona? Mi alma ansía enfrentarlo en batalla. La espada vibra en el costado de Gaul y quiere relucir empuñada por su mano. Habla, hija de Nuath, ¿acaso no puedes ver mis lágrimas?

Magnífico jefe de Strumon, contestó la muchacha, por qué vienes a través de la ola azul hasta la hija llorosa de Nuath? ¿Por qué no perecí en secreto, como una flor en una piedra que levantara su cabeza sin ser vista y desparramara sus marchitas hojas en el viento? ¿Por qué viniste, ay, Gaul, para oír mi último suspiro? Muero en la juventud y mi nombre ya no se oirá. O se oirá con dolor y se derramarán las lágrimas de Nuath. Tú estarás triste, hijo de Morni, por la decaída fama de Oithona. Pero ella dormirá en la angosta tumba, lejos de la voz de tus lamentos. ¿Por qué viniste, jefe de Strumon, a las piedras de Tromathon, abatidas por el mar?

¡Vine a enfrentar tus enemigos, hija del magnífico Nuath! La muerte del jefe de Cuthal se avecina o morirá el hijo de Morni. ¡Oithona! Cuando Gaul haya muerto, erige el túmulo en esa húmeda roca; y cuando la poderosa embarcación pase por allí, invoca a los hijos del mar; invócalos y entrégales esta espada, para que la lleven a la fortaleza de Morni; y que así el héroe de pelo cano deje de otear el desierto esperando el retorno de su hijo.

¿Y deberá vivir la hija de Nuath?, respondió ella con un abrupto gemido. ¿Deberé vivir en Tromathon, muerto el hijo de Morni? Mi corazón no es como una roca, ni mi alma indiferente como el mar que levanta sus olas azules con todos los vientos y que sigue fluctuando bajo la tormenta. El golpe que te mate también dispersará en la tierra las ramas de Oithona. Nos marchitaremos juntos, hijo del magnífico Morni. La casa angosta me place, como la piedra gris de los muertos: ¡porque nunca más abandonaré tus rocas, Tromathon rodeada por el mar! La noche vino con sus nubes, tras la partida de Lathmon, cuando él partió a las guerras de sus padres, a las rocas de Duthórmoth, cubiertas de musgo; llegó la noche, y yo estaba en la fortaleza, bajo la viga de roble. El viento soplaba entre los árboles. Sentí el fragor de las armas. La alegría tiñó mi rostro, porque pensé en tu regreso. Era el jefe de Cuthal, la fuerza roja de Dunrommath. Sus ojos se agitaban en el fuego: la sangre de mi gente chorreaba por su espada. Aquellos que defendieron a Oithona fueron derribados por este sombrío líder. ¿Qué podía hacer yo? Mi brazo era débil; no podía empuñar la lanza. Llena de pena, me capturó, y me llevó consigo en su barco. Temía el regreso de las fuerzas de Lathmon, el hermano de la infeliz Oithona. ¡Pero mira, allí viene con su gente! ¡La oscura ola se abre ante él! ¿A dónde dirigirás tus pasos, hijo de Morni? ¡Son muchos los guerreros de Dunrommath!

Mis pasos nunca huyeron del combate, respondió el héroe desenvainando la espada. ¿Empezaré a temer, Oithona, cuando tus enemigos están cerca? Ve a tu cueva, hija de Nuath, hasta que termine la batalla. Hijo de Leth, trae los arcos de tus padres, y el carcaz de Morni. Que nuestros tres guerreros tensen la madera de tejo. Nosotros levantaremos la lanza. Hay una multitud en la roca; pero nuestras almas son fuertes.

La hija de Nuath se escondió en la cueva; una turbia alegría surgió en su espíritu como el surco rojo de un rayo en una nube de tormenta. Su alma estaba decidida y secó las lágrimas en los ojos de mirada salvaje. Dunrommath se aproximó lentamente, porque vio al hijo de Morni. El despreció contrajo su cara, una mueca deformó su piel oscura; su ojo rojo se agazapó, entrecerrado, bajo las tupidas cejas.

¿De donde vienen los hijos del mar?, empezó el sombrío jefe. ¿Los trajeron los vientos hasta las rocas de Tromathon? ¿O vienen en busca de la hija de Nuath, de pálidas manos? Los hijos de los infelices, ustedes, hombres débiles, vienen a la mano de Dunrommath. Su ojo no perdona al débil y se deleita con la sangre de extranjeros. Oithona es un rayo de luz, y el jefe de Cuthal lo goza en secreto: ¿vendrás sobre este placer, como una nube, hijo de la mano débil? Puedes venir pero ¿podrás regresar a la fortaleza de tus padres?

¿No me conoces, dijo Gaul, jefe pelirrojo de Cuthal? Tus pies fueron ágiles en el campo, en la batalla del magnífico Lathmon, cuando la espada del hijo de Morni persiguió tu ejército en la boscosa tierra de Morven. ¡Dunrommath, tus palabras son atrevidas porque tus guerreros se amontonan a tus espaldas! ¿Pero acaso les temo, hijo del orgullo? No soy de la raza de los débiles.

Gaul avanzó con sus armas; Dunrommath se escondió detrás de su gente. Pero la lanza de Gaul traspasó al sombrío líder, y su espada partió su cabeza cuando se doblaba muriendo. El hijo de Morni tres veces sacudió la cabeza agarrándola de sus rizos; los guerreros de Dunrommath huyeron. Las flechas de Morven fueron detrás: diez hombres cayeron en la roca musgosa. El resto desplegó la ruidosa vela y huyó por el mar fragoroso.

Gaul fue a la cueva de Oithona. Vio a un joven recostado sobre una piedra. Una flecha había perforado su cuerpo; sus ojos se movían apenas bajo el casco. El alma del hijo de Morni se entristeció. Se acercó y dijo palabras de paz.

¿Puede sanarte la mano de Gaul, joven de ceño dolorido? He buscado las hierbas de las montañas; las he recogido en los bancos secretos de sus arroyos. Mi mano ha cerrado la herida de los valientes, y sus ojos han bendecido luego los ojos de Morni. ¿Dónde vivieron tus padres, guerrero? ¿Eran ellos hijos de los poderosos? La tristeza se abatirá como la noche en los arroyos de tu patria; porque caes en plena juventud.

Mis padres, replicó el extraño, eran de la raza de los poderosos; pero no estarán tristes; porque mi fama ha huido como la niebla matutina. Altos muros se elevan en los bancos de Duvranna; y se ven sus torres reflejadas en el agua que fluye; una roca se eleva detrás con higueras generosas. Tu puedes verla a la distancia. Allí vive mi hermano. Es famoso en la guerra: entrégale este casco relumbrante.

El casco se cayó de la mano de Gaul; porque era Oithona herida. Se había armado en la cueva y había buscado la muerte. Sus pesados ojos están entrecerrados; la sangre mana de su cuerpo.

Hijo de Morni, habló, prepara la tumba angosta. Llega el sueño, como una nube, a mi alma. Los ojos de Oithona se extinguen. ¡Oh, si hubiera vivido en Duvranna, bajo el rayo claro de mi fama! Entonces los años habrían llegado con alegría; y las vírgenes bendecirían mi camino. Pero muero joven, hijo de Morni, y mi padre se avergonzará en su castillo.

Pálida se desplomó en la roca de Tromathon. El dolido héroe construyó su túmulo. Volvió a Morven; pero veía la oscuridad en su alma. Ossian tocó el arpa en honor de Oithona. La luz volvió al rostro de Gaul. Pero sus gemidos vuelven, cada tanto, cuando está con sus amigos, como las ráfagas que sacuden sus insólitas alas luego de que amainaron los vientos de la tormenta.



[1] Éste es uno de los poemas más cortos del ciclo de Ossian falsificado por James Macpherson (1736-1796). En una nota al poema Macpherson explica así su argumento dramático: "Gaul, el hijo de Morni, acompañó a Lathmon a su propio país, luego de ser derrotado en Morven, como se relata en el poema precedente. Nuath, el padre de Lathmon, lo recibió en sus dominios hospitalariamente, y Gaul se enamoró de la hija de Nuath, Oithona. Su amor fue correspondido y se fijó el día de la boda. Pero mientras tanto, Fingal, que preparaba una expedición al país de los bretones, mandó llamar a Gaul. Éste obedeció y acudió con Fingal, pero no sin antes prometerle a Oithona que regresaría un día determinado, si no moría en la lucha. Lathmon, a su vez, acompañó a su padre a la guerra, por lo que Oithona quedó sola en Dunlathmon, la residencia de la familia. Dunromath, señor de Urthal, supuestamente una de las islas Orcadas, aprovechando la ausencia de los amigos de Oithona, quien había rechazado su amor en otra oportunidad, fue a buscarla y la condujo por fuerza a Tromathon, una isla desierta, en una de cuyas cuevas la ocultó. Gaul regresó el día convenido; supo que Oithona había sido raptada y navegó a Tromathon para vengarse de Dunromath. Al desembarcar, encontró a Oithona desconsolada y resuelta a no sobrevivir la pérdida de su honor. Le contó la historia de sus infortunios. Terminaba su relato cuando Dunromath y sus cómplices aparecieron por el otro lado de la isla. Gaul se dispuso a atacarlos y le pidió a Oithona que se refugiara hasta que hubiera acabado la contienda. Ella fingió obdecer, pero en secreto se vistió con una armadura y se lanzó a lo más denso de la batalla, donde resultó herida mortalmente. Cuando Gaul estaba persiguiendo a los enemigos en fuga, encontró a Oithona agonizante: la lloró, erigió su tumba y regresó a Morven. Tal es la historia que nos legó la tradición; no la hemos alterado mucho en el poema, que comienza con la llegada de Gaul a Dunlathmon, tras el rapto de Oithona."

El poema y esta nota proceden de David W. Lindsay, English poetry 1700-1780, London: Lent, 1974, págs.119-123 y 218-219. Ver también un comentario de TDQ sobre Ossian y el poema de Wordsworth al que TDQ hace referencia.


Glen-Almain o el valle estrecho (poema de Wordsworth)

Glen-Almain; or, the Narrow Glen (Poema n° 6 de Memorials of a Tour in Scotland )

IN this still place, remote from men,/ Sleeps Ossian, in the NARROW GLEN;/ In this still place, where murmurs on/ But one meek streamlet, only one:/ He sang of battles, and the breath/ Of stormy war, and violent death;/ And should, methinks, when all was past,/ Have rightfully been laid at last/ Where rocks were rudely heaped, and rent/ As by a spirit turbulent;/ Where sights were rough, and sounds were wild,/ And everything unreconciled; In some complaining, dim retreat,/ For fear and melancholy meet;/ But this is calm; there cannot be/ A more entire tranquillity./ Does then the Bard sleep here indeed?/ Or is it but a groundless creed?/ What matters it?--I blame them not/ Whose Fancy in this lonely Spot/ Was moved; and in such way expressed/ Their notion of its perfect rest./ A convent, even a hermit's cell,/ Would break the silence of this Dell:/ It is not quiet, is not ease;/ But something deeper far than these:/ The separation that is here/ Is of the grave; and of austere/ Yet happy feelings of the dead:/ And, therefore, was it rightly said/ That Ossian, last of all his race!/ Lies buried in this lonely place.


Visión expandida y achatada de la tumba de Ossian en Glen-Almain. Pinche la imagen para verla en su tamaño original.

En este lugar tranquilo, lejos del hombre,/ descansa Ossian, en el valle estrecho;/ en este lugar tranquilo, donde sólo mumura/ una corriente dócil, una sola:/ cantó de batallas y del aliento/ de la guerra tormentosa y de la muerte violenta;/ y cuando todo terminó, pienso, debió/ recostarse merecidamente al fin/ donde las rocas se apilaban en desorden y rotas/ como por un turbulento espíritu;/ donde el paisaje era áspero y eran salvajes los sonidos/ y no había nada reconciliado;/ en un retiro quejumbroso y triste, donde el miedo y la melancolía se encontraban;/ pero aquí reina la calma; no podría haber/ mayor serenidad./ ¿Es cierto pues que el bardo descansa aquí?/ ¿O es una creencia sin fundamento?/ ¿Qué importa? No culpo a los que fueron/ por la Fantasía conmovidos en este lugar/ solitario; y de ese modo expresaron/ su idea del perfecto reposo./ Un convento, incluso la celda de un eremita,/ perturbarían el silencio de este valle:/ no es calma ni tranquilidad/ sino algo mucho más profundo:/ la separación que hay aquí/ es la de la tumba; y la de los austeros/ pero felices sentimientos de los muertos:/ y así, pues, se dijo bien/ que Ossian, ¡el último de su raza!,/ yace enterrado en este lugar solitario.





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